sábado. 20.04.2024

En la primera parte de esta ponencia, “Comunidad e individualización”, he explicado un aspecto, el concepto de comunidad y el vínculo social de los individuos, con el doble sentido del proceso de individualización. En esta segunda parte, analizo otros tres aspectos encadenados: La interacción entre intereses y derechos individuales y colectivos, es decir, entre procesos de empoderamiento personal y relaciones comunitarias; el carácter de la solidaridad (fraternidad y sororidad) y su relación con la igualdad y la libertad y cómo se configuran en el contrato social y la experiencia del feminismo; los sujetos y la democracia participativa, en particular el papel de los movimientos sociales y las identidades parciales y su relación con un sujeto global y el universalismo. Parto del marco sociopolítico explicado en el libroDinámicas transformadoras. Renovación de la izquierda y acción feminista, sociolaboral y ecopacifista”.

  1. La interacción entre intereses y derechos individuales y colectivos
  2. La solidaridad y su relación con la igualdad y la libertad
  3. Sujetos y democracia participativa

La interacción entre intereses y derechos individuales y colectivos

En el desarrollo del capitalismo se encadenan tres procesos: individualización, fuerza de trabajo (libre e igual en lo formal) y economía de mercado como nueva relación de dominación de las nuevas élites (burguesas). Es en ese marco en el que autores como el sociólogo Andrés Bilbao explican la justificación liberal de la relación del nuevo individuo como fundamento de la sociabilidad, entendida como nuevo orden social… capitalistaSiguiendo a Karl Polanyi, supone una profunda crítica a los fundamentos individualistas del liberalismo que apunta a generar otras bases de la sociabilidad, que no pueden ser las de la sociedad tradicional desigualitaria y dominadora de las viejas élites premodernas y conservadoras que pretendían representar su particular bien común estamental o corporativo.

La alternativa liberal dominante es partir del interés individual (el egoísmo) como elemento base del que se formaría el interés general. Es ahí cuando aparece la diversidad de justificaciones sobre si es suficiente esa espontaneidad regida por las leyes del mercado sin intervención estatal (Smith, Mandeville), o es insuficiente para garantizar la sociabilidad y es preciso la articulación externa al individuo y a la economía por parte del Estado (el Leviatán de Hobbes), ya sea en la versión autoritaria o en la democrática. Por otra parte, también existen formulaciones intermedias de una ética pública que defina valores y derechos humanos (Kant).

La alternativa liberal dominante es partir del interés individual (el egoísmo) como elemento base del que se formaría el interés general

Pero el núcleo duro del individuo, como base del orden social, se mantiene como fuente de legitimidad, junto con el apoyo de las instituciones públicas, más o menos subsidiarias. Se combina la cultura individualista liberal, con una amalgama de estructuras sociales e intereses y valores globales, constituyéndose la dominante tendencia liberal-conservadora.

Por tanto, existe una tensión, sin descartar la complementariedad, entre intereses y derechos individuales y los colectivos; entre empoderamiento personal y relaciones comunitarias. A veces lleva a fuertes dilemas morales y de justicia en la relación entre el bien (común o la decisión de la mayoría democrática) y el mal (definido por los poderosos o estructuras dominantes minoritarias) siempre justificado por un supuesto bien más general (del Estado, la Patria, la Humanidad… o Dios).

Los dilemas morales se complican cuando la elección no puede ser entre el bien o el mal (aceptados democráticamente) sino como nos enseñaron ya desde la tragedia griega la elección solo es posible entre dos males. Y el sentido trágico consiste en escoger el mal menor a sabiendas de que causa también sufrimiento o negativas consecuencias materiales y morales aunque menos que la otra opción, el mal mayor. 

No obstante, para evitar la mera resignación o el simple posibilismo adaptativo y sabiendo que siempre es una opción mala o con componentes problemáticos, es imprescindible un esfuerzo práctico, moral y estratégico para construir el bien y superar ese mal, aunque sea relativo. Es decir, en sentido realista, tener capacidad para soportar el mal, a corto plazo, pero sin legitimar la situación y el equilibrio de fuerzas causante y, al mismo tiempo, poner las bases sociopolíticas y culturales para su superación a medio plazo. 

En esta sociedad hedonista nos enfrentamos a profundos procesos de involución social y democrática con amplio sufrimiento y malestar popular

En esta sociedad hedonista y con la búsqueda legítima de la felicidad en todo momento y circunstancias nos enfrentamos a profundos procesos de involución social y democrática con amplio sufrimiento y malestar popular. Las dinámicas transformadoras conllevan conflictos morales, particularmente entre el interés individual inmediato y el colectivo, entre los objetivos particulares y los generales como los compromisos sociales y comunitarios. La realidad sociohistórica, las relaciones familiares, interpersonales e internacionales, así como la descripción literaria y cinematográfica abundan en ejemplos de esos conflictos morales, irresolubles por la simple regla democrática de mayorías y minorías, ni por la prioridad absoluta y rígida de lo individual o de lo colectivo.

En definitiva, la democracia es un marco institucional de diálogo, deliberación y decisión del pueblo soberano, articulado en mayorías y minorías, con procedimientos regulados y, en su caso, de consensos amplios o mayorías reforzadas, con tolerancia, respeto, reconocimiento y convivencia para individuos y minorías, bajo el doble criterio ético del bien común y el bien de los individuos. 

La solidaridad y su relación con la igualdad y la libertad

Los tres valores relacionales, solidaridad (fraternidad y sororidad), igualdad y libertad (más la democracia y la laicidad) están interrelacionados y deben contemplarse en su interacción respecto del conjunto. Desde ese punto de vista conviene diferenciar los tres tipos de justicia: igualdad de trato (sin discriminación), según méritos (equidad), según necesidad. No los detallo, lo he desarrollado en otro ensayo: Igualdad y libertad: fundamentos de la justicia social.

La solidaridad, como valor individual y comunitario fundamental, hay que diferenciarla en un doble plano. Por una parte, la solidaridad institucionalizada, el Estado de bienestar, y el contrato social (y laboral). Por otra parte, la solidaridad comunitaria, el apoyo mutuo y la reciprocidad (y el afecto) en las relaciones interpersonales y familiares, el asociacionismo cívico y el cooperativismo. Ambos suponen una experiencia solidaria, de superación del simple criterio del beneficio propio como guía del comportamiento humano. Tienen, pues, un componente educativo y ético, además de un criterio de compensación y reciprocidad y unos efectos redistributivos e igualitarios y, por tanto, de garantía de la libertad individual y colectiva para decidir sobre el propio destino y el de la colectividad.

Conviene diferenciar los tres tipos de justicia: igualdad de trato (sin discriminación), según méritos (equidad), según necesidad

En particular, el feminismo ha sido y es un profundo proceso igualitario-emancipador-solidario, tal como he señalado en el libro “Identidades feministas y teoría crítica”. Se ha enfrentado al reparto desigual de papeles sociales en la reproducción y los cuidados, y frente a la discriminación femenina. Ha desarrollado múltiples experiencias solidarias y liberadoras, con un nuevo modelo de familia y de relaciones sexuales e interpersonales más justo y equilibrado, superadoras del sometimiento a esa estructura familiar tradicional y patriarcal (‘comunitaria’ pero regresiva) y a las desventajas y la desigualdad de género con el dominio y las ventajas de los varones. La división por sexo/género es funcional para el orden institucionalizado desigual que ampara el poder establecido. Aquí, solo destaco que el empoderamiento individual y la liberación personal junto con la solidaridad y la igualdad han constituido las bases de un feminismo crítico y transformador, inserto en las propias trayectorias vitales y la interacción de lo personal y lo público. Junto con otras dinámicas de solidaridad activa, constituye una experiencia más profunda y multidimensional que otros movimientos y trayectorias sociales en esta temática que nos ocupa.

Sujetos y democracia participativa

Sujeto colectivo es un concepto relacional y sociohistórico. Está asociado a una identidad colectiva, una experiencia y unos vínculos entre sí con una realidad similar, unos rasgos socioculturales comunes, incluido un relato interpretativo, y un proyecto transformador compartido. Es un paso más profundo y duradero que el simple actor o agente social. 

La democracia y los derechos humanos constituyen un universalismo moral y democrático antiautoritario de los pueblos (y élites) vencedores en la IIª Guerra Mundial, base constitutiva de la ONU. La democracia como soberanía popular, con esa base ética, entra en conflicto con las clases dominantes, en particular con las tendencias reaccionarias y neoliberales, que intentan legitimarse como representación del interés general, nacional o de la humanidad. 

La democracia y los derechos humanos constituyen un universalismo moral y democrático antiautoritario de los pueblos (y élites) vencedores en la IIª Guerra Mundial

No obstante, es preciso el realismo para valorar la existencia de fuertes fracturas sociales: El conflicto de clases, la diversidad étnico cultural y de sexo-género. En ese sentido, es fundamental, desde una perspectiva de progreso, la participación cívica y el pluralismo político. 

En el plano sociocultural hay una tensión entre, por un lado, el identitarismo parcial y el relativismo cultural y, por otro lado, la conformación de un sujeto global (diverso y plural, con identidades mestizas, múltiples e integradoras), basado en un universalismo moderado. Y ambos niveles, grupal y general, aparte de poder ser ambivalentes, progresistas o regresivos, abiertos o rígidos, interactúan con los individuos concretos y sus derechos personales y colectivos.

En definitiva, los riesgos para la democratización son las tendencias hacia la hegemonía y el autoritarismo de los poderes fácticos desligados de la voluntad popular. Pretenden la representación hegemónica del interés general, como primacía del poder establecido y la jerarquización de intereses e identidades particulares de las minorías dominantes. Con ello se produce el debilitamiento de la democracia sustantiva y procedimental. Persiguen el consenso u homogeneidad sociocultural y la legitimación política de las élites dominantes con el riesgo del autoritarismo y el cierre de la democracia. La alternativa es una democracia social avanzada, basada en los grandes valores de igualdad, libertad y solidaridad y en un equilibrio variado según los contextos entre los intereses y derechos individuales y los colectivos, entre empoderamiento personal, sociabilidad democrática y desarrollo comunitario. 

Lo individual y lo colectivo