viernes. 29.03.2024
belen
Captura vídeo ABC.

El paseante dominguero (madrileño o turista), se acerca tranquilamente al Palacio de Cibeles en una mañana soleada, de esas que el tiempo nos regala estas semanas, que parecen más de primavera que de otoño. Lo hace, además, por el medio de la calzada Paseo del Prado que el Ayuntamiento de Manuela Carmena ha cerrado al tráfico los días festivos, satisfecho por sentirse dueño de una vía espectacular tomada al asalto en cualquier otro momento por coches, motos y autobuses. Se le ha ocurrido ver el Belén municipal.

Le sorprende la falta de cola para hacerlo, una buena pero curiosa noticia, quizás provocada por ser cerca de las dos de la tarde. Pregunta, por si acaso, a los agentes de seguridad si está en la entrada correcta (Cibeles) y le dicen que sí, que el Belén está en la sala central, nada más subir la escalera. Llegado a ese punto, el visitante mira a un lado y a otro y no ve el Nacimiento, por lo que vuelve a dirigirse a los empleados municipales, que esta vez le señalan con el dedo una esquina entre columnas. Mueve la cabeza pero atisbar algo, pero no lo consigue. Se acerca al lugar señalado y, por fin, lo encuentra.

Su primera reacción es de sorpresa, la segunda de incredulidad, mira hacia atrás como para comprobar qué hacen los demás, pero no hay nadie a su espalda. Sin frotarse los ojos, se fija en el Belén de unos pocos metros cuadrados que tiene delante, con unas pocas figuras. Parece el de mi casa, piensa exagerando, porque en su piso de 90 metros cuadrados ocuparía todo el salón/comedor. Pero la verdad es que no esperaba esto, sino algo distinto que le acercara a la Navidad, a la de cuando era pequeño, luego joven, luego adulto y ahora cada vez más cercano a la jubilación.

La ilusión se le ha venido un poco abajo, así que entre un poco molesto y un poco frustrado sale de nuevo a la calle. Le dan ganas de comentar a los paseantes lo que le ha pasado, pero no tiene sentido. Las reflexiones se las hace para sí mismo y concluyen al llegar a la Cuesta de Moyano y observar los puestos de libros en los que de chaval compraba libros de los clásicos editados por Fundamentos: de Marx, de Lenin y de unos cuantos más. Él los adquiría de uno en uno (juntando literalmente las pesetas para hacerlo y poder volver a casa en el metro) y trataba de leerlos y, si era posible, de entenderlos. Piensa que otros, quizás, hicieron lo mismo que él muchos años después, pero que no han entendido nada de las páginas impresas, porque han confundido la ideología con los prejuicios. Se sulfura un poco y piensa para sí que esos compraban los libros al peso.

¿Qué tendrá que ver ser muy, pero que muy de izquierdas con acabar con la tradición de exponer un buen Belén artístico en el Ayuntamiento de Madrid, capaz de atraer la atención de los madrileños y de los turistas? ¿Qué tendrá que ver una tradición que todos celebramos, la Navidad, con las convicciones personales? ¿Comerán turrón los que por ideología han escondido el Nacimiento de la Casa Consistorial en una esquina en la que caben ocho o diez metros cuadrados de representación?

Al final se va a casa a poner las cosas de Navidad. Algunas bolas doradas e incluso algún belén minúsculo compartirán estantería con los viejos tomos de los clásicos marxistas. En su vida, a estas alturas, cabe la ideología, pero no la de baratillo. Y piensa en el Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid y en su ideología al peso. 

El Belén escondido del Palacio de Cibeles