martes. 19.03.2024
juntas por la Pública
Foto: Juntas X La Pública

Dolor, estupefacción, desilusión, enfado, vergüenza, incredulidad… No sé cómo describir el sentimiento tan intenso que tengo en mi interior. El dolor es punzante, agudo, agónico, por un bien general en el que siempre he creído, una sanidad pública, universal y gratuita en la que he basado toda mi vida desde los cuatro años y que ha dado sentido a mi existencia por encima de agotamientos, falta de medios, pandemia, políticos, etc…

Y sobre todo por el mundo rural, al que he dedicado mi vocación y mucho de mi tiempo personal, actuando por encima de mis obligaciones. Sí, con orgullo puedo decir que he dedicado mi vida a la salud en el mundo rural. Un mundo que, con sus dificultades, me ha devuelto amor, confianza, cercanía, arraigo, humanidad...

Un mundo en el que he sido feliz a manos llenas, viendo el impacto cercano de mi trabajo en tantos y tantos pacientes de todas las generaciones (de 0 a 103 años lo he atendido todo).

He estado ahí, acompañando, consolando, escuchando, y cuando me ha sido posible, curando o derivando a recursos con más medios que yo, para facilitar la resolución de tantos y tan variados problemas de salud física, mental y emocional.

Tratando de dar a mis pacientes lo mejor de mí, cumpliendo la promesa que me hice a mí misma de ser fiel a mi juramento hipocrático, tratando a mis pacientes con el mismo interés y dedicación que a mi propia familia, reclamando para ellos aquellos medios que, a mi modesto entender y gracias a mi extensa experiencia práctica de más de 33 años, me parecían necesarios y justos, aunque vivas en un pueblo a 50, 60 o 90 km del hospital más próximo. Todos somos importantes.

Veo con rabia e incredulidad cómo se destruye una sanidad pública mantenida con mucho esfuerzo (sobre todo de unos profesionales con vocación de servicio público), desmantelada por unos políticos fríos y calculadores que sólo ven a las personas como números para engrosar su número de votos, esos que los mantienen como servidores públicos a sueldo de todos los contribuyentes (algo que se les ha olvidado en el camino al poder). Esos mismos que se jactan de la fantástica sanidad pública que tenemos, mientras evitan agradecer y reconocer de quién es el mérito de sus logros (los profesionales de todos los estamentos).

No quiero, me niego a que destruyan lo que amo, no quiero que se menosprecie a los profesionales que la constituyen, que la engrandecen y que, como yo, han entregado su vida, su tiempo de ocio (robado a su descanso y su familia), para mantenerse continuamente formados y actualizados para ofrecer lo mejor a aquellos que dependen de nosotros, los enfermos, aún a costa de nuestra salud física, mental y emocional.

Con los pasos dados por nuestras autoridades en las últimas semanas, sólo me queda enfado, incredulidad y vergüenza ajena, y la firme decisión de pelear hasta el final con uñas y dientes y con los escasos medios a mi alcance, por una sanidad rural digna como hasta ahora y que tanto y tanto me ha dado.

Así no, conmigo no.

No al nuevo Plan de Urgencias y Emergencias Extrahospitalarias de la Comunidad de Madrid.

María Isabel de Barrio Tejada, médico SAR

Imagen: Juntas X La Pública

El grito indignado de una médica rural