jueves. 25.04.2024
social-distancing

Una de las primeras conclusiones que podemos extraer de la pandemia por la COVID-19 es que para vencer a ese virus del que tan poco sabemos, será necesario incorporar a nuestras vidas unos cambios que repercutirán desde lo más cotidiano a lo más íntimo de nuestras vidas.

Es lógico el deseo de regresar cuanto antes la normalidad, pero se impone asumir la realidad y aceptar que lo que debutó en marzo como algo que creíamos breve y transitorio, todo augura a que en algunos aspectos durará meses, en otros años, y probablemente muchas cosas no vuelvan a ser jamás como antes. Habrá un antes y un después de la pandemia, y son muchos los factores de los que dependerá la vuelta a lo que podríamos llamar una extraña nueva normalidad

¿Cómo cambiará nuestra vida tras la pandemia?

Son muchas las incógnitas, pero todo apunta a que se instaurarán nuevas prioridades en la escala de valores que rijan en nuestra sociedad después de la pandemia. Es muy probable que haya cambios en el modo de relacionarnos, en el mercado laboral y la economía, el modo de realizar las compras, en el hábito de viajar y planificar el ocio, detalles como la frecuencia con que nos lavemos las manos y muchos otros gestos y actitudes que definirán un nuevo modelo comportamental.

Pero ante estas conjeturas —que no dejan de ser hipotéticas—, es importante plantearse si la sociedad será más solidaria después de la pandemia, y si esta acometida que ha derrumbado el castillo de naipes de nuestra frágil seguridad, supondrá una lección de humildad y una motivación para el cambio de hábitos de una sociedad que se creía indestructible. La intrusión del coronavirus en nuestras vidas ha hecho que demos menor importancia a aquello que nos fascinaba hasta hace bien poco y atendamos a actividades que hasta ahora no llamaban nuestra atención, o al menos no como lo hacen ahora.

Todo apunta a un cambio de prioridades que podría presagiar una sociedad más solidaria y proclive al apoyo mutuo. No obstante, hay también escépticos que presagian que con el paso del tiempo, una vez se venza al coronavirus, habrá una rápida vuelta a los hábitos individualistas y materialistas que hasta ahora han definido a nuestra sociedad.

Entre que todo cambie o todo vuelva a ser como antes, lo más probable es que la nueva normalidad traiga consigo algunos cambios. No sería extraño una reticencia a los viajes de ocio y al abuso de vuelos baratos para visitar países lejanos siendo que se ha culpado a la globalización de la vertiginosa celeridad con que ha avanzado la pandemia. Por el contrario, podrían incrementarse nuevas relaciones comunitarias desarrolladas en nuestro hábitat natural, tan descuidadas hasta ahora.

Otro de los aspectos en los que probablemente cambie nuestra vida tras la pandemia sea el convencimiento de que hay cosas más importantes que los bienes materiales, pues a diferencia de la crisis de 2008, nos importará menos la repercusión económica siendo que están en juego nuestras vidas mientras que entonces no hubo más pérdidas que las consecuentes a la crisis financiera y empresarial.

Pero, ¿serán perdurables estos cambios? Sinceramente confieso cierto escepticismo al considerar improbable que sedimenten en nuestras conciencias las lecciones que obtengamos de la pandemia. Desconfío del egoísmo, el egocentrismo y la ambición, tres lacras difíciles de erradicar en unos sectores de la humanidad muy asentados en el poder. Un ejemplo lo tenemos en esos políticos que aprovechan cualquier hecho luctuoso (en este caso, incluso las muertes por la COVID-19) para buscar culpables y obtener un rédito que les confiera poder. También es lamentable que la sociedad actúe de pronto como si hubiera desaparecido el hambre en el mundo, como si ya no hubiera guerras (nadie habla de Yemen, Siria, Irak, Sudán del Sur, Afganistán…), ni pobreza, ni miseria en los países más desfavorecidos; también parece como si hubiera cesado súbitamente el trasiego de migrantes huyendo de sus respectivos infiernos. Nada de esto existe  en los informativos —tal vez algún flash de pocos segundos— porque a nuestro primer mundo, hoy por hoy sólo le importa la pandemia y nada más que la pandemia.

La sociedad ha investido como héroes a los trabajadores de la sanidad, los mismos a los que ignoraron cuando las mareas blancas reivindicaban más dotaciones presupuestarias, más medios, más plazas de médicos y enfermería. Han convertido en héroes de conveniencia a unos profesionales a los que alguno de los que ahora aplauden, no hace mucho les hacía responsables —incluso agrediéndoles— de que tardaran en hacerles una prueba o en ser atendidos en unas puertas de urgencias saturadas por la elevada demanda y la falta de personal.

¿Y que decir de la rápida y eficiente respuesta por parte de la industria farmacéutica para encontrar una vacuna anti-coronavirus en un tiempo récord? ¿Lo hacen por altruismo, por conciencia social, por filantropía? Por supuesto que no. A las multinacionales farmacéuticas sólo les interesa ser los primeros en conseguir una vacuna porque venderían tantos millones de unidades como millones de personas hay en el mundo. Un negocio redondo a expensas de una tragedia.

Conclusiones

Sería lamentable que cuando todo esto pase, ya instalados en la nueva normalidad, nos limitemos a lamentar las bajas humanas y las pérdidas económicas, y cuando la crisis sea sólo un recuerdo, volvamos a ser como antes, regresemos al desigual reparto de riquezas, al rechazo del diferente sólo por no ser como nosotros, a la desconfianza y el resentimiento hacia los vecinos, a las ansias por acumular poder y confort, todo ello por ser incapaces de inventar un futuro mejor, y porque nuestras solidaridad en tiempo de pandemia diera paso al individualismo egocéntrico de siempre.

Por ello, ahora que somos conscientes, deberíamos aprovechar para reflexionar que hay infinidad de cosas mucho más importantes que la economía global y el confort individual. Deberíamos intentar ser mejores ahora que la pandemia ha conseguido cambiar, aunque sea coyunturalmente, nuestro orden de prioridades. Ahora que hemos relegado el materialismo muchos peldaños por debajo de la salud, del medio ambiente, de la libertad de movimientos, de los derechos humanos más elementales, de la necesidad de sentirnos seguros, o simplemente ahora que conseguir una mascarilla, un frasco de gel desinfectante o un rollo de papel nos hace sentir felices y abastecidos. Sería un logro que la extraña nueva normalidad no deviniera en un calco de la anterior, y que si una nueva crisis sanitaria azotara de nuevo al planeta, nos encontrara preparados.

Saber cuanto durará el nuevo orden de preferencias que ahora impera promovido por el miedo, es una incógnita que sólo el tiempo resolverá, cuando la evidencia nos confirme que la tormenta ha pasado y conforme el miedo dé paso tal vez al olvido.

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¿Qué normalidad nos espera tras la pandemia?