martes. 19.03.2024
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Marlon Brandon, en «El rostro impenetrable»

Tengo la sensación de que a muchos dirigentes de los países más poderosos del mundo, les ocurre ahora como sucede a algunos personajes en muchas películas de vaqueros. El pasado viene a buscar a los antiguos bandidos que ahora llevan una vida decente. 

De hecho, en lugar de olvidar y vivir el presente, veo grandes deseos de justicia, como en aquella vieja película de Marlon Brandon, titulada «El rostro impenetrable», en la que el protagonista de un robo que ha escapado de la cárcel, encuentra a su compinche traidor convertido en Sheriff, a la sazón, cabeza de una decente familia. 

En efecto, a juzgar por el apacible jugador de golf en el que se ha transfigurado el antiguo mandatario americano, nadie diría que es el autor de las numerosas tropelías a las que nos tiene acostumbrados. Igual que nadie sabría explicar qué hacía un leopardo en la cumbre del Kilimanjaro, a menos que sintiera ese mismo oscuro deseo de sangre, que le llevó a perseguir una presa hasta su propia muerte, con la misma sangre fría que los dirigentes del mundo que se aferran al poder hasta su propia perdición. 

De hecho, mientras el FBI investiga la mansión de Donald Trump en Florida y Joe Biden anuncia su plan contra la inflación, que en realidad es un plan para el cambio de modelo energético, a mí me da por pensar en el carpe diem porque tengo la sensación de que la situación es tan mala que todo el mundo juega al engaño continuo de la mayor parte de la gente. 

Necesitamos héroes cotidianos que nos conmuevan con pequeños detalles. De lo contrario, alguien utilizará nuestros instintos más bajos para salirse con la suya

Lo cierto es que si finalmente encuentran documentos oficiales robados por Trump, para mí sería un alivio que no pueda presentarse de nuevo a la presidencia de Estados Unidos. ¿Por qué? Pues más allá de los retrocesos en los derechos civiles provocados por su mandato, de su proteccionismo, y de la penosa gestión de la pandemia, no quiero que la máxima autoridad del planeta sea un individuo que alentó la toma al Capitolio, cuyas graves consecuencias fueron terribles, pero pudieron ser todavía mucho mayores. 

Foto: @GrimKim
Foto: @GrimKim

Cada uno es dueño de sus actos y no todos se visten de búfalo por unas arengas exaltadas de última hora. Pero si el que está a la cabeza del mundo no da ejemplo, la cosa se puede poner mucho peor. No en balde, los resultados del experimento Milgram demuestran que el 65% de los participantes llegaría a causar daño mortal a otro semejante amparado por la obediencia a una autoridad. Es decir, cuando el sujeto obedece los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar y se produce una abdicación de la responsabilidad. 

Además hoy en día se puede hacer mucho daño a través de internet y los sujetos son más obedientes cuanto menos han contactado con la víctima y cuanto más lejos se hallan físicamente de ésta. Pero sobre todo, casualmente, los sujetos con personalidad autoritaria son más obedientes que los no autoritarios (clasificados así, tras una evaluación de tendencias fascistas). Por fortuna todavía hay personas que se niegan a obedecer a una autoridad cuando la juzgan inmoral.

Hoy por ejemplo, hoy pienso en una vieja amiga y me gustaría pelarle una mandarina. Se la ofrecería como señal de paz. Es más, en estos tiempos en los que proliferan tantas noticias negativas me gustaría romper una lanza por la gente jovial y amable. Quiero hablar de las personas que derrochan simpatía porque apelar a los mejores sentimientos de la naturaleza humana, como la amistad, la solidaridad o el amor, se está convirtiendo no solo algo poético, sino en un salvavidas sublime para los problemas que afronta la raza humana. 

Necesitamos héroes cotidianos que nos conmuevan con pequeños detalles. De lo contrario, alguien utilizará nuestros instintos más bajos para salirse con la suya. De hecho, los científicos han descubierto que los chimpancés prefieren a los congéneres antisociales, tal vez porque lo atribuyen a una señal de dominancia. Lo que significa que amarse y respetarse a uno mismo y a los demás, puede ser la mejor arma electoral contra la misantropía que asola el mundo y que por desgracia, tarde o temprano puede ser rentabilizada por la extrema derecha.

Nadie lo dice pero seguro que ayer tarde algún soldado se negó a obedecer a Putin