martes. 19.03.2024
CRUZ

Al abordar la escritura de este artículo parto de la premisa de que Jesús de Nazaret es un personaje histórico que nació judío, vivió como un judío, murió siendo judío y jamás fundó una nueva religión ni dejó instrucciones para que sus seguidores (judíos en su mayoría) lo hicieran. Desde el respeto y la libertad que me confiere mi estatus aconfesional, mi objetivo es aportar una perspectiva imparcial que, mas allá de leyendas y manipulaciones, ayude al lector a entender cómo y cuando se fundó el cristianismo y quien fue el artífice de esta nueva religión surgida a partir del judaísmo tras la muerte de Jesús de Nazaret, un personaje cuya existencia queda fuera de toda duda aunque no como el ser mítico que se describe en el Nuevo Testamento sino sólo como un rabino que vivió en la Galilea del siglo I, hijo de un carpintero.  

Si partimos de una objetividad no sometida a credos impuestos en base a la fe, nada apunta a que la intención de Jesús de Nazaret fuera fundar una nueva religión. El hijo de José y de María nació y murió judío, nunca dio muestras de querer reemplazar el judaísmo por otra religión y su actitud fue la de un judío que tuvo el arrojo de mostrarse crítico con la religión de sus padres al aportar propuestas innovadoras (nunca pagó el diezmo, no respetaba el sábado, no cumplía con ninguna purificación, hablaba a solas con las mujeres…) que el judaísmo tradicionalista consideró inadmisibles, tanto que incomodaron al mismísimo emperador romano Tiberio quien, temeroso de una sublevación en Judea (por entonces una provincia romana) incitada por un hombre que movilizaba a las masas y desafiaba a la autoridad imperial, ordenó a Poncio Pilatos, gobernador de Judea, que se aliara con las autoridades judías con el resultado de que Jesús acabó siendo ejecutado bajo la acusación de sedición.

¿Quien fundó entonces el cristianismo?

No hay constancia escrita de que Jesús dijera algo así como: «Pedro, quiero fundar una nueva religión a la que llamaré cristianismo y a ti te encomiendo que hagas realidad mi deseo», pues si esta hubiera sido su voluntad, sin duda lo habría manifestado de un modo diáfano y no a través de alegorías, insinuaciones o ambigüedades que predispusieran a interpretaciones teológicas encontradas. 

Si hacemos caso omiso de las tradiciones, las leyendas y las libres interpretaciones que la iglesia ha hecho a lo largo de los siglos, y nos centramos en las opiniones de los expertos en historia de las religiones, del cristianismo y de la cultura neotestamentaria, es fácil concluir que fue Pablo de Tarso quien, pese a no haber conocido a Jesús, concibió y creó una religión basada en las enseñanzas de Jesús a las que tuvo acceso a través del testimonio de sus apóstoles, una información con la que creó una cristología sui generis que trasladó al mundo helénico y al resto del mundo pagano, marcando el comienzo de una religión antijudía y plena en contradicciones con muchas de las enseñanzas del verdadero Jesús, unas discordancias que los teólogos del cristianismo -sobre todo los católicos- siempre han eludido someter a debate.

En contra de quienes tradicionalmente han propagado que Jesús fundó el cristianismo como una religión aparte del judaísmo, los datos históricos que han perdurado hasta nuestros días, invitan a considerar que tras la muerte de Jesús, sus seguidores nunca lo consideraron como un dios. Ya ha quedado constancia anteriormente de que si Jesús hubiera querido crear una religión lo habría propagado a través de sus sermones. Pero no fue así, pues a pesar del  sentido crítico y transgresor con que pretendía renovar la religión en la que fue educado, nunca renegó de ser judío. Son muchas las evidencias de que Jesús divulgó una ética humanista que contemplaba como iguales a todos los seres humanos. Sus inquietudes deontológicas le impulsaban a luchar por un mundo mejor donde todos tuvieran cabida en las condiciones mas igualitarias e independientemente de su sexo, condición social o linaje. Igualmente, aunque animaba a sus seguidores a incumplir ciertos mandatos del judaísmo, nunca les instigó a que abandonaran su religión sino mas bien a que lo enriquecieran a expensas de la misericordia, la justicia, la igualdad y el amor al prójimo.

No fue pues Jesús sino Pablo de Tarso quien inventó el cristianismo y lo difundió entre los judíos y los gentiles con gran visión de futuro en su estrategia organizativa, una pericia de la que adolecieron

¿Cómo Jesús de Nazaret se transformó en Jesucristo?

Fue Pablo de Tarso quien, aproximadamente cuatro años después de la muerte de Jesús, concibió la idea de fundar una religión basándose en sus enseñanzas y con la intención de propagarla más allá de Palestina con la creación y organización de varias iglesias entre los gentiles de ciudades de Asia Menor  y también Europa (Antioquía de Pysidia, Éfeso, Galacia, Corinto, Filipos, Tesalónica…). Inicialmente, estas iglesias fueron concebidas como asambleas de fieles que creían en Jesucristo como el Hijo único de Dios, se bautizaban en su nombre, se reunían para alabar a Dios, cantaban salmos, hacían ofrendas y oraciones y escuchaban las sugerencias del obispo o del presbítero. Fue en Antioquía (primera iglesia fundada) donde Pablo comenzó a denominar cristianos a los fieles aunque siguieran apegados al judaísmo. Este y no otro fue el embrión del cristianismo, un proyecto pergeñado por Pablo que poco a poco fue adquiriendo connotaciones de singularidad, hasta consolidarse como una religión distinta del judaísmo que actualmente está expandida por todo el orbe. 

¿Quién era Pablo antes de fundar el cristianismo?

Pablo nació poco tiempo después que Jesús, más o menos entre los años  cinco y diez de nuestra era, en la ciudad turca de Tarso y en el seno de una familia acomodada de judíos fariseos perteneciente la tribu de Benjamín. Nacido greco-judío con ciudadanía romana, su educación le impregnó de una triada cultural helenística, romana y judía que le sería muy útil en el futuro. Al igual que todos los ciudadanos de su época, tenía dos nombres: Saúl, su nombre judío, (que significa invocado) llamado, y Paulo, nombre romano (que significa pequeño o poco).

Pablo no siempre fue seguidor de las enseñanzas de Jesús. Es mas, previamente a su conversión era un fariseo cumplidor estricto de las leyes que Dios dio al pueblo de Israel. Persiguió con firmeza a los seguidores de Jesús hasta que un acontecimiento cambió su vida marcando el origen del futuro cristianismo. Según la leyenda relatada en el libro de los Hechos de los Apóstoles y la Primera Carta los Corintios, yendo Saulo de Tarso de camino a Damasco fue derribado de su caballo por Jesús de Nazaret, resucitado de entre los muertos, y experimentó una súbita conversión a las enseñanzas de aquél a cuyos seguidores perseguía. A partir de ese momento Saulo creyó firmemente en la doctrina de Jesús, y cambió su nombre por el de Pablo para dejar constancia del nuevo hombre que fue desde entonces.

El inicio del cristianismo

Pablo es sin duda la figura de mayor trascendencia para entender como surgió el cristianismo, un hecho que fue posible gracias a su labor de difusión de las enseñanzas de Jesús (a quien nunca llegó a conocer) propagándolas más allá de Galilea y Judea hasta llegar al Imperio Romano

Pablo supo ser hábil y no asoció su nueva fe con un abandono del judaísmo sino que, justo al contrario, la vinculó con un crecimiento del mismo, lo que motivó que los líderes judíos tradicionalistas lo tacharan de apóstata y a la doctrina de Jesús como herejía. Para entender la estrategia de la fundación del cristianismo, es interesante tener en cuenta en que las epístolas de Pablo fueron escritas treinta años antes de que los evangelios se dieran a conocer. Este desfase cronológico propició que el primer Jesús que las primitivas comunidades cristianas conocieron era el Jesús que predicaba Pablo, mucho antes de que Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieran sobre el  Jesús de los evangelios. Estos años de diferencia proporcionaron ventaja a Pablo para estructurar su nueva religión -el futuro cristianismo- alrededor de un Jesucristo deshumanizado y con connotaciones míticasmuy distinto del auténtico del Jesús humano y nada mitológico del Sermón de la Montaña. Cuando Pablo hablaba de Jesús solía llamarlo Iesoûs Christós (Jesús el ungido), un término griego que con el tiempo se convirtió en el de Jesucristo, utilizado cuando se aludía a su faceta mística, mientras que el nombre Jesús se reservaba para su personalidad humana.  

Pablo de Tarso fundó el cristianismo

No fue pues Jesús sino Pablo de Tarso quien inventó el cristianismo y lo difundió entre los judíos y los gentiles con gran visión de futuro en su estrategia organizativa, una pericia de la que adolecieron.

Jesús como sus apóstoles, seguramente porque su objetivo no era ambicioso en lo terrenal y sí impregnado de un idealismo humanista. Pablo, que sabía bien lo que quería, encargó a Marcos, Lucas y Juan que escribieran sendos evangelios en correcto griego para poder llegar a los más importantes enclaves helénicos donde el griego era de uso corriente. En el año 40, huyendo de los judíos fundamentalistas que le perseguían, Pablo se escapó a Jerusalén donde Bernabé le presentó a Pedro y a Santiago, y fue allí donde se celebró el denominado Concilio de Jerusalén alrededor del año 49. Está fuera de duda que Pablo fue el más cualificado protagonista de la primera generación del cristianismo. Fue él quien construyó los cimientos de una reinterpretación de Jesús, iniciando una divinización de su persona que, no obstante, tardaría siglos en concretarse. 

Conclusiones

Las evidencias históricas dejan constancia de que Jesús no fundó ninguna religión. De hecho, tras su crucifixión, sus discípulos continuaron asistiendo a las sinagogas porque seguían considerándose judíos. Por el contrario, el autoproclamado apóstol Pablo, tras su espectacular conversión, se entregó en cuerpo y alma a la divulgación de su nueva fe y creó un movimiento que hoy conocemos como cristianismo. 

Sin embargo, a pesar de su condición de fundador, la preeminencia de Pablo fue efímera, pues su liderazgo le fue arrebatado muchos años después al quedar la Iglesia ya constituida, pues se manipuló la historia con el propósito de erigir a Pedro como primer papa a pesar de carecer de datos históricos que justificaran esta decisión. Acto seguido, se reelaboró en torno a la figura de Pedro una historia artificial que en Occidente aun prevalece hasta nuestros días. 

Sin embargo, tanto esta manipulación como el hecho de que un emperador llamado Constantino unificara en una estructura piramidal al conjunto de comunidades religiosas seguidoras de la nueva religión, creando una Confederación de Iglesias mediante el Concilio de Nicea (año 325), nada interfieren en demostrar lo que ha sido el objetivo de este artículo, que no es otro que demostrar que no fue Jesús de Nazaret sino Pablo de Tarso quien fundó el cristianismo.

Jesús de Nazaret no fundó el cristianismo (ni ninguna otra religión)