jueves. 28.03.2024

El más que influyente filósofo y social-libertario francés Castoriadis (de origen indisimulablemente griego) insistía en que la democracia era esencialmente el régimen de la auto-limitación y debo insistir, el régimen de la auto-institución y es ahí, donde estriba en gran medida la gran tragedia del ser humano y de la propia democracia. No existe un modelo donde apoyarse ni en quien fijarse somos nosotros mismos, quienes debemos enfrentarnos a nuestras posibilidades y ante nuestras limitaciones. 

Es decir, no hay nada, no existe nada “per se” que pueda poner límites al poder humano. Y eso viene a significar duda, aislamiento, responsabilidad, asimilación, en definitiva, un estado de ánimo trágico. Pues, somos nosotras/os quienes debemos de encontrar las leyes que hemos de adoptar, los límites no están trazados de antemano, por ende, la gran tragedia a lidiar, nada a envidiar a las memorables tragedias atenienses. Lo que me interroga, ¿cuál es el papel de la tragedia en la condición humana en la auto-limitación democrática? Y ¿cómo interpretarlo en la complejidad social en la que nos desenvolvemos? 

¿Cuál es el papel de la tragedia en la condición humana en la auto-limitación democrática?

Deberíamos partir del hecho de que la auto-limitación es indispensable, precisamente porque el ser humano es “terriblemente” terrible, y porque no hay nada externo que de alguna manera sea capaz de limitar esa facultad de ser terrible. En línea, Kierkegaard hablaba de conflicto permanente… “lo uno o lo otro”, poderes institucionales enfrentados incapaces de abordarse mutuamente porque uno evita al otro, encontrándonos, entonces, que lo que debiera mantener cohesionado al Estado está disuelto. Todos quieren mandar, pero sin tener la responsabilidad de sus actos que siempre serán provocados por “lo otro”. Lo que nos hace entrar en cierta realidad cómica-subjetiva tan unida a la tragedia. La falta de reflexión se hace aquí pilar fundamental, nos resistimos a la reflexión, es decir, a su propia existencia, a sus pasiones constitutivas y excluyentes: esperanza y desesperación; subjetividad incapaz de metabolizar la contradicción de la existencia humana y que nos limita. ¿Cuál sería la reflexión que representará el actual momento? La reflexión despierta: Conciencia. 

La conciencia es lo decisivo (auto-conciencia). Cuanta más conciencia, más yo, más voluntad. Un ser humano que no tiene voluntad no es un yo; pero cuanto mayor sea su voluntad, tanto mayor será también la conciencia de sí mismo. Y que nos devolvería a que, para dirimir la propia existencia de una sociedad democrática, serán sus pasiones, constitutivas y excluyentes: esperanza y desesperación, la esperanza de todo por hacer y la desesperación de esa necesaria madurez el pasar de una relativa comodidad infantil a la compleja y complicada edad adulta. Y que nos sitúa frente a la “la terrible” realidad de su autodestrucción.

Toda sociedad es autocreación, autoinstitución y autolegislación, no existe lo inamovible e insisto esa es la tragedia humana ante la democracia

De eso se trataría, de asumir que no somos lo que tenemos que ser y sí lo que queremos y podemos ser como sujetos-políticos y por ende como sociedad, pues toda sociedad es autocreación, autoinstitución y autolegislación, no existe lo inamovible e insisto esa es la tragedia humana ante la democracia en un aquí y en un ahora en el que tanto nos jugamos. Ahora más que en ningún otro momento, es el momento, debemos preguntarnos si cada sociedad se conforma en base a lo que ella crea… ¿qué creencias y, por ende, qué sociedad estamos creando? Estas irián cogidas de las distintas interpretaciones que vayamos haciendo. Y que me sugiere esta otra ¿por qué la democracia y no cualquier otro sistema? 

Evidentemente la reflexión queda servida y los discursos a fundamentar, esa creo podría ser la esperanza envuelta en la implícita de… ¿qué cualquier otro sistema? Pero parece que no tenemos ni el coraje ni la capacidad de admitir que no hay un modelo dado por una religión o por una ideología, sino que somos nosotras como sociedad las quienes debemos crearlo. Esa es la gran tragedia. Pues no se es democracia, se hace democracia y como gritaba Goethe ¿qué somos? ¡Somos política! Lo político, todo aquello que concierne al poder explícito (los modos de acceso a él, el modo apropiado de gestionarlo, etc.). Reflexión, conciencia, voluntad, acceso y gestión del poder. Tragedia venida, presente y por venir. 

Discursos, esperanzas, mas siempre tragedia