viernes. 29.03.2024

Tan sólo un mes después (marzo de 2022) de que se iniciara la guerra en Ucrania (febrero de 2022), se reinició, asimismo, el último episodio (por ahora) de la guerra civil subsaheliana que se desarrolla desde julio de 1994 en la región de los Grandes Lagos. Con armamento mucho menos sofisticado del que se está usando en Ucrania, con procedimientos mucho más brutales que en Ucrania y con parecido número de injustas víctimas, pero con un conocimiento de lo que está pasando, y de lo que están pasando sus víctimas, muchísimo menor, prácticamente inexistente, por parte de la opinión pública mundial. Parece que sigue habiendo un primer y un segundo mundo, aunque ahora queramos llamarlo con el pretendidamente aséptico nombre de Sur Global.

Efectivamente, en la citada fecha de marzo de 2022, el conocido como Movimiento armado M23 congoleño (facción Makenga) se reactiva (¿inesperadamente? ¿para quién?) en la provincia oriental congoleña de Kivu Norte, fronteriza con Ruanda y Uganda en el área de los Grandes Lagos. Sus éxitos iniciales animaron a otras facciones del mismo Movimiento M23 a unírseles. En mayo, ocuparon la base militar congoleña de Rumangabo y, en junio, la ciudad de Bunagana. Y desde este marzo de 2023, están llevando a cabo una importante ofensiva hacia la capital provincial, Goma, saturada desde hace más de veinte años de desplazados y organizaciones humanitarias internacionales y no gubernamentales. 

La guerra de los Grandes Lagos, con procedimientos mucho más brutales que en Ucrania, es prácticamente desconocida para la opinión  pública mundial

El Movimiento armado M23 es heredero del partido-milicia Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo, que el 23 de marzo de 2009 (de ahí su nombre de M23) firma un acuerdo con el Gobierno del Congo para convertirse en partido político e integrar a sus miembros en las Fuerzas Armadas congoleñas. Pero, en abril de 2012, parte de estos combatientes, descontentos política e ideológicamente, desertan y crean el Movimiento armado M23 para enfrentarse, con el apoyo de Ruanda, no sólo a las autoridades congoleñas (apoyadas y sostenidas por la Misión de la ONU para la Estabilización del Congo, MONUSCO y por Uganda), sino también, y quizás principalmente, a las hutu-ruandesas Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), activas en esta provincia congoleña. 

Este doble enfrentamiento del M23 contra el gobierno de su país (Congo) y, al mismo tiempo, contra las hutu-ruandesas FDLR, a su vez rebeldes contra el suyo (Ruanda), es la muestra actual del nudo gordiano de intereses contrapuestos que lleva veintinueve años desarrollándose, principalmente en las provincias orientales del Congo (Kivu Norte y Kivu Sur), a modo de guerra civil subsaheliana.

El origen de esta guerra podemos situarlo en el enfrentamiento entre hutus y tutsis en la vecina Ruanda, que dio lugar al conocido como “genocidio ruandés de 1994”. Pero como no hay situación o conflicto político sin antecedentes, antes debemos preguntarnos: ¿de dónde procede y de qué naturaleza es el enfrentamiento supuestamente interétnico entre tutsis y hutus? Retrocedamos en el tiempo.

La población del territorio de la actual Ruanda, en el momento de la colonización alemana a partir de los años ochenta del siglo xix, estaba constituida fundamentalmente por los mayoritarios hutus y los minoritarios twas y tutsis (banyarugurus), clase social alta tradicional en el territorio. El Tratado de Versalles, con el que finaliza la Primera Guerra Mundial, despieza el África Oriental Alemana entre Reino Unido (Tanganica), Portugal (Triángulo de Kionga, que lo anexionaría a Mozambique) y Bélgica (Ruanda-Urundi, que tras las independencias en los años sesenta constituirían las actuales Ruanda y Burundi). Esta última, Bélgica, sin grandes recursos para mantener un gobierno eficaz sobre su nueva colonia, impone, con la indispensable colaboración de la Iglesia Católica, el sistema de “gobierno indirecto” consistente en hacer de los ricos tutsis la clase dominante, a través de la cual gobernar (Monarquía tutsi), basándose en el criterio, poco etnográfico, de que eran tutsis todos aquellos que poseyeran diez vacas o más. Expidiendo, desde entonces, documentos de identidad que definían quien era tutsi (originarios y sus descendientes, un 15% de la población aproximadamente en el momento de la independencia en 1962) y hutu (el restante 85% de la población). Hasta 1950, sólo los tutsis tenían permitido asistir a escuelas secundarias o incorporarse a la administración católico-colonial.

El origen de esta guerra podemos situarlo en el enfrentamiento entre hutus y tutsis en la vecina Ruanda

En 1959, se inicia la rebelión hutu y en 1961, con el proceso de independencia ya en marcha, la mayoría hutu toma el control del país, abole la monarquía tutsi y declara la República de Ruanda, que se hará efectiva el primero de julio de 1962. En este periodo de tiempo, casi la mitad de la población identificada como tutsi se ve obligada a huir y refugiarse en las naciones vecinas. De este exilio, nacerán, en la vecina Uganda, el tutsi Frente Patriótico Ruandés (FPR) y su brazo armado, el Ejército Patriótico Ruandés (EPR), que inician la guerra contra el autocrático régimen del presidente (hutu) Habyarimana (1973-1994), bajo cuyo gobierno, y con su respaldo, se empieza a constituir el conocido como “poder hutu”: milicias paramilitares Interahamwe e Impuzamugamb, estación de radio “Las Mil Colinas”, etcétera, que crean el caldo de cultivo para que, cuando el 6 de abril de 1994, el avión del presidente Habyarimana sea derribado por un misil al aterrizar en la capital Kigali, se desencadene un terrible genocidio contra la población tutsi y contra la oposición hutu, que provocará la invasión del tutsi EPR desde Uganda, obligando a exiliarse en las provincias orientales congoleñas (Ituri, Kivu Norte y Kivu Sur) a miles de ciudadanos ruandeses (hutus), que se organizan a través de milicias armadas, de las que la más representativa es la ya citada Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR). 

Mientras, en el vecino Congo, el general Mobutu, primer jefe de las Fuerzas Armadas tras la independencia (junio de 1960), se ha hecho con el poder apoyado y sostenido por Estados Unidos, Francia, Bélgica y la Sudáfrica del apartheidy ha cambiado el nombre del país por el de Zaire en un rapto de nacionalismo etnicista reivindicativo. Su autoritario y cleptócrata régimen de partido único lleva al país a una caótica situación económica, frente a la surgen diversas rebeliones tanto de carácter político como étnico y territorial, entre los que destaca la de la guevarista Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo (AFDL), encabezada por el katangués Jean–Desiré Kabila, y a un enfrentamiento con sus vecinos orientales, Ruanda y Burundi, por el apoyo prestado a los hutus refugiados en su territorio tras la victoria tutsi del Frente Patriótico Ruandés. 

En octubre de 1996, con el sostén de Francia y la oposición de Estados Unidos, Ruanda, Burundi y Uganda invaden el Congo (primera guerra civil subsaheliana), en apoyo interesado a la rebelión de la AFDL de Kabila, cuyas fuerzas combinadas entran en la capital Kinshasa en mayo de 1997, entregando el poder a Kabila, que recupera el viejo nombre del país como República Democrática del Congo. 

Para entonces, en las provincias congoleñas de Kivu Norte y Sur actúan al menos una decena de grupos armados procedentes del propio Congo y de sus tres vecinos orientales (Uganda, Ruanda y Burundi), no sólo hutus y tutsis, sino también en nombre de diferentes reivindicaciones políticas, étnicas o territoriales.

En las provincias congoleñas de Kivu Norte y Sur actúan al menos una decena de grupos armados procedentes del propio Congo y de Uganda, Ruanda y Burundi

En nombre de, pero, en realidad, la razón de su presencia y permanencia es debida a tres factores que coinciden en el área. Ser una zona montañosa, boscosa y selvática de población dispersa y malas comunicaciones, que facilita el ocultamiento cuando así conviene, propiciado por (segundo factor) la carencia de control efectivo por parte del gobierno y la administración congoleñas, a pesar de su inmensa riqueza forestal y mineral (tercer factor) diamantífera, en oro y de elementos indispensables para la industria de alta tecnología: coltán (columbita+tantalita, 80% de las reservas mundiales conocidas), casiterita, cobalto, etcétera. Los diferentes grupos armados gestionan o protegen la extracción ilegal, que sale de contrabando a Ruanda, donde es adquirida (ilegalmente) por compañías multinacionales y revendida “lavada” a las grandes compañías de telecomunicaciones e inteligencia artificial. Un proceso que sirve tanto a los diferentes grupos armados para financiarse, como a Ruanda, cuyas Fuerzas de Defensa tienen presencia permanente en el área y que se ha hecho con el monopolio de la comercialización del coltán y demás minerales del este del Congo.   

Por este tipo de razones, los protectores (Uganda, Burundi y, fundamentalmente, Ruanda) del nuevo régimen congoleño de Kabila nacido en 1997, se resisten a que sus ejércitos abandonen el país (Congo). Lo que obliga al nuevo presidente Kabila a exigir su salida inmediata (agosto de 1998), enfrentándose así a sus hasta entonces aliados, que argumentan su resistencia a abandonar el Congo en la defensa y protección de los dos nuevos grupos armados que se han levantado contra el régimen de Kabila: la variopinta Agrupación Congoleña por la Democracia (ACD) y el mutubista Movimiento de Liberación del Congo (MLC). 

Los éxitos iniciales de la coalición anti-congoleña alarman a los países de la Comunidad de Desarrollo del África Austral, de la que el Congo es parte, y algunos de ellos deciden intervenir en ayuda de su socio: Angola, Namibia y Zimbabue, a los que se unirán posteriormente por diferentes razones e intereses Chad, Libia y Sudán. La segunda guerra civil subsaheliana había estallado y, en parte, mundializado, porque compañías mineras de Estados Unidos, Canadá e Israel apoyaron al gobierno de Kabila a cambio de acuerdos comerciales, con el visto bueno de Estados Unidos, Francia, Bélgica y Sudáfrica. 

Compañías mineras de Estados Unidos, Canadá e Israel apoyaron al gobierno de Kabila a cambio de acuerdos comerciales

La presión internacional lleva a la firma del Acuerdo de Alto el Fuego de Lusaka (Zambia) de julio de 1999 entre los principales países involucrados en la guerra: Congo, Angola, Namibia, Zimbabue, Ruanda y Uganda, y al despliegue, en noviembre de ese mismo año 1999, de la Misión de la ONU en el Congo (MONUC). En enero de 2001, Kabila es asesinado, sucediéndole, designado por el Parlamento congoleño, su hijo Joseph Kabila, partidario de alcanzar la paz. Bajo su gobierno, se alcanzará, en diciembre del 2002, el Acuerdo Paz de Pretoria (Sudáfrica) y finalizará la retirada total de tropas extranjeras del suelo congoleño (¿fin de la segunda guerra civil subsaheliana?). Pero no de las de los grupos y milicias armadas, que seguirán combatiendo, especialmente en las provincias orientales congoleñas, por razones políticas o por simples intereses económicos, como ya se ha comentado. Entre ellos el arriba citado Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo, del que derivaría, en abril de 2012, como también se ha comentado, el Movimiento M23, reactivado en marzo de 2022 (¿inesperadamente? ¿para quién?) en la provincia oriental congoleña de Kivu Norte con el apoyo y participación, según informes de las Naciones Unidas, de las Fuerzas de Defensa ruandesas, supuestamente para contrarrestar el apoyo del Gobierno congoleño y sus fuerzas de seguridad a las todavía activas Fuerzas (hutu) Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR). 

Esta nueva rebelión/invasión ha creado la alarma de la Comunidad de Estados del África Oriental (CAO), a la que pertenecen tanto el propio Congo como Ruanda, además de Kenia, Uganda, Burundi, Tanzania y Sudán del Sur, que está desplegando una Fuerza “de pacificación”, liderada por Kenia, a la que el Congo le ha marcado la fecha límite de junio de 2023 para haber cumplimentado su misión: desmantelamiento del Movimiento M23 y retirada de las fuerzas ruandesas del territorio del Congo y, de no haberlo conseguido, abandonar el país (el Gobierno congoleño acusa a la Fuerza Regional CAO de complicidad con el M23 y a la ONU de impedirle defenderse al mantener al país en una “lista negra” que le no le permite rearmarse y defender su territorio). 

Se está a las puertas de una tercera guerra civil subsaheliana y por las mismas razones: las riquezas mineras de las provincias orientales de la República Democrática del Congo

Exigencia que ha coincidido en el tiempo con la decisión tomada por la Comunidad de Estados del África Meridional (CEAM) (Angola, Sudáfrica, Zimbabue, Zambia, Botsuana y Namibia) de desplegar fuerzas “para restablecer la paz y la seguridad en el este de la República Democrática del Congo (RDC)”.

¿Fuerzas de la Comunidad de Estados del África Oriental (CAO) vs. Fuerzas de la Comunidad de Estados del África Meridional (CEAM)? ¿Se está a las puertas de una tercera guerra civil subsaheliana? En la que, como en las dos anteriores, se vulnerarán la “soberanía nacional” y la “integridad territorial” (tan a tener en cuenta en otras latitudes) del Congo. Y por las mismas razones que las dos anteriores: las riquezas mineras de las provincias orientales de la RDC. ¡Cualquiera lo sabe, preocupados como estamos si habrá o no habrá contraofensiva de primavera, de verano o de invierno en Ucrania! Que nuestro dinero nos cuesta, no como el este congoleño, en el que nuestras punteras empresas tecnológicas pueden obtener sus materias primas a precios bien asequibles (para producir, entre otras cosas, sofisticados software y hardware para la guerra en Ucrania), aunque no reviertan para nada en las poblaciones de su intricada madeja de etnias diferentes y secuelas coloniales.  

Soberanía nacional e integridad territorial en África