viernes. 29.03.2024
Charranes
 

Es costumbre que los partidos políticos, además de otras entidades, sean civiles o religiosas, tengan una mascota o un símbolo. Pueden ser animales, plantas y objetos de diversa naturaleza. Desde yunques, hoces y martillos hasta rosas, elefantes, burros, cabras, gaviotas y charranes. Con el tiempo se convierten en signos de identidad de tales partidos o instituciones privadas y públicas e, incluso, en símbolos patrióticos que, con frecuencia y de forma inevitable, se elevan a categoría sagrada. Lo mismo que los himnos y las banderas.

La rosa representa la socialdemocracia, el tucán al Partido de la Social Democracia Brasileña y el tigre a la Liga musulmana de Pakistán. El elefante, que identifica al Partido Republicano, surgió durante la guerra civil en EE.UU. Lo utilizó Lincoln en su campaña electoral en varios carteles. El burro, que lo es del Partido Demócrata, se debe a que a uno de sus primeros candidatos a presidir la nación, Andrew Jacksib, se le acusó de tozudo y estrecho de miras, como las del burro dijeron, aunque bien sabemos que los asnos son obedientes y cargan con todo lo que les echen encima de su lomo. El tal Andrew lo entendió así y aceptó con humor la comparación con la acémila. Hasta hoy.

En la actualidad, la gaviota ha identificado al PP. Este símbolo lo eligió Fernando Martínez Vidal. Aunque el hombre aclaró que no se trataba de una gaviota, sino de un charrán. Nadie le hizo mucho caso. El charrán recordó Martínez “vuela alto y no es carroñera”. Lógico: “Somos un partido que no nos debemos meter entre la basura y ponemos las miras muy altas”. Lo hizo en 1989, en tiempos de Fraga. Su creador decía que “el símbolo tenía que ser algo que representara la libertad”.

Como digo, el PP nunca ha sido el partido del charrán, sino de la gaviota. Y, la verdad, entre un nombre y otro, no sé que connotaciones son peores, las del primero o las de la segunda, aunque ambas aves sean de la misma familia, la de los láridos, del griego larós.

La palabra charrán, en su primera acepción, se refiere a quien “actúa sin honradez o con maldad”. Es sinónimo de pillo, granuja y malvado. Connota suciedad en sus actos y procedimientos. Para colmo, lo digo por aquello de la fiebre del patriotismo lingüístico cervantino que le entró al PP a última hora, charrán es de origen árabe, de šarrál, con el significado de “vendedor de jureles, ya que se le atribuía a este gremio la astucia y la picardía”. La RAE, en su segunda acepción del término, dirá que charrán es: “Ave marina de cuerpo grácil, parte superior de la cabeza de color negro, pico largo y afilado y cola profundamente ahorquillada”. Ni siquiera recalca que los charranes sean de color azul, habitual color en las primera banderas del PP.

Bien, gaviota o charrán, lo cierto es que el PP eligió gaviota charranada o charrán agaviotado, porque dicha ave representaba lo más significativo de la formación política: volar alto, no ser carroñero y amar la libertad… sin ira. La gaviota o charrán representaba las esencias espirituales, tácticas y estratégicas, del PP. Si no, hubiera sido de idiotas elegir una mascota por la que no se sentía ninguna afinidad.  

Pero se agolpan las dudas. Es para preguntarse si, como los republicanos estadounidenses vieron en el burro el signo de la tozudez –la llamamos constancia cuando la practican los demás–, y la estrechez de miras –lo es, cuando el otro piensa lo contrario que uno–, Martínez al elegir charrán o gaviota, sabía lo que se hacía o, por el contrario, fue un visionario que, cual popular Casandra, vaticinó la guerra cruel en que se iba a desatar la colonia de estas aves con picos afilados, duros y largos, sean gaviotas o charranes, respectivamente.

Eso, o aceptar que Martínez Vidal se equivocó al elegir charrán en lugar de gaviota. Porque en la práctica el espectáculo cainita que están ofreciendo los dirigentes del partido más se parecen a gaviotas que a charranes.

Desde 1989, año en que apareció el símbolo de la gaviota del PP, nunca se vio protestar al partido porque la gente confundiera una gaviota con un charrán. Es que decir que el PP era el Partido de los charranes, además de cacofónico, hubiese originado chistes a todas horas. Por su significado: pícaro, charlatán, ladrón y, para colmo, palabra de origen árabe, eso, sí, árabe hispánico.

No soy quién para afirmar que las características de la gaviota sean consustanciales al PP. Pero, a la vista del espectáculo que están dando sus dirigentes, algunas de ellas les sientan muy bien. Quizás, la mejor de todas sea la que los ornitólogos atribuyen a algunas colonias de gaviotas: la de hacer el mobbing acosando a otras congéneres. a quienes no dudan en matar por considerarlas unas intrusas o poco respetuosas con la colonia a la que pertenecen.

Entre gaviotas y charranes