viernes. 26.04.2024
Fotografía de Big Potato en Unsplash
Foto: Big Potato en Unsplash

En estas fechas que en España podemos ir eliminando la mascarilla en los espacios abiertos y en muchos más lugares, parece dejamos atrás una pesadilla que ha durado demasiado, es el momento de valorar la ayuda que nos ha supuesto en el confinamiento y en las largas horas pasadas en casa muchos juegos de mesa o de “familia” que teníamos olvidados. ¿Quién no ha jugado nuevamente al parchís, las damas, el ajedrez o las cartas en este duro periodo? ¡Qué levante la mano quien no haya curioseado en el móvil o en el ordenador alguno de los casinos online que nos anuncian sin parar en las televisiones y prensa digital ¡

Probablemente la mayoría nos hayamos negado a seguir jugando en internet por la idea extendida de que los juegos se pueden escapar de nuestro control y pasarnos el día buscando hacernos ricos de golpe o dar un pelotazo como los que algunos comisionistas sin escrúpulos dieron con la compra de mascarillas a China respaldados por consistorios distraídos o directamente conchabados con esos falsos empresarios.

Cualquier persona que viaje en metro o se suba al autobús puede contemplar como la inmensa mayoría de los viajeros no levanta la vista del móvil. De vez en cuando alguna persona lleva un libro entre las manos o simplemente observa el paisaje meditativo. Son casos aislados de “gente rara” e incluso sospechosa. La atención permanente al móvil se ha convertido en un símbolo de los tiempos. Permanecemos en contacto permanentemente con las personas con las que nos relacionamos y buscamos su respuesta inmediata ante cualquier pregunta que formulamos. Consultamos con rapidez las redes sociales a las que nos hemos vinculado, escuchamos música y vemos videos con bailes llenos de color o jugamos a cualquiera de los miles de juegos que pueblan la red de redes.

Algunos psicólogos y sociólogos elaboran teorías sobre esa dependencia de la imagen, pero realmente no dista mucho de la que ya manteníamos con relación a la radio o la televisión. En la pasada semana santa pude observar en el restaurante de un hotel aislado de montaña , en el que se supone que la gente iba a desconectar, como todo el mundo desviaba la vista hacia el televisor para ver continuamente el desarrollo de las procesiones, prácticamente sin entablar conversación con sus compañeros de mesa.  Me sorprendió que no consultaran sus móviles con asiduidad…hasta que me enteré que no había cobertura telefónica ni red wiffi disponible.

Afortunadamente el hotel disponía de todo tipo de juegos de mesa y de exterior y los niños reclamaban a sus padres insistentemente jugar al parchís y al billar para pasar el tiempo. Fue una sensación extraña ver a las familias alrededor de una mesa tirando los dados y riendo con el juego. Incluso un grupo de amigos practicaron un juego nórdico que desconocía completamente. Los bolos finlandeses. Es un juego de exterior que consiste básicamente en tirar bolos con números que marcan su valor hasta alcanzar una puntuación determinada. Requiere agacharse para colocar los bolos derribados, hacer algo de ejercicio y tener algo de puntería. Y saber sumar. Curiosamente los jugadores no disponían de las reglas del juego ni podían consultarlas por internet porque no tenían conexión, lo que les obligó a improvisar unas reglas propias que hicieron más entretenida la contienda. Pasados los días y comprobadas las reglas pudieron comprobar que quien creía que había ganado la partida realmente había perdido por “pasarse de la raya” y no sumar exactamente la cifra obligatoria para ganar. Como se suele decir “Sin reglas todo vale”… como en la compra de mascarillas.

Los juegos en la pandemia