viernes. 26.04.2024
Anthony Quinn  como Auda Ibu Tayi en Lawrence de Arabia
Anthony Quinn como Auda Ibu Tayi en Lawrence de Arabia

La justificación de la existencia de Dios hizo de Aristóteles el creador por excelencia de la teología monoteísta. A partir del de Estagira, reflexionar sobre Dios fue hacerlo respecto al Dios de la ontoteología; Dios único, motor universal, Creador de todo lo existente. 

No por ello desapareció el culto a los dioses más inmediatos, si puede decirse; los dioses positivos. Al igual que egipcios o persas, dioses griegos y romanos continuaron revistiendo el fenómeno religioso de la humanidad hasta llegar en nuestros días a la última divinidad invocada por cualquier chamán. En la cosmovisión judeo-cristiana, santos, ángeles o arcángeles heredaron las atribuciones de estos dioses positivos adaptándose a la modernidad. Del Dios del mar, del viento, la sabiduría, la guerra, la caza, la fecundidad o el buen fin de las cosechas, se pasa así al santo de la rentabilidad en los negocios o al protector de los accidentes de tráfico en carreteras.

Con la muerte del profeta Mahoma (632), el islam se expandía imparable hasta las puertas de Europa. En líneas generales, y a pesar de su marcada influencia aristotélica, el Dios del Corán no resultaba distinto al de judíos o cristianos. Alá, Creador, era también el Dios de Abraham, de Moisés o de Jesús, todos ellos venerados en el Corán. 

Antes de que Alá inspirase a Mahoma, también la tradición pagana precoránica gozó de divinidades menores. Tres diosas, Lat, Uzza y Manat, lideraron dicha tradición

En los albores de la expansión y recepción islámica, la idea de Dios siguió percibiéndose como una suerte de reconocible Voluntad todopoderosa vulgarmente compatible. “En una época de inacabables querellas cristológicas y dogmáticas -escribe Eduardo Manzano Moreno-, el lema “no hay más Dios que Dios” que los conquistadores proclamaban como epítome de su fe, venía a ser una declaración con la que era difícil no estar de acuerdo, como tampoco resultaba extraña la idea de que Jesús, lejos de ser el Hijo de Dios, había sido un profeta enviado por la divinidad”. En palabras de Josef van Ess: “el nacimiento virginal en el Corán [léase, por ejemplo, Corán 19, 16-41] no es una demostración de la divinidad de Cristo, sino mero signo de la omnipotencia de Dios".

Pero antes de que Alá inspirase a Mahoma, también la tradición pagana precoránica gozó de divinidades menores. Tres diosas, Lat, Uzza y Manat, lideraron dicha tradición. Fruto de esta influencia, dos versos inspirados por el diablo, disfrazado de San Gabriel (el ángel que en la revelación islámica sirve de intermediario entre Alá y Mahoma) fueron retirados por el Profeta. Gracias a Alá (Cr. 22 51/52 y ss.), Mahoma comprendió que Al-Lat, Al-Uzza y Manat, las más relevantes de entre las diosas paganas, no podían ser admitidas por la nueva ordenación como deidades, previniendo así cualquier conflicto politeísta. Negando el ángel haber dictado los dos satánicos versos (Cr. 53; 19-25) se retractaba el Profeta. Con cierto sarcasmo, “¿para nosotros los varones y para Dios las hembras?”, los dos versículos -entre corchetes- quedaban abrogados en base a la auténtica redacción.


19. ¿Habéis visto a Lat, a Uzza y
20. a Mana, la otra tercera?
21 [- (las tres) son aves de alto vuelo / su intercesión es bienvenida y esperada]
21. ¿(entonces) para nosotros los varones y para Él las hembras?
22. Esto sería entonces un reparto injusto.
23. Eso no son sino nombres que habéis puesto, vosotros y vuestros padres. Dios no hizo descender poder ninguno en ellas. Siguieron la conjetura (de las gentes) y lo que sus almas deseaban, mientras que procedente de su Señor, ya les había sido entregada la dirección.
24. ¿Obtendrá entonces el hombre lo que desea?
25. A Dios pertenece la otra vida y ésta primera.

Los otros dioses