jueves. 28.03.2024
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Rescate de migrantes en el Mediterráneo, durante la Operación Tritón en junio de 2015. (Foto: Wikipedia)

La pandemia de Covid-19 que asoló al mundo no frenó el flujo de inmigrantes procedentes de las zonas africanas más devastadas por el hambre y la miseria. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), advirtió en el mes de agosto que la emergencia sanitaria complicaba la tarea de obtención de datos sobre muertes y desapariciones de inmigrantes. Aún así las estadísticas recabadas hasta mitad de año daban cuenta de una elevada cifra de fallecidos que no incluye las estimaciones de la organización respecto a otros tantos de miles de muertos provocados por el Covid-19, consecuencia de restricciones de movilidad y cierre de fronteras.

En torno a un 28% de las muertes que se registraron en 2018 y 2019 se produjeron mientras las personas intentaban cruzar el desierto del Sáhara

El rastreo de inmigrantes fallecidos en el Mediterráneo se inició en junio de 2014, coincidiendo con el bombardeo de noticias publicadas en medios europeos en las que se informaba respecto de la muerte de “ilegales” que intentaban llegar a Europa en improvisadas embarcaciones a las que se las denominó pateas o cayucos. Desde entonces la OIM ha contabilizado más de 20 mil muertes, teniendo en cuenta la falta de apoyo estatal para la búsqueda y rescate, lo que agudiza la pérdida de personas que desaparecen en el mar sin dejar rastro.

Por su parte la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y el Centro de Migración Mixta del Consejo Danés para Refugiados, denunció en un documento las atrocidades por las que pasan los inmigrantes antes de emprender la travesía mediterránea. El informe, titulado  “En este viaje, a nadie le importa si vives o mueres”,  detalla cómo la mayoría de las personas que toman esas rutas sufren o son testigos de una falta de humanidad y una brutalidad  indescriptibles a manos de los traficantes, redes de trata, milicias y, en algunos casos incluso de los funcionarios gubernamentales. “Esto representa una media de unas 72 personas muertas por mes, convirtiéndolas en unas de las rutas más mortales para refugiados y migrantes en todo el mundo. A estas muertes se suman las de miles que han muerto o desaparecido en los últimos años intentando cruzar desesperadamente el mar Mediterráneo rumbo a Europa tras haber alcanzado la costa norteafricana.

En torno a un 28% de las muertes que se registraron en 2018 y 2019 se produjeron mientras las personas intentaban cruzar el desierto del Sáhara. Otros puntos calientes de muertes fueron Sabha, Kufra y Qatrum en el sur de Libia, el centro de tráfico de Bani Walid, al sudeste de Trípoli, y algunos lugares más del África del oeste por donde pasa la ruta, incluyendo Bamako y Agadez”.

La pandemia de Covid-19 no detuvo el impulso de quienes se ven forzados a huir de un mal mayor llamado hambre. El Mediterráneo es la gran tumba de Europa; el vasto mar sigue siendo el testigo de un grito silencioso.

El grito silencioso