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Enrique Vega | No pertenecí a la Unión Militar Democrática (UMD). Por ignorar su existencia. En primer lugar, porque era clandestina, y probablemente porque en sus años de actividad (1974-1975) yo estaba destinado en una Compañía de Operaciones Especiales -en la que se pasaba más tiempo en ejercicios y prácticas en el campo que en el cuartel y durmiendo en casa- en la ciudad de Tarifa, que no era entonces ni mucho menos el paraíso turístico y surfero que es hoy día, sino un pueblo más bien aislado que se veía (“de paso”) desde la carretera al transitar del Campo de Gibraltar a la costa atlántica gaditana, o al revés, de ésta al Campo de Gibraltar. Tuvieron que detener a algunos de sus dirigentes (julio de 1975) para que las primeras noticias de su existencia salieran en la prensa y empezáramos a enterarnos de que existía algo que se autodenominaba Unión Militar Democrática.
Desde ese mismo momento, sentí un vivo interés por entender y comprender que era la Unión Militar Democrática, esa organización de compañeros (militares, incluso alguno de mi propia promoción) que defendían ideas y posturas que me resultaban convincentes y cercanas a mi propia interpretación de la situación y circunstancias por las que atravesaba España en esos momentos. Y que lo hacían desde la honradez y el valor necesarios como para jugarse su carrera y su medio de vida.
Si la pólvora de la munición se moja, no se puede disparar
De su ideario, siempre he sentido una especial predilección por uno de sus lemas: “Mojar la pólvora”. Si la pólvora de la munición se moja, no se puede disparar. De eso se trataba, entre otras cosas, de influir en, y mentalizar a, los militares y las Fuerzas Armadas como institución para que no hubiera disparos si se iban imponiendo en el país las reformas democráticas que cada vez una mayor proporción de la sociedad española estaba demandando.
Pero, además, cabe una segunda interpretación del acertado lema. Mojar la propia pólvora, es decir, renunciar expresamente, como de hecho hacían los estatutos de la UMD, al uso de la fuerza para conseguir sus objetivos. Dicho en román paladino, no se propugnaba una sublevación militar y mucho menos un golpe de Estado, como había sido el caso de la Revolución de los Claveles portuguesa, cercana en el tiempo, exitosa y dispuesta a apoyar, ayudar y amparar a la UMD, como, de hecho, hizo en todo lo que pudo. Poco, porque poco se podía hacer dada la enorme diferencia de ambas sociedades y de ambas Fuerzas Armadas, especialmente de estas últimas, mayoritariamente partidarias de la democratización en el caso portugues y reacias a la misma en las españolas.
Alcanzada la democracia con la muerte (20 de noviembre de 1975) del dictador general Franco y la subida al trono como jefe de Estado dos días después (22 de noviembre) del rey Juan Carlos I y en marcha la redacción de una Constitución democrática, la UMD se autodisuelve (26 de junio de 1977): misión cumplida: democracia, sin más, el qué tipo de democracia ya correspondía al resto de los españoles.
Las Fuerzas Armadas, como institución, asumen la nueva Constitución de 1978, que establece que las mismas dependen del presidente del Gobierno, a través de su ministro de Defensa, pero no así muchos militares a título personal, lo que lleva creando desde entonces la incertidumbre de cuál sería su conducta ante determinadas circunstancias y ante aquellos militares cuya ideología no consista en una copia dulcificada de la superada dictadura. De lo que serían casos paradigmáticos, el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, las declaraciones del teniente general Mena el día de la Pascua MIlitar (6 de enero) de 2006 o la alusión a 26 millones de fusilamientos de general Beca en un grupo de WhatsApp del Ejército del Aire (hoy día “y del Espacio”) en diciembre de 2020.
El FMD mantiene el viejo lema de “mojar la pólvora” tratando de contrarrestar las tendencias de devolver a las Fuerzas Armadas el papel que jugaban en la dictadura
Como consecuencia de ello, en junio de 2003 se crea, como continuador del espíritu de la UMD y por viejos “úmedos”, el Foro Milicia y Democracia (FMD) con “la intención de defender los valores democráticos en el seno de las Fuerzas Armadas”. Y es en aras de este “espíritu de la UMD” que el FMD mantiene el viejo lema de “mojar la pólvora”, tratando de contrarrestar, como en los viejos tiempos y como reza en su declaración de intenciones, las tendencias a devolver a las Fuerzas Armadas el papel que jugaban en la dictadura. De nuevo, democracia, sin más. El tipo de democracia, el que vayan decidiendo el resto de los españoles a lo largo del tiempo.
Pero también a “mojar la propia pólvora”, también como en los viejos tiempos. Lo que en última instancia viene a decir que el FMD no es, ni debe ser, partidista ni apoyar ninguna ideología concreta, sino sólo rechazar y combatir aquellas que vayan contra lo que prescribe la Constitución o la interpretación de la palabra democracia mayoritariamente aceptada por la sociedad española. Lo que no quiere decir que cada uno de sus miembros y cada uno de los antiguos “úmedos” no pueda tener su propia interpretación de la realidad nacional y de las medidas y acciones que se deberían tomar para mejorar dicha realidad, sin que ello desmerezca la labor que el FMD lleva a cabo en su programático compromiso de “defender los valores democráticos en el seno de las Fuerzas Armadas”.
Si se quiere defender y fortalecer la democracia, no se puede/no se debe ser dogmático, precisamente porque lo que se está confrontando es el dogmatismo del pasado y el dogmatismo de la nostalgia de ese pasado.
Enrique Vega Fernández. Coronel de Infantería (retirado). Miembro del Foro Milicia y Democracia