lunes. 17.06.2024

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El objeto de reflexión es la evolución y la actual encrucijada en que se encuentra la izquierda transformadora. La analizo en el marco de los desafíos estratégicos del bloque democrático y plurinacional para asegurar una dinámica de progreso, en beneficio de las mayorías sociales, que impida la involución autoritaria y regresiva de las derechas. Doy por supuesto un contexto estructural, económico, sociohistórico y geopolítico en el que se implementan e interactúan los dos procesos, el de la izquierda alternativa y el del conjunto de ese bloque progresista, en particular el Partido Socialista y la izquierda nacionalista. 

El libro de referencia, “Izquierda transformadora”, tiene un doble componente, analítico y teórico, con un enfoque que llamo de realismo social y crítico, desde las ciencias sociales, en particular desde la Sociología política y la de los Movimientos sociales, la acción colectiva y el cambio social, así como la Sociología del género. Aquí me voy a centrar en ese diagnóstico sobre las perspectivas de la izquierda alternativa. 

Utilizaré preferentemente la denominación izquierda transformadora, para señalar sus dos rasgos más significativos: su vinculación a las mejores tradiciones democráticas, igualitarias, emancipadoras y solidarias, y su vocación de cambio sustantivo de las relaciones de poder y de profundo proceso reformador de las condiciones sociales desiguales. Aunque también utilizaré otros nombres como fuerzas del cambio de progreso, izquierda alternativa o izquierda del Partido Socialista. Forma parte del conjunto de las fuerzas progresistas, pero con algunas señas de identidad adicional como su feminismo, su ecologismo, su neolaborismo o su plurinacionalidad, así como con el perfil de una izquierda democrática, consecuente y renovada, diferenciada de las tendencias moderadas, continuistas o socioliberales de la socialdemocracia.

El tema para explicar son sus hechos y sus tendencias, así como su vinculación con los relatos y discursos, es decir, con los procesos de legitimación social y las expectativas electorales. Se trata de analizar el presente y el pasado para prevenir y vertebrar el futuro. El interés es conocer la realidad, el análisis concreto de la situación concreta, para adecuar las estrategias de cambio y potenciar la capacidad transformadora de las capas subalternas, de la ciudadanía; se trata de modificar las relaciones de fuerzas sociales y políticas hacia un futuro liberador, y mejorar nuestra acción colectiva, nuestra política, para empujarla en una dirección igualitaria.

El interés es conocer la realidad, el análisis concreto, para adecuar las estrategias de cambio y potenciar la capacidad transformadora de las capas subalternas, de la ciudadanía

¿CAMBIO DE CICLO PROGRESISTA? ¿HACIA UN BIPARTIDISMO IMPERFECTO?

Hablo de encrucijada estratégica porque tras casi quince años de inicio del ciclo de activación cívica y respuesta progresista existe el debate sobre su final, el cierre del ciclo, con un cambio cualitativo en las tendencias sociopolíticas y las relaciones de fuerzas políticas en ese campo democrático y de izquierdas. 

Existe una interpretación interesada sobre el cierre del proceso de cambio, el agotamiento del impulso reformador del 15M, en sentido amplio, con el debilitamiento del espacio político del cambio de progreso, y una nueva hegemonía socialista, con mayor continuismo y una subalternidad de las fuerzas alternativas, Sumar y Podemos, que tendrían una limitada operatividad movilizadora y gestora, aunque con cierta influencia institucional y discursiva.

El objetivo del poder establecido, desde el comienzo de esta etapa, ha sido frenar, debilitar y marginar esta dinámica transformadora y su expresión político institucional, en particular Podemos y su desafío de sorpassoal PSOE, con la superación del bipartidismo gobernante. Esta izquierda social y política se caracteriza por su radicalismo reformador, especialmente en dos campos: la justicia social y la democratización política, incluida la territorial. La normalización político-institucional consistiría en la vuelta a un bipartidismo imperfecto, sin el condicionamiento al Partido Socialista (y al conjunto del sistema) por una fuerza consistente y reformadora a su izquierda. 

Bajo ese plan volveríamos a la simple alternancia bipartidista con el continuismo en los distintos planos estructurales y de poder y un papel periférico de las fuerzas alternativas. Formulado como hipótesis, ese diagnóstico pretende tener un carácter performativo; su ‘realismo’ busca la legitimación del poder establecido y la crítica descalificatoria de irrealismo a toda dinámica de cambio sustantivo. Solo se deja margen para una acción discursiva, más o menos moralizante, pero inoperativa para fortalecer la capacidad transformadora y la articulación de sujetos y estrategias que promuevan un cambio real y significativo. La solución sería la simple adaptación más o menos oportunista al perímetro impuesto por los poderosos, no por la sociedad y las capacidades de las izquierdas y fuerzas progresistas. 

No obstante, para transformar hay que partir de la realidad, convenientemente interpretada; el optimismo analítico es un idealismo. La voluntad transformadora se basa en el realismo, en partir de las relaciones de poder y según la capacidad de los sujetos sociales, incluida su subjetividad y los valores frente a la injusticia. Hay que tener en cuenta que para las capas subalternas su fuerza deviene de su articulación democrática, no de su subalterno estatus de control y dominación de las estructuras sociales, económicas e institucionales. Su influencia o poder contrahegemónico, en disputa por la configuración del propio Estado, deviene de su articulación sociopolítica en conflicto con los poderosos, empezando por las estructuras básicas, el asociacionismo popular, el municipalismo y las instituciones representativas o parlamentarias. Como se sabe, luego están los Gobiernos, como gestión pública, y al fondo los poderes socioeconómicos y estructurales, más o menos ocultos, autónomos de las instituciones democráticas y cada vez más autoritarios ante la presión democratizadora.

La normalización político-institucional consistiría en la vuelta a un bipartidismo imperfecto, sin el condicionamiento al Partido Socialista por una fuerza consistente y reformadora a su izquierda

OLA Y SURFISMO. DINÁMICA SOCIAL Y REPRESENTACIÓN POLÍTICO-INSTITUCIONAL

Otra distinción fundamental sobre esa izquierda es su doble ámbito: como campo y dinámica social (sociopolítica, cultural y espacio electoral), y como expresión política, con su articulación y representación político-institucional. En este sentido, tiene interés la experiencia sociohistórica de la formación y la relación entre ambos campos. De forma metafórica he utilizado la expresión de la interacción entre ola (o marea) y surfistas. Veamos su concreción histórica.

Podemos aprender de tres enriquecedoras experiencias: en los años sesenta/setenta, el movimiento antifranquista y la configuración de las izquierdas, moderadas y radicales; en los años ochenta, elmovimiento anti-OTAN y el sindical (en menor medida el feminista y, en otro sentido, el nacionalista) y la formación de Izquierda Unida, aparte de todo un tejido asociativo progresista; desde 2010, el proceso de protesta cívica, llamado 15M, pero más amplio y multidimensional, con la conformación de las fuerzas del cambio de progreso, junto con las experiencias municipalistas y la articulación específica de Unidas Podemos y sus convergencias y después la coalición Sumar; además, aparte del procés catalán, podemos añadir la continuidad de dinámicas de activación cívica masivos como la cuarta ola feminista o, ahora, de movilizaciones significativas para la defensa de la sanidad pública o la solidaridad con el pueblo palestino. 

Se trata del ciclo actual de progreso que considero que no se ha agotado, pese al empeño de los grupos de poder por su cierre, en la doble dimensión como activación cívica y como espacio socioelectoral y político.

Añado dos aspectos. Uno, el papel destacado del propio movimiento sociopolítico, con amplitud de activistas, en un determinado contexto, con la interacción y el posterior refuerzo de la conformación de un espacio socioelectoral y la articulación de una representación política partidaria, que consolida su influencia política y su capacidad transformadora, aun con un limitado acceso institucional. 

Dos, el declive posterior, bajo la hegemonía del poder establecido y corrientes moderadas, aun con el poso de las experiencias sociopolíticas y orgánicas de una generación de activistas y el cambio de mentalidades sociales a mayor escala, junto con una relativa frustración reformadora. El reflujo político es también ocasión para el aprendizaje sobre deficiencias y errores internos y su relación con los procesos estructurales y sociohistóricos.

El ciclo actual de progreso no se ha agotado, pese al empeño de los grupos de poder por su cierre, en la doble dimensión como activación cívica y como espacio socioelectoral y político

La lección es clara. Aparte de las constricciones estructurales de los poderosos, existe una fluctuación entre corrientes sociopolíticas moderadas de la socialdemocracia y las transformadoras a su izquierda, con una interdependencia de las dos dinámicas respecto de su representación institucional. Por un lado, cuando los grupos moderados o de tercera vía priorizan una gestión regresiva y autoritaria se desencadena un proceso de deslegitimación popular. Por otro lado, la respuesta popular se genera desde la desafección a las élites gobernantes hasta cierto nivel de la activación cívica, con mayor o menor capacidad articulatoria de los movimientos sociopolíticos y sus representaciones partidarias e institucionales.

Los procesos históricos no se repiten, aunque haya similitudes. Me refiero al modelo y el estilo del 15M, como otro posible movimiento de protesta social progresista, que es irrepetible. No obstante, ahora hay cierta activación cívica sobre problemas graves de desigualdad y dominación, cuya gestión es insuficiente por los grupos de poder (gobiernos, estructuras económicas y sociales e instituciones europeas y mundiales):genocidio en Palestina y riesgo de guerra; desigualdad socioeconómica y precariedad social; déficit de la sanidad y la enseñanza públicas, así como de aspectos vitales como la vivienda; desigualdad de género y acoso machista, crisis territorial y medioambiental, … aparte de la involución política autoritaria, el conservadurismo cultural y el individualismo relacional. Requieren transformaciones profundas y duraderas. No obstante, el socioliberalismo y las terceras vías son impotentes, cuando no, colaboradoras de esa situación y malestar social que afecta al descrédito de las mediaciones institucionales (partidos, medios de comunicación, Estado…) y la propia democracia como sistema regulador de los conflictos por intereses contrapuestos, así como vía institucional para el avance de condiciones y derechos.

Por tanto, es un auténtico desafío para las fuerzas y movimientos sociales progresistas y, en particular, para una izquierda transformadora potente que condicione al conjunto del bloque democrático y plurinacional. Se trata de combinar problemas vitales (estructurales) de la mayoría social, sujetos colectivos de cambio y representaciones político-institucionales progresistas, en una dinámica democratizadora y de conflicto sociopolítico igualitario.

Los procesos históricos no se repiten, aunque haya similitudes. Me refiero al modelo y el estilo del 15M, como otro posible movimiento de protesta social progresista, que es irrepetible

CAUSAS DEL DECLIVE REPRESENTATIVO Y RESPUESTA RENOVADORA FALLIDA

Existe un declive representativo del conjunto del espacio de la izquierda transformadora. Entre sus causas, muy controvertidas, se pueden señalar tres. Primero, la ofensiva del poder establecido y las derechas con su acoso jurídico-mediático-policial, con la descalificación y el aislamiento político a los actores con capacidad de desafío transformador. 

Segundo, la relativa renovación socialista y su ligero giro a la izquierda y, posteriormente, su apertura a la colaboración gubernamental con un programa reformador básico frente a las derechas, todo ello con el efecto de achicar el espacio socioelectoral alternativo.

Tercero, las propias deficiencias y limitaciones de esa izquierda, en particular dos: la falta de arraigo social, y sus dificultades articuladoras y unitarias, que entro a valorar. 

El problema es su déficit de cultura democrático-pluralista para regular los consensos y las diferencias políticas, así como los intereses corporativos de sus dirigencias, con una sobrevaloración del discurso o el programa y, por tanto, de sus elaboradores y depositarios, para la construcción del espacio sociopolítico. De ahí, la rigidez de pensamiento y la propaganda como actividad central, relegando el arraigo social y la activación cívica como experiencia participativa en los conflictos sociopolíticos, que permiten una dinámica más realista, popular y unitaria frente a los adversarios principales. 

La renovación de Unidas Podemos en 2021 -y su reforzamiento defensivo a fines de 2023- y la operación de Sumar (2021/2024) se han planteado como un intento de frenar el declive y ensanchar el espacio electoral para garantizar una mayor influencia político-institucional. La propuesta inicial de la dirección de Podemos, en 2021, pretendía el cambio de liderazgo de Pablo Iglesias, con cierto continuismo político y orgánico y asentado en dos patas. Por un lado, con Ione Belarra como Secretaria General de Podemos que mantenía una mayoría en el grupo parlamentario. Por otro lado, con Yolanda Díaz, como vicepresidenta, cuya apuesta, ratificada en el acto de Magariños (abril de 2023) lejos de lo previsto por la dirigencia de Podemos, ha sido doble: reorientación política moderada y modificación del liderazgo, con su autonomía política y orgánica -junto con su equipo asentado en la tradición de Nueva Izquierda e Iniciativa per Catalunya-, y con su diferenciación respecto de la legitimidad, la orientación política, el discurso y la estructura organizativa anterior.

Suponía terminar con el ‘ruido’ político y dejar subordinado a Podemos en la nueva dirigencia. Por una parte, se implementaba un giro hacia la moderación política, el diálogo social, la trasversalidad no confrontativa y la amabilidad con el Partido Socialista, como justificación de esa estrategia fundamental para ese objetivo de ampliación de la base social y electoral. Por otra parte, la consolidación de su nueva y ampliada estructura dirigente, con su apoyo en los Comunes y menos en Izquierda Unida, así como con la integración de las fuerzas del acuerdo del Turia -especialmente, Más Madrid y Compromís-; todo ello con la marginación de Podemos que ‘restaba’, y con la cobertura legitimadora del proceso de escucha o el movimiento ciudadano que culminó en la reciente Asamblea fundacional del Movimiento Sumar -con apenas la participación de unas ocho mil personas- y la constitutiva de Sumar para este otoño. 

Lo que nos interesa destacar, particularmente a tenor de los estudios demoscópicos, los resultados electorales últimos y las tensiones internas, es que se está llegando a un relativo estancamiento o fracaso en los dos ámbitos: ausencia de remontada electoral y dificultades para la articulación del conjunto; se consolida la nueva primacía del liderazgo de Yolanda Díaz pero con menor credibilidad para la remontada y con división de la dirigencia y tres niveles orgánicos: Movimiento Sumar, Sumar como agrupación política y coalición Sumar... sin perspectivas de un frente amplio o una colaboración con Podemos. 

Se está llegando a un relativo estancamiento o fracaso en los dos ámbitos: ausencia de remontada electoral y dificultades para la articulación del conjunto

Tras la expectativa de ascenso electoral y la ilusión inicial de un frente amplio unitario (truncadas desde las elecciones autonómicas en Andalucía de junio de 2022 y hasta la asamblea de Magariños, en abril de 2023), se impone la necesidad del realismo sobre la continuación del declive representativo (28-M y 23J, y evidente desde las anteriores elecciones andaluzas y las posteriores gallegas, vascas y catalanas). 

La doble conclusión es que, por un lado, disminuye la legitimación de la nueva estrategia de moderación reformadora y discursiva como la palanca de la remontada electoral, en un contexto de hegemonismo socialista; y por otro lado, se ve cuestionado su liderazgo colectivo, sin la expectativa de recuperación electoral prometida, aunque con continuidad de posiciones institucionales gubernamentales, y con el repliegue corporativo de cada grupo político. Además, se hace evidente la incapacidad política y articuladora de la dirigencia alternativa y se genera la tensión sobre el relato de sus causas y responsabilidades, con los intentos de legitimación respectiva de los diferentes grupos políticos, incluido Podemos. Es momento de abordar la remontada desde la unidad y el respeto a la pluralidad.


NotaExtracto de la ponencia en las jornadas de Zaragoza en Común (mayo-2024). Agradezco particularmente a Pedro Santiteve, exalcalde de Zaragoza y viejo colega en la lucha por la democracia, la invitación para comenzar estas jornadas municipalistas sobre “Transformar la izquierda”.

La transformación de la izquierda