jueves. 18.04.2024

“Si [Augusto] Pinochet estuviera vivo, votaría por mí”, declaró José Antonio Kast en 2017, cuando se presentó como candidato independiente durante las elecciones presidenciales. Esta declaración fue especialmente provocadora entre las muchas de este estilo que lleva haciendo a largo de los años. Ese mismo año (2017) también dijo, durante su campaña, que “A los chilenos les hace falta Dios” mientras proponía incluir profesores de religión en todas las escuelas públicas de Chile.

Kast se presenta a las elecciones presidenciales de 2021 en Chile como candidato del Partido Republicano de Chile. La primera vuelta de este proceso electoral se realizó el 21 de noviembre.

De hecho, hay un gran sector de la población chilena que no siente rechazo – ni mucho menos vergüenza – por los 30 años de la dictadura pinochetista

Augusto Pinochet (1915-2006), al que se refería Kast en su declaración de 2017, comandó la dictadura militar en Chile desde 1973 hasta 1990. Pocos días después de encabezar, el 11 de septiembre de 1973, el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos para derrocar al Gobierno popularmente elegido del presidente Salvador Allende, dijo: “A veces, la democracia debe ser bañada en sangre, para poder seguir siendo una democracia”. Kast, que quedó cuarto lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2017, apoyó al eventual ganador (ahora presidente saliente) Sebastián Píñera, un empresario multimillonario. Este año, Kast fue el más votado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y – en los sondeos de opinión para la segunda vuelta, a realizarse el 19 de diciembre – se sitúa justo por detrás del candidato de la izquierda, Gabriel Boric. Este año, Kast no ha afirmado que Pinochet votaría por él. Sabe que lo haría.

El heredero de Pinochet

Los padres de Kast huyeron de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial porque el padre de Kast – Michael Kast Schindele – era seguidor de Adolf Hitler y miembro del partido nazi. Llegaron a Chile en 1950, donde crearon un negocio familiar y criaron a nueve hijos (Kast nació en 1966). La familia Kast tiene un profundo y largo historial de relación con la extrema derecha. El hermano de José, Miguel Kast, fue uno de los muchos “jóvenes economistas formados por Milton Friedman” (conocidos como los “Chicago Boys”) que pusieron en marcha un “experimento neoliberal” en Chile bajo el mandato de Pinochet “que vio cómo se recortaba el gasto social y se canalizaba la riqueza hacia los más ricos”, según el Intercept. Puede que Pinochet sea considerado un dictador asesino por muchas personas en Chile, pero para la familia Kast fue un líder heroico, lo que explica que no sienta vergüenza de asegurar que el dictador muerto votaría por él.

De hecho, hay un gran sector de la población chilena que no siente rechazo – ni mucho menos vergüenza – por los 30 años de la dictadura pinochetista. Cuando el dictador fue retirado del poder en 1990, se elevaron una serie de casos ante los tribunales chilenos para llevar a Pinochet – y a algunos de sus aliados – ante la justicia por diversas violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo bajo su régimen, incluyendo secuestros y asesinatos. Ninguno de los más de 300 casos que implicaban directamente a Pinochet, y que fueron archivados antes de su muerte – incluyendo el asesinato de Carlos Prats, un antiguo comandante del Ejército chileno que era un “opositor declarado” de Pinochet, y otros asesinatos llevados a cabo en el marco de la Operación Cóndor – llegó a un final concluyente. Mientras tanto, en julio de 2002, la Corte Suprema chilena archivó el procesamiento de Pinochet en los casos relacionados con la “Caravana de la Muerte” (“un escuadrón de la muerte de élite” que ejecutó a “docenas de ex alcaldes, jefes de policía, líderes sindicales y otros funcionarios locales” en Chile) declarando que Pinochet estaba “mentalmente incapacitado debido a la demencia”.

Recurriendo a la jurisdicción universal, el fiscal del Tribunal Supremo español Carlos Castresana intentó, en julio de 1996, abrir una vía independiente dentro del sistema judicial español, lo que llevó a la detención de Pinochet en Londres en 1998. Pero el “caso Pinochet” se hundió cuando los entonces jefes de Gobierno de Gran Bretaña (Tony Blair), Chile (Eduardo Frei) y España (José María Aznar) se confabularon para blindar a Pinochet enviándolo a su casa en Santiago. La impunidad de Pinochet marcó la política chilena durante los años siguientes, ya que supuso que nadie tuviera que avergonzarse de reivindicar su linaje a pesar de las atrocidades de las que se le acusaba.

Kast niega que Pinochet fuera un dictador. Señaló la Constitución de 1980 y dijo que este documento “contenía toda la transición a la democracia”. Entre 1973 y 1980, antes de que se introdujera la Constitución, Chile no era una dictadura, argumentó Kast, porque el Gobierno de Pinochet elaboró voluntariamente una Constitución “democrática” (que sigue vigente hoy en día, y que está siendo reescrita por una Convención Constitucional). Kast, sin pudor, afirma que Pinochet – quién personificaba todos los atributos de los dictadores de finales del siglo XX – es irónicamente un guardián de la democracia chilena.

Desprecio por los derechos humanos

Kast ha demostrado su desprecio por los derechos humanos. Durante un debate presidencial en octubre de 2021, Kast propuso el cierre del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), diciendo: “Hemos planteado que tiene que haber una reformulación, y hacer una reformulación… [del INDH.] Consideramos que el actual (INDH) [tiene que ser cerrado] porque claramente no está cumpliendo sus objetivos”. Kast hizo estos comentarios porque el INDH, que recientemente investigó las violaciones de los derechos humanos por parte de la policía chilena contra los manifestantes antigubernamentales – que llevan más de dos años protestando – concluyó que se había producido “una vulneración de la protección de los derechos humanos” durante estas protestas. “Carabineros [la policía chilena]”, dijo Kast durante el debate presidencial, “es una gran institución que no viola los derechos humanos”. Chile ha sido testigo de un masivo estallido político que comenzó en 2019 y se ha mantenido hasta ahora, como parte de un amplio descontento con las condiciones económicas en picada y con la violencia policial que ha llegado como respuesta a las protestas pacíficas. Como consecuencia del tipo de discurso político que Kast ha estado manejando y de la propaganda que está difundiendo la extrema derecha, las encuestas muestran que, hoy en día, ha aumentado el número de personas que confían más en la policía que en el INDH.

La alineación total con la policía y el ejército define la política de Kast. Por eso se comprometió a sacar a Chile del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que desde 2019 ha publicado informes que han criticado a la policía chilena por violar protocolos básicos de derechos humanos en su manejo de las “protestas masivas” en Chile. El desprecio de Kast por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU refleja su posición general sobre este tipo de cooperación internacional. En febrero de 2021, mientras tuiteaba sobre la retirada del consejo, dijo: “Mientras la ONU ataca a Chile con diversas políticas y falsas acusaciones, el Consejo de Derechos Humanos [de la ONU] tiene como miembros a Venezuela y Cuba, las dictaduras más sangrientas de América Latina”. El odio al proyecto socialista en Venezuela se amplifica en el odio de Kast a los migrantes venezolanos que han tenido que abandonar su país como consecuencia de las sanciones impuestas por Estados Unidos. Kast propuso la construcción de una zanja en la frontera chilena con Bolivia para evitar que los migrantes que viajan por tierra – en su mayoría venezolanos – entren a Chile.

Trump del Cono Sur

Se han hecho muchas comparaciones entre Kast y otros líderes de extrema derecha: se le ha llamado el Bolsonaro de Chile, estableciendo similitudes entre él y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y también se le ha llamado el Donald Trump de Chile. Kast ambiciona formar un bloque “anti-globalista” con Bolsonaro y el ex presidente estadounidense Trump, así como con el primer ministro húngaro Viktor Orbán (hizo estos comentarios en un programa en el que se puso una gorra roja de “Make America Great Again” que usan los partidarios de Trump). A finales de noviembre, Kast viajó a Washington, D.C., para reunirse con el senador estadounidense Marco Rubio (Republicano-Florida) y con Issa Kort (ex representante de Chile ante la Organización de Estados Americanos), así como con María Paulina Uribe (directora de marketing de PepsiCo) y Joel Velasco (vicepresidente de UnitedHealth Group). Kast es cercano al partido español de extrema derecha, Vox, y a su líder Santiago Abascal; Kast también se ha unido a Abascal en la formación de un nuevo grupo de extrema derecha en América Latina llamado la Carta de Madrid.

Al igual que Abascal, Bolsonaro y Trump, Kast está a favor del Estado pequeño cuando se trata de la regulación de las grandes empresas y del Estado grande cuando se trata de la ley, el “orden” y los valores familiares. La profunda misoginia de Kast sale a relucir en su promesa de eliminar el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género en Chile y de echar atrás las modestas disposiciones sobre el aborto, parcialmente permitido en Chile (finalmente tuvo que rescindir ambas promesas debido al creciente consenso social por los derechos de las mujeres en el país). “No me siento de derecha”, dijo Kast en mayo de 2018 para apelar al centro, aunque su programa está totalmente alineado con la ultraderecha.

Chile se enfrenta a una verdadera decisión en estas elecciones presidenciales: entre el ultraderechista Kast y el centro-izquierda Boric, quien dice que revertirá los hábitos neoliberales de Chile. Sin embargo, puede que los resultados de esta elección no se limiten a indicar si el país sureño prefiere a la extrema derecha o a la izquierda, sino que nos hablen sobre el fracaso de Chile a la hora de procesar, condenar y señalar a aquellos que violaron los derechos de los chilenos y chilenas durante los 30 años de la dictadura pinochetista.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales Ayma.

Taroa Zúñiga Silva es escritora asociada y coordinadora de medios en español de Globetrotter. Es co-editora, junto con Giordana García Sojo, del libro Venezuela, Vórtice de la Guerra del Siglo XXI (2020). Forma parte del comité coordinador de Argos: Observatorio Internacional de Migraciones y Derechos Humanos.

Este artículo fue producido para Globetrotter.

Renovación social o continuidad de la (dolorosa) política neoliberal