jueves. 28.03.2024

Tuve que irme de vacaciones en el mes de julio por razones personales. Cuando se lo comuniqué a amigos y allegados preguntaron casi al unísono: ¿pero, vas a quedarte el mes de agosto en Madrid aguantando la visita del Papa? No alcancé a ver de inmediato el significado de tanta preocupación. Ahora ya sé el porqué y el significado de lo que me querían transmitir.

Sin duda ha sido una visita saturada de luces que te deslumbran en vez de aclararte y te dejan sumido en mayor oscuridad si cabe. Será porque soy de otra cultura o de otra religión o por la razón que mejor les parezca, pero a mí que me expliquen cómo una persona puede predicar contra el hambre y la injusticia, cuando todo lo que le rodea es sinónimo de opulencia y de derroche: propiedades, bienes y transacciones financieras millonarias, anillos de oro y piedras preciosas, crucifijos de alto valor, alta costura, utensilios de oro, plata y cristal. Riqueza, despilfarro, ostentación, parafernalia grandilocuente de los que se dicen continuadores de un Cristo que, si resucitara volvería a empuñar el látigo contra tanto fariseo.

Vi con asombro los centenares de confesionarios públicos que desperdigaron por la ciudad. ¿Eran para confesar los pecados cometidos antes de la visita o los que preveían se iban a cometer durante la misma? ¡Daban por hecho que buen número de almas puras e inocentes iban a caer en las garras de Satán! Pero ahí estarían ellos ¡nunca ellas! velando por la integridad de las almas en perdición, esforzados pastores, custodiando los espíritus descarriados y propiciando su arrepentimiento, favoreciendo la remisión de sus pecados.

Tengo dudas y subsisten interrogantes, no sabemos, no sé, si para aquellos que no hayan querido salvarse a través de la confesión, se agenciaron oficinas donde comprar las bulas para poder pecar sin peligro. Estoy casi seguro de que algo de eso ha tenido que hacerse, no iban a olvidar o improvisar en cosas tan serias y de tanta enjundia.

¡Cómo no, amigo Sancho, si con la iglesia nos hemos topado y de pagar no hay manera de escapar!

Otra de las dudas que me asaltaron durante los días que duró la visita papal es sobre la naturaleza de la visita. No he llegado a elucidar si se trató de una visita de Estado, o únicamente de carácter espiritual, quizás exclusivamente evangelizadora, o si se pretendió dar el pistoletazo de salida de una nueva cruzada. En esos días, que se me hicieron eternos, he visto un poco de todo, el cielo, el infierno, las hostias consagradas y otras tantas hostias sin consagrar pero no menos contundentes, vírgenes, cristos, curas y monjas por todas partes y a todas horas. Y el “puto” helicóptero, perdonen la expresión, pero ¡qué agobio! Yo que vivo en el centro, cerquita del mogollón, sé de lo que hablo.

Uno de los primeros actos del Papa era dar un sermón en Cibeles, pero antes hizo una parada en la Puerta de Alcalá donde le recibieron unos adolescentes para cruzarla simbolizando así y allí el punto de partida de los cuatro días de densa espiritualidad, de paz y de eterna luz. ¡No es difícil comprender por qué eligieron esa escenificación y en esa puerta precisamente, nada ha sido dejado al azar! ¡Puerta de Alcalá, símbolo de la resistencia antifascista, ahora atravesada por el que sus seguidores llaman Vicario de Cristo, portado por haces de luz divina! Ahí estaban Rajoy, Gallardón, la Aguirre y el pletórico Rouco Varela, embaucados ante tamaño espectáculo.

Hace unos pocos meses en ese mismo lugar despedimos a uno de los hombres más nobles y coherentes que ha dado este país, eterno militante por la justicia y la libertad, Marcelino Camacho, y ahora lo eligen para escenificar el desembarco de unas nuevas cruzadas contra todo lo que apunta en el sentido preconizado por Marcelino.

Qué despliegue, qué exhibición, que sometimiento absoluto de una ciudad rendida y tomada por las tropas celestiales, todo lo que se mueve, todo lo que se hace y se dice es por y para la causa del Señor…..del señor Ratzinger y sus acólitos.

Un millón de jóvenes, se dice pronto, a sus anchas por toda la ciudad, con claros signos de padecimiento y fatiga, no por noches de francachela como otros ¡no! sino por los efectos de la penitencia, por amor a Jesús y a María, a Benedicto y a Rouco Varela. Y, de rebote, a los Rajoy, Esperanza, Gallardón, Botella y demás amigos del alma, que asomaban por todas partes dispuestos a recoger alguna porción de ese amor de los peregrinos.

Ay de mi si no fuera por la manifestación laica. Tenía decidido ir aunque fuéramos cuatro. Pero qué va, a pesar del sofocante calor, a pesar de las vacaciones, a pesar de los medios de comunicación de la caverna y de algunos medios públicos, a pesar de todas las trabas y a pesar de todos los pesares, el pueblo de Madrid respondió, sin subvenciones, sin subsidios ni patrocinios ¡Cómo te quiero Madrid! Era un desfile enorme por su dimensión y por su significado, quisieron camuflarlo, distorsionarlo y enturbiarlo, pero nada de nada, cuando una cosa luce por luz propia las luces artificiales se desenmascaran y se desvanecen. Y esto les molestó y mucho, querían hacernos tragar su exhibicionismo seudo-devoto como si de verbenas, festejos y celebraciones se tratara y se les aguo la fiesta.

Rajoy, Aguirre, Gallardón, Cospedal, Pons, Botella, Rouco y sus respectivos voceros mediáticos salieron en tromba clamando al cielo e invocando a Dios y al espíritu santo contra los sátrapas que osaron distorsionar el buen discurrir de la toma de Madrid. Les molestó y mucho ver un interminable desfile de gente, colorido, heterogéneo, diverso, que no quiso aceptar el sometimiento sutil y explicito a la uniformidad y pretendida hegemonía del catolicismo. Y no por ser una opción religiosa, ya que entre los manifestantes y los convocantes de la propia manifestación hubo numerosos creyentes, sino por lo que representa esa religión y particularmente su jerarquía para la historia reciente de este país.

La manifestación supuso un punto de inflexión determinante y nada de lo que sucedió después en esta visita del Papa tuvo ya el mismo significado. A pesar de sus extravagancias, sus exageraciones, su incongruencia y su espíritu provocador, aquí y en el resto del mundo, prevalecieron los valores defendidos por los manifestantes.

Las denuncias de los laicos hicieron mella en la parafernalia propagandística montada por los organizadores de la visita papal. Se mostraron al desnudo los comportamientos, los intereses, y las fobias de cada cual. Adquirieron su verdadero significado y pusieron de manifiesto la intencionalidad de cada paso que se dio. El despliegue policial y su brutalidad contra los manifestantes, el profundo respeto, cuando no encubrimiento, de las fuerzas de orden público hacia la curia y los creyentes provocadores, el exhibicionismo prepotente de los doscientos confesionarios instalados en el retiro, el vía crucis en pleno agosto y en pleno corazón de Madrid entre Colón y Cibeles, en el que la penitencia duró hasta altas horas de la madrugada, el paso de más una procesión delante del propio Congreso de los Diputados, como se fuera un tributo especial al señor Bono, el gesto premeditado que supuso atravesar el primer día la Puerta de Alcalá.

Todo esto lo escribo al filo de mis reflexiones y de mis recuerdos, pero no lo pienso contar a mis amigos cuando vuelvan de sus vacaciones, no me creerían, no lo sabría explicar convincentemente, la dimensión de lo ocurrido en Madrid estos días se ha tenido que vivir personalmente, nadie que no lo haya vivido conseguirá transmitirlo fielmente y en toda su amplitud.

Qué semana hemos padecido, pero qué manifestación de racionalidad hemos disfrutado, las verdades pusieron freno a tanto disparate y les despertó de su levitación. No se olvidarán de ella como tampoco se olvidarán del penúltimo acto en Cuatro Vientos, donde una tormenta dejó sin voz y sin cruz a Benedicto. Pasarán días intentando descifrar el significado de dicha embestida divina, del día en que se les mojaron una parte de las hostias y tuvieron que deshacerse de ellas. El Papa estará pensando que su evangelización puede interrumpirse en cualquier momento, Esperanza pensará que su cupo de buenas estrellas se ha agotado y Rajoy pensará que no va a ganar las elecciones y con ello se cumplirá la premonición de la pitonisa amiga de Buenafuente ¡Amén!

Con la iglesia hemos topado