jueves. 18.04.2024
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Imagen: Fundación Francisco Largo Caballero.

El 8 de abril de 1978 fueron enterrados los restos mortales de Francisco Largo Caballero en el Cementerio Civil de Madrid, un acontecimiento que generó una de las manifestaciones más grandes que vivió la España de la Transición

@Montagut5 | El 8 de abril de 1978 fueron enterrados los restos mortales de Francisco Largo Caballero en el Cementerio Civil de Madrid. Así lo había querido el propio Largo, como confirmó su hija Carmen en una entrevista que le hizo Blanco y Negro a propósito del traslado de los restos de su padre. Largo quería descansar con sus compañeros. En Madrid, además, descansaba su esposa Concepción Calvo, fallecida en 1935. En el cuarenta aniversario del sepelio de Largo Caballero recordamos aquel acontecimiento, que generó una de las manifestaciones más grandes que vivió la España de la Transición, como un testimonio de la intensa pervivencia de la memoria histórica del socialismo y del republicanismo en pleno y complejo proceso de recuperación de las libertades democráticas perdidas durante tanto tiempo.

Largo Caballero constituye una figura fundamental de la Historia contemporánea de España: presidente de la Casa del Pueblo madrileña y de la Agrupación Socialista de Madrid, presidente de la Fundación Cesáreo del Cerro, presidente del PSOE, secretario general de la UGT, concejal, diputado provincial, diputado en Cortes en tiempos de Alfonso XIII y de la República, miembro del Consejo de Administración de la OIT, ministro en el Gobierno Provisional de la República, y de los Gobiernos del Bienio Reformista y, por fin, presidente del Gobierno de España en la guerra civil, responsabilidades que jalonan la intensa vida de compromiso sindical y político de un estuquista, que nació en Madrid en 1869 y murió en París el 23 de marzo de 1946, meses después de ser liberado de un campo de concentración nazi.

Largo falleció en la clínica del doctor Leriche en la avenida de Lyautey, después de un proceso muy penoso, habida cuenta de su quebrantada salud. Su muerte tuvo una gran repercusión, más que la del propio Azaña, seguramente porque las circunstancias históricas de ambos sucesos fueron muy distintas. Largo fallecía nada más ser derrotado el nazismo y el fascismo. Su entierro fue multitudinario, con presencia del gobierno republicano en el exilio, dirigentes socialistas y comunistas, de la CNT, del socialismo francés y la CGT. Sus restos mortales quedaron en el cementerio de Père Lachaise, al pie del Muro de los Federados dedicado a los mártires de la Comuna. En la hora de su muerte, Rodolfo Llopis publicó en El Socialista un artículo titulado «¡Yunques, sonad/enmudeced, campanas!», frase de la elegía que Machado dedicó en su día a Francisco Giner de los Ríos. El artículo decía que su cuerpo quedaría en “esta tierra hospitalaria de Francia”, pero por poco tiempo. Se les confiaba a los camaradas franceses hasta que llegara la hora del regreso a España para que pudiera reposar junto a Pablo Iglesias. Treinta y dos años después los socialistas cumplieron su promesa.

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Francisco Largo Caballero y Margarita Nelken en sus escaños del Congreso. 19 de diciembre de 1933. (Fotografía de Luis Ramón Marín, Fundación Pablo Iglesias)

A primeros de abril de 1978 sus restos fueron exhumados en presencia de su hija Carmen Largo, recién llegada de México, y de representantes del PSOE y la UGT, porque iban a ser trasladados a España por iniciativa del sindicato. El 6 de abril llegaron Barajas con Carmen y el secretario de relaciones exteriores de la UGT, Manuel Simón. En el aeropuerto esperaban sus otros dos hijos, Isabel y Francisco, así como Nicolás Redondo, Javier Solana, Gregorio Peces-Barba, Máximo Rodríguez, Manuel Marín, Cipriano García, y Alonso Puerta. El PCE estuvo representado por Víctor Díaz Cardiel. El féretro fue cubierto con la bandera de la UGT y trasladado a la sede de la Federación Madrileña del PSOE en la calle de Tomás Bretón. Allí José Prat presidió un acto de homenaje. Después el féretro fue conducido a la sede de la UGT en aquella época, en la calle de Don Quijote, desarrollándose otro acto, en el que destacaron las palabras de Máximo Rodríguez, que había conocido personalmente a Largo Caballero. Por fin, se abrió una capilla ardiente en la sede de la calle de García Morato, en un féretro cubierto con las banderas de las dos organizaciones socialistas y lleno de claveles rojos. A la capilla asistieron además de socialistas y ugetistas, Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Marcelino Camacho, y Enrique Tierno Galván, que hizo unas declaraciones en las que aludió a la reparación que suponía la repatriación de los restos de Largo Caballero, además de destacar su compromiso.

El entierro se produjo, como indicábamos al comienzo del artículo, el día 8 de abril, sábado. Largo Caballero fue acompañado por decenas y decenas de miles de personas desde la plaza de las Ventas donde se convocó a los asistentes a las cuatro y media de la tarde, para formar la comitiva que debía llegar hasta el Cementerio Civil. La manifestación necesitó un enorme servicio de orden interno de los socialistas porque la asistencia, como decíamos fue masiva (aproximadamente, unas cuatrocientas mil personas según la policía municipal). La comitiva fue encabezada por sus hijos, los militantes históricos de la UGT transportados en taxi, dirigentes de la UGT, el PSOE y las Juventudes Socialistas, así como por Felipe González y Nicolás Redondo, que fue quien protagonizó el acto, con su discurso final. En este sentido, Rubén Vega García en el volumen que escribió sobre la reconstrucción del sindicalismo a la vuelta de la democracia en la obra colectiva sobre la Historia de la UGT, alude a que la cúpula del PSOE era un tanto reacia a una manifestación que pudiera revivir la guerra civil, pero al final, ante la fuerza de la movilización, Felipe González iría a la manifestación. En todo caso, sabemos que llegó con unos minutos de retraso, como indica el artículo de Joaquín Prieto en El País del día siguiente. También asistieron muchos comunistas, y fueron convocados los militantes del PSP y de ARDE. Este artículo de Prieto nos relata la manifestación de forma pormenorizada, destacando lo multitudinaria que fue, así como el discurso final de Nicolás Redondo subido a un jeep. El líder sindical comenzó aludiendo a la deuda contraída por la clase trabajadora con Largo Caballero y que no era otra que la del compromiso moral de devolver sus restos a su tierra. Ahora reposaría junto a Pablo Iglesias, Julián Besteiro, otros líderes socialistas y de la clase trabajadora. Habló de su trayectoria de austeridad, honradez y trabajo, y destacó su lealtad al sindicato y al partido, así como su sentido de la disciplina y de la democracia interna. Largo Caballero, siempre según Redondo, era patrimonio de toda la clase trabajadora, que debía continuar su lucha y obra. A continuación, a hombros de los principales líderes, incluido Felipe González, el féretro fue llevado hasta su tumba, a las seis y media, en un impresionante silencio.


Hemos empleado como fuentes la hemeroteca del ABC y de El País, el Archivo Linz de la Transición Española, el número de El Socialista aludido, así como el libro citado de Rubén Vega, y la fundamental biografía sobre Largo Caballero de Julio Aróstegui.


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