viernes. 19.04.2024

Por décadas se ha tratado de inculcar que los problemas políticos presentes en la República Argentina son el lastre de un problema pasado que imposibilita ver con claridad el futuro, un cuento de nunca acabar en un libro que no deja lamentablemente de escribirse día a día.

En un país devastado por las políticas de ajustes y el desfinanciamiento de lo público, estas tierras sureñas del globo se han empobrecido a pasos agigantados en este periodo pandémico que nos tiene desde los comienzos del 2020 contra las cuerdas. 

Es cierto, el funesto legado recibido por el gobierno neoliberal que dejó el ex presidente Mauricio Macri ha atado de pies y manos a gran parte de la población que no pertenece al eximio ranking de las minorías. El endeudamiento, la precarización laboral y la explotación de los territorios, así como el uso indiscriminado de los recursos naturales por el extractivismo desenfrenado del que nadie habla son también piezas de un tablero en el que ninguno quiere comer la última ficha.

Hay regiones del país en las que en estos años se han incrementado las desigualdades, en donde la violencia se ramificó a esferas inauditas, en donde la discriminación, la pobreza extrema y la desocupación ya no caben debajo del tapete de ninguna puerta. Debido a las medidas de control implementadas por el gobierno, surgieron debates e intercambios en la comunidad toda que nos hace preguntarnos si esta pandemia tiene una raíz sanitaria o es una vez más un artilugio político para hacer de nuestras vidas una ratonera.

Más allá de los fútiles debates estamos siendo protagonistas de una crisis por la emergencia sanitaria, viviendo el dolor y sufrimiento social de la humanidad desde casa. Hay un cambio estructural en un contexto cada vez más difícil, en esta coyuntura, debemos aprender a ver más allá de lo que se nos muestra. 

¿A qué se hace referencia cuando se habla de herencia recibida? El foco está puesto literalmente en que aquella oposición que defenestró al oficialismo y anteponía sus plataformas electorales sobre la misión de apartarse del espejo malo, hoy, siendo oficialismo incurre en la misma falencia. 

No hay nada nuevo debajo del horizonte más cercano. Ya en la antigua Grecia se barajaba una teoría que fue y es la piedra basal para todos los sistemas políticos que le sucedieron. Una teoría que describe la sucesión cíclica de gobiernos políticos. La Anaciclosis no es más que una radiografía cada vez más actual de la utilización del poder mal entendido por sobre una caterva que se vuelve cada vez más frágil y cada vez más manipulable. La teoría se basa en la idea de que todo régimen político tiende a degenerarse y entrar en crisis, y así una nueva fuerza surge como superhéroe para rescatar a la víctima de una tiranía. La corrupción que antes se veía por doquier, de pronto cambia hasta el punto de ni siquiera estar en la agenda diaria. La pandemia se ha convertido en ese parche distractivo que desenfoca la atención, que ensordece, que ciega.

En el marco de esta larga cuarentena y con el cierre de los comercios y las empresas, se encuentran en las calles nuevos trabajadores despedidos o con sus haberes suspendidos. Sin dudas este escenario nos desafía como individuos sociales, nos obliga a pensar, a analizar cada decisión tanto del oficialismo como de la oposición. Al fin de cuentas, terminarán indefectiblemente en la vereda opuesta con el paso de los calendarios electorales. 

La peste negra fue la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad que en la edad media llegó a matar a 200 millones de personas, casi un tercio de la población europea. Llegará el momento de preguntarnos si el Covid-19 es en realidad el virus o solo es el pretexto ideal para manejar un país a gusto y a piacere.

La bendita herencia detrás de la argenpeste