viernes. 29.03.2024
guerras

En países como Yemen, Libia o Afganistán no hacía falta la COVID-19 para que la tragedia asfixiara la vida. La guerra ha seguido asolando esos lugares, sin apenas respiro (en Afganistán, a salvo de un alto el fuego, hay una tregua frágil y no siempre contrastable. Naturalmente, el coronavirus no se ha privado de extenderse por allí también y dejará un reguero de dolor y muerte. Duplicará el sufrimiento de las naciones y reforzará el autoritarismo de gobiernos, pseudogobiernos y caciques. El resultado: guerras al cuadrado.

YEMEN: EL FRACASO DEL PRÍNCIPE

Desde el pasado 8 de abril, Arabia Saudí observa un alto el fuego unilateral. Un paso más en la admisión del fracaso de la estrategia de la Casa Real. La coalición que lideran los saudíes se ha ido desintegrando en los últimos meses. Primero se descolgaron Egipto, Jordania y Marruecos, Qatar fue expulsada y los Emiratos Árabes optaron por una estrategia diferente: apoyar a un grupo separatista sureño. Lo que debilitó aún más al exiliado Presidente Hadi, reducido ya a la irrelevancia. Cinco años de destrucción y catástrofe humanitaria (1).

La deriva en Yemen es un golpe duro para el ambicioso príncipe heredero, que dirige el Reino encaramado en el trono de su padre

La deriva en Yemen es un golpe duro para el ambicioso príncipe heredero, que dirige el Reino encaramado en el trono de su padre, enfermo y con sus facultades casi exangües, según diversas fuentes. Mohamed Bin Salman, en su calidad de Ministro de Defensa y todopoderoso dirigente ha continuado con sus inclementes purgas de familia. Solo cuenta, y con la boca pequeña, con el apoyo de Trump (o de su yerno Kushner). El hundimiento de los precios del petróleo por la brutal retracción de la demanda y el pulso con Rusia lo ha debilitado aún más. En Yemen sólo busca una salida, en modo alguno ya una victoria  (2).

Los hutis tratan de sacar partido a su tenacidad y han puesto condiciones exigentes para avenirse a un acuerdo que ponga fin a las hostilidades (3). Este grupo rebelde, controlado por una rama local del chiísmo, pretende consolidar sus ganancias militares y se ha hecho fuerte en la capital, Sanaa, y en varias regiones del norte del país, lo que le permite amenazar a las fuerzas oficialistas pertrechadas en las zonas fronterizas con Arabia Saudí, en el nordeste.

LIBIA: UN CONDOMINIO RUSO-TURCO

Los dos bandos enfrentados en Libia mantienen un pulso sobre la suerte de la capital. El gobierno reconocido por la ONU (con pocos efectos prácticos) está sostenido en la práctica sólo por Turquía, que ha suscrito un acuerdo de cooperación militar a cambio de acceso a recursos energéticos de Libia.

Desde el sur y desde el este, el general Haftar, apoyado por Rusia, los Emiratos Árabes y Egipto intenta desde hace un año romper la defensas y conquistar la ciudad

Desde el sur y desde el este, el general Haftar, apoyado por Rusia, los Emiratos Árabes y Egipto intenta desde hace un año romper la defensas y conquistar la ciudad. Pareció a punto de conseguirlo hace tres meses. Los mercenarios Wagner, pagados por Moscú, pusieron en aprietos a los defensores de Trípoli, pero un forzado consenso internacional lo impidió. Rusia y Turquía, patrones de cada bando, acordaron congelar los frentes. Moscú espera obtener beneficios materiales y estratégicos en Libia (4), pero no al precio de arruinar su cooperación con Ankara, con la que ha hecho tratos bastante ventajosos en Siria, tras el tenso enfriamiento de los turcos con sus aliados norteamericanos y europeos (5).

En todo caso, la tregua acordada en Berlín resultó efímera. La capacidad disuasiva de las potencias occidentales había dejado de existir. Los combates se reanudaron, pero la situación militar ha cambiado en las últimas semanas. Erdogan encomendó a miles de milicianos veteranos de la guerra de Siria la defensa de Trípoli (6), tarea en la que están comprometidos también los milicianos libios de la ciudad occidental de Misrata.

Las fuerzas pro-turcas han conseguido el control de dos plazas y una base militar ubicadas entre Misrata y Trípoli, lo que ha proporcionado una línea vital al gobierno del islamista moderado Fayed Sarraj. Otro factor determinante ha sido la defensa antiaérea turca instalada en Trípoli, que ha neutralizado a los aviones del ambicioso general libio (7).

Hay que ver lo que hacen ahora los Emiratos y Rusia. No tienen por qué actuar de la misma forma. Contrariamente a la monarquía árabe, el Kremlin quiere preservar sus relaciones fructíferas con Erdogan. Es una cautela recíproca: los drones turcos no atacan las posiciones de los mercenarios pagados por Moscú. Por otro lado, el coronavirus apenas ha comenzado a golpear en Libia. Los contagios y fallecimientos son escasos, de momento, pero se ignora la fiabilidad de las cifras.

AFGANISTÁN: RETIRADA, NO PAZ

Técnicamente, el país vive una situación de no paz, no guerra. Una tregua, que no un alto el fuego. Washington pactó con los talibán un acuerdo de retirada de las tropas, a cambio de imprecisas garantías sobre la prohibición de albergar a organizaciones terroristas en suelo afgano. El acuerdo no incluyó al gobierno afgano más que de forma subsidiaria (8). Las prisas de Trump por sacar a las tropas del país antes del inicio de la campaña electoral son la causa de esta situación que ha sido duramente criticada por dos de los jefes militares norteamericanos que sirvieron en Afganistán.

El general John Allen considera que el acuerdo es un “camino a ninguna parte” que no traerá la paz, contempla demasiadas concesiones a los taliban, no establece mecanismos de verificación claros, no garantiza la protección de los derechos de las capas sociales más amenazadas por un eventual regreso de los estudiantes coránicos al poder y deja en una posición sumamente débil al gobierno afgano, roto y dividido (9)

El general Petraeus es aún más duro, si cabe. Afirma que el acuerdo adolece de una “asimetría peligrosa” que otorga a los taliban una ventaja incomprensible en la gestión del proceso. El proceso de retirada militar no está acompañado de las necesarias garantías de cumplimiento de las obligaciones contraídas por la guerrilla islámica. De esta forma, los taliban se erigen en cooperadores indeseados de la estrategia antiterrorista de Washington. Un dislate basado en la presunción de que Estados Unidos y los taliban tienen el mismo concepto de lo que es una organización terrorista (10).

Para mayor escarnio, la clase política está dividido y rota. Tanto es así que hay dos gobiernos, el oficial, presidido por Ashraf Gahni, y el contestario, liderado por Abdullah Abdullah, que oficiaba hasta las elecciones como primer ministro, un apaño negociado por John Kerry, secretario de Estado con Obama para solventar una disputa sobre los resultados electorales. La polémica se repitió con motivo de las elecciones del año pasado.

niños afganistan

La división no es sólo una cuestión de ambición personal. Ghani representa a la etnia mayoritaria, los pastunes, mientras que Abdullah, un tayiko, abandera la causa de las otras minorías, tradicionalmente marginadas del poder central. Ni el embajador Jalilzad, autor intelectual del acuerdo de “paz”, ni el propio Secretario Pompeo han logrado que los dos bandos resuelvan sus disputas. Como resultado de esta intransigencia, Trump decidió congelar la ayuda a Afganistán, sin la cual el país será empujado aún más hacia el precipicio.

En la fase inicial del acuerdo se contemplaba el intercambio de prisioneros, como paso previo a la negociación de un nuevo marco político entre el gobierno y los taliban. La cosa se enredó durante las primeras semanas, se produjeron acciones militares aisladas como forma de presión y retorsión. Finalmente, Ghani fue liberando milicianos prisioneros poco a poco.

El coronavirus ha venido a complicar las cosas. A fecha 20 de abril se habían registrado más de mil casos de coronavirus y 36 muertos. Estas cifras seguramente son más abultadas, pero no hay manera de comprobarlo, sobre todo fuera de Kabul (11).

Aunque se espera que, al menos, sirva para consolidar una tregua, formalmente no hay un alto el fuego y cualquier incidente puede provocar una escalada. Washington cree tener garantizada una retirada sin sobresaltos; es decir, un elemento de propaganda para presentar la salida de Afganistán como un final neutro, cuando, en realidad, se trata de una derrota evidente.

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NOTAS

(1) “Five years of Yemen conflict gives muddled picture for Saudi coalition”. AHMED NAGI. CARNEGIE ENDOWMENT FOR INTERNACIONAL PEACE, 31 de marzo; “Quitter ou non le Yémen? Una casse-tête por Riyad. STEPHEN A. SECHE. ARAB GULF STATES INSTITUTE, reproducido en COURRIER INTERNATIONAL, 25 de marzo.
(2) “Saudi Arabia lokks for an exit to the war in Yemen”. THE ECONOMIST, 18 de abril; “Saudi Arabia wants out of Yemen”. BRUCE RIEDEL. BROOKINGS INSTITUCIÓN, 13 de abril.
(3) “Houthies release their wish list to end the Yemen War”. ELANA DE LOZIER. THE WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR AND MIDDLE EAST”, 9 de abril.
(4) “Russia’s growing interests in Libya”. ANNA BORSHCHEVSKAYA. THE WASHINGTON INSTITUTE, 24 de enero.
(5)“En Libye, le grand marchandage entre Moscu et Ankara”. MARIE JEGO, BENOÎT VITKINE Y FRÉDÉRIC BOBIN. LE MONDE, 24 de enero; The Libyan civil war is about to get worse. JALEL HARCHAOUI. FOREIGN POLICY, 18 de marzo;
(6) “Among the syrian militiamen of Turkey’s intervention in Libya”. FREDERIC WEHREY. THE NEW YORK REVIEW OF BOOOKS, 23 de enero.
(7) “Guerre en Libye. Le maréchal Haftar affaibli par l’implication croissante des Turcs”. FRÉDÉRIC BOBIN. LE MONDE, 18 de abril.
(8) “Peace hasn’t broken out in Afghanistan”. JAMES DOBBINS. FOREIGN AFFAIRS, 16 de marzo.
(9) “The US-Taliban peace: a road to nowhere”. JOHN R.ALLEN. BROOKINGS INSTITUTION, 5 de marzo.
(10) “Can America trust the Taliban to prevent another 9/11”. DAVID PETRAEUS y VANCE SERCHUK. FOREIGN AFFAIRS, 1 de abril
(11) “In Afghanistan, the Coronavirus could be deadlier than War”. EZATULLAH MEHRDAD, LINDSEY KENNEDY, NATHAN PAUL SOUTHERN. FOREING POLICY, 17 de abril.

Yemen, Libia y Afganistán: guerras al cuadrado