viernes. 19.04.2024
benegas

Saben que detesto las necrológicas al uso, tan habituales en nuestro país (“líbrenos Dios del día de las alabanzas”, decía mi abuela). Además, Benegas no era mi amigo ni mi compañero propiamente tampoco mi enemigo ni siquiera mi adversario pese a su ubicación en el “socialismo pata negra” del PSOE y yo en una expresión ajena a ese oficialismo aunque de inspiración socialista y autónoma, la USO.

Pero quiero recuperar de mi memoria más o menos remota lo poco que compartí con Benegas, no en balde se trata de un referente contemporáneo del socialismo vasco y español muy importante; mucho más de lo que parece.

Corría 1973. Yo era ya liberado clandestino de la USO para toda España pero tenía una dedicación especial a Guipúzcoa, por extensión a Vizcaya y a Navarra, pues en la capital guipuzcoana residía mi mujer y nuestra pequeña hija mayor. El responsable provincial de la USO, entrañable y afortunadamente vivo Susperregui, me pidió participar en una reunión para discutir el texto final de la Plataforma Reivindicativa Unitaria (PRU), que era un intento de aglutinar fuerzas antifranquistas para la acción sindical inmediata y, sobre todo, para la convergencia socio-política con vistas a la salida democrática (en 1973 toda la oposición habíamos llegado a un consenso unánime: Franco no sería eterno y algo habría que hacer …) Y allí fuimos. La reunión se celebraba en un despacho laboralista que llevaba Benegas en un extremo de la calle Viteri de Rentería. Estaba él por el PSOE y un compañero de la UGT que vivía en el barrio de Loyola; un tal Felix, que trabajaba en Michelin en Lasarte, por CCOO, y un inolvidable por buen tipo y buen amigo, Jose Luis Lopez Lacalle, por el EPK (Partido Comunista de Carrillo pero en vasco). Jose Luis, con el que tanto compartí, fue asesinado vilmente por pistoleros de eta en Andoain muchos años después, ya en Democracia. Por la USO estábamos Susperregui y yo.

El texto de la PRU estaba ya muy consensuado, a puntito. Yo propuse un punto a añadir como el que no quiere la cosa, una frase sobre  “ la utilización inteligente de las elecciones sindicales legales al servicio de un sindicalismo realmente democrático, etc. …” Felix (CCOO) y Jose Luis (EPK) me miraron con complacencia cómplice; para ellos no había problema, claro. El compañero de UGT no se manifestó. A Benegas no le sonaba mal aquella frase pues hablaba de un sindicalismo democrático y eso. Pero no las tenía todas consigo. Pidió un pequeño receso y salió. Al cabo de unos minutos volvió con Enrique Mújica Herzog, que tenía despacho muy cerca, también en la calle Viteri. Mújica no entró en la reunión … irrumpió en ella, y con el papel en la mano se fue a por mí, con esa sutileza tan suya, y me espetó aireando el proyecto de PRU: “gubio, maguicón, (Mújica no pronuncia las erres), tú sabes que PSOE-UGT estamos contra la participación en las elecciones del vertical; si insistís en eso se gompe todo…”  Balbuceé unas palabras y lo mismo hicieron Susperregui, Felix y Jose Luis. Ni se nos ocurrió rebatirle, la reunión prosiguió y Mújica volvió a su despacho. Tras el incidente, Benegas esbozó una media sonrisa dirigida a los afines al párrafo que se cargó Mújica; venía a decirnos, “joderos, por listos, a este no lo habéis podido enredar…”  Entre Benegas y yo no llegábamos entonces al medio siglo de edad, y siempre que nos encontramos posteriormente, no fueron muchas veces, recordábamos jocosamente aquella anécdota. Quiero aclarar, en honor a la verdad, que Mujica podía dirigirse a mí en aquellos términos aparentemente ofensivos porque había un margen grande de confianza entre ambos. Ëramos vecinos, yo vivía en San Francisco y él en Tercio Montejurra, en el barrio donostiarra de Gros. Era normal ir a su casa, citarnos, que me llevara a Rentería en su coche al taller al que yo iba como tapadera de empleo, echarnos una mano puntual … Ëramos muy sectarios cada uno de lo suyo, pero no éramos enemigos, más bien lo contrario.

Pasó algo más de un año,  la Asamblea de Catalunya hacía furor como marca de calidad en la forma de unir al más amplio espectro de fuerzas antifranquistas. Con esa idea, poco conscientes de que Guipúzcoa era bastante distinta a Catalunya, se organizó una reunión en el despacho que tenía Benegas en el centro de San Sebastian. Estábamos los grupos de la PRU y algunos más; creo recordar que Valentín de Acción Nacionalista Vasca (ANV) y alguien del PNV. Y un muchacho gordo, Carlos Carnicero, en representación del Partido Carlista, de una rama antifranquista (en broma les llamábamos “carlistas-leninistas”) que lideraba un tal Carlos Hugo de Borbón Parma, si no recuerdo mal, que disputaba a su manera la legitimidad al Borbón reinante, Juan Carlos I, pero al que no importaba que hubiera una República si así lo quería el `pueblo. Total, que cuando se identifica Carlos Carnicero como representante de aquel atípico Partido Carlista, Benegas, como impulsado por un resorte desbocado, dijo que nada de nada y que no tenían cabida en una coalición por la Democracia quienes habían hecho la guerra con Franco contra la República democrática… Instó a Carnicero a abandonar la reunión, era el anfitrión. Les ahorro la discusión que fue de órdago. Lo que no les ahorro es la nobleza de Benegas, su capacidad de escuchar, de entender, de pedir disculpas, de asumir que la reunión continuara con Carlos Carnicero en ella… Por supuesto, no constituimos una Asamblea de Guipúzcoa a semejanza de la de Catalunya (a Jose Luis Lopez Lacalle se le iluminaban los ojos con sólo imaginarlo), pero con el paso de los años, Carlos Carnicero, que llegó a tener relevancia como periodista en el Grupo Prisa, si no se afilió al PSOE, no lo sé, sí dejó constancia de su proximidad.
 

La última vez que eché un rato bueno con Benegas fue en circunstancias especialmente tristes. Me refiero al Congreso de la UGT en el que se despedía Nicolás Redondo de su histórico liderazgo. Fue en la primera mitad de los 90. El Congreso se celebraba en un inmenso auditorio recién inaugurado en el Campo de las Naciones, lejos del centro de Madrid. Las delegaciones internacionales eran abundantes y de lujo, también las nacionales. Era la despedida de Nicolás (y de su equipo, añado). Yo fui invitado en representación de la USO. El PSOE  estuvo representado por el entrañable Ramón Rubial, que se fue también, y por Benegas. Nada más llegar, sorprendían, y no para bien, los cooperativistas de la PSV que en un número grande rodeaban el auditorio y no accedían al mismo porque un cordón policial se lo impedía. Pero sus gritos se oían en el enorme salón abarrotado de congresistas e invitados. Sobre este terrible asunto de la PSV yo había hablado íntimamente con Redondo poco antes del Congreso de marras… Que no acababa de empezar; al parecer, había problemas de acreditaciones, quórum y esas cosas. Saracibar, con maestría y autoridad, fue lidiando desde la tribuna los problemas ante un plenario tenso por tantas cosas.

Y el Congreso arrancó, por fin, con un retraso notable. Subió a saludar Joaquín Leguina, que mal me cae desde hace tiempo, presidente de la Comunidad de Madrid. Recuerdo con precisión que fue al terminar una frase tópico en estos casos –“proletarios del mundo unios…”- que se produjo el primer apagón. La sorpresa fue grande. Pasaron no menos de veinte minutos. Cuando volvió la luz, se dio por concluida la intervención de Leguina con lo dicho antes del apagón, y subió Antonio Gutierrez en representación de la otra mitad del bisindicalismo, con un puñado de folios en la mano y una pierna escayolada por un accidente tonto no recuerdo dónde. Enseguida quedó claro que no era un saludo institucional, sino un discurso largo, leído, cargado de impertinencia, consejos y sugerencias sutiles a una UGT que no pasaba por su mejor momento … Al poco de arrancar Gutierrez, se produjo un nuevo apagón. Aguantó en la tribuna a que volviera la luz y siguió leyendo … Al tercer apagón, Gutierrez se bajó haciendo aspavientos y con el impropio discurso forzosamente inconcluso… Esto no se le hace al secretario general de CCOO, parecía decir entre dientes …

Y Nicolás Redondo subió a la tribuna a presentar el Informe, una liturgia congresual muy propia de los secretarios generales, pero que en aquella ocasión estaba cargada de emoción histórica. Era ya muy tarde, el horario se había desbocado ampliamente, el almuerzo oficial estaba amortizado, había delegaciones internacionales que se iban porque tenían los vuelos por la tarde… Y en ese ambiente subió a la tribuna Nicolás Redondo. Confieso que pese a todo, y era mucho pesar, sentí un afecto y una solidaridad intensa hacia aquel hombre que parecía hecho de acero, como los barcos que construyó, y merecía otro clima en su último Congreso. Se puso sus gafas, carraspeó, y se dispuso a desgranar los folios que previamente había escrito. No hizo concesión a sensiblería, emoción o historicismo alguno; señaló aciertos e insuficiencias en la gestión de los últimos cuatro años y, a modo de testamento que él mismo se encargó de enfatizar que no lo era, resaltó los ejes de su larga trayectoria: 1) Soy hijo de la Clase Trabajadora y a su defensa y promoción dediqué mi vida, 2) El socialismo democrático es el cuadro de ideas y valores que rigió esa vida y 3) La Autonomía Sindical de la UGT es innegociable cuando se trata de ser coherentes y consecuentes con las dos premisas anteriores …

Durante su discurso creo recordar que a Redondo se le fue dos veces la luz. En una de ellas abordé a Benegas camino de compartir un cigarrillo en los pasillos externos al auditorio. Le pregunté secamente: ¿Estáis apagando la luz, estáis saboteando el acto de apertura del último Congreso de Redondo?. Me miró con sorpresa y un gesto no muy amistoso, “No, rotundamente no, aunque lo merezcan … ¿cómo eres tan cabrón de pensar eso…?. Lo que ocurre es que no quisieron hacer el Congreso en el Palacio de La Castellana en Madrid, para evitar a los cooperativistas y se vinieron a este nuevo auditorio, sin reparar que no tiene rodaje técnico apenas, porque está lejos … Por eso tienen apagones … y los cooperativistas han venido por su cuenta …”

Coincidí con Benegas fugazmente en varias ocasiones tras aquel Congreso, normalmente en movilizaciones contra el terrorismo o actos institucionales.

Finalmente, no insistiré en la trayectoria de Benegas y en sus contribuciones a la cosa pública. Lo han hecho los  medios con profusión y afecto. Diré sólo:

… No por casualidad, Benegas fue el número tres del PSOE, cuando éste era casi omnipotente, tras Felipe Gonzalez y Alfonso Guerra. Y hay que resaltar un matiz: Cuando el llamado “felipismo” puso la proa al llamado “guerrismo” y amenazó con laminarlo, políticamente hablando, Benegas no pasó al bando de los conversos súbitos (la lista de éstos ocuparía páginas) y mantuvo su lealtad y afecto al controvertido vicepresidente y vicesecretario, Alfonso Guerra.

… Fue decisivo su papel para recentrar el Partido Socialista de Euskadi y abrirlo a la realidad y a su vocación mayoritaria. Piensen que, al inicio de la Democracia, dicho Partido abarcaba también a Navarra y propugnaba el derecho de autodeterminación para aquellas tierras.

… Por la paz y la normalización de Euskadi, mantuvo siempre esfuerzos leales de consenso y cooperación con el nacionalismo democrático mientras éste estuvo liderado por hombres nobles como Jose Antonio Ardanza. Soportó con tolerancia y sin romper los puentes jamás a lideres nacionalistas estrafalarios, por ser suave con ellos, como Arzallus o Ibarretxe.

… Abrió el partido, inteligente y generosamente, a sectores procedentes del nacionalismo radical que pasaron a abrazar la causa de la libertad, la paz y la convivencia en una Euskadi próspera y fraterna para todos. El nombre oficial del  partido, para quien no lo sepa, es Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE-PSOE), y fue su primer presidente Mario Onaindia Natxiondo, condenado a muerte en el histórico “proceso de Burgos” en 1970.

… Aguantó con coraje y valentía la embestida terrorista de eta. Ël mismo llevó escolta durante 38 años. Le tocó acompañar hasta su última morada a compañeros, socialistas o del PP, asesinados por pistoleros viles. Pese a ello, nunca renunció a la negociación con eta y su entorno, compatible con una acción policial, judicial y de movilización social fuertes contra el terrorismo …

Me queda añadir que  esa trayectoria merecía haberla alargado mucho más y no irse tan pronto. Descanse en paz.

En la muerte de Jose María Benegas, “Txiki”