jueves. 28.03.2024
elecciones francia

Francia ha votado como se esperaba, con escasas y ligeras aunque significativas desviaciones con respecto a los sondeos de opinión. Éstas son las lecciones más destacadas:

1) Se repite el duelo de hace cinco años (Macron-Le Pen), pero con los perfiles más agudizados. Ambos candidatos mejoran sus resultados de 2017 (más de tres y de dos puntos, respectivamente), pero no consiguen establecer una nueva bipolaridad republicana: necesitan de los demás para aspirar al triunfo definitivo. Y como hace cinco años, ese alineamiento parece claro: de un lado, las formaciones del consenso centrista agrupadas a regañadientes en torno a una figura liberal, reformista y europeísta; del otro, un nacionalismo populista que, sin abandonar del todo sus referencias identitarias y tradicionalistas, se orienta cada vez más a convocar a las clases populares, frustradas por la inoperancia de la izquierda sistémica.

2) El modelo partidista dominante de la V República queda completamente impugnado en las urnas. Los gaullistas de origen, maridaje liberal-conservador, y los socialistas, como alternativa de cierto progresismo vacilante y contradictorio, han sido laminados. Nunca hubo bipartidismo en Francia, pero tras el mandato de Giscard en la segunda mitad de los setenta, se había implantado una alternancia similar a la británica, la alemana o la española, pilotada por los dos polos del consenso centrista, con las correcciones aportadas por los partidos menores.

3) La batalla de la ultraderecha la ha ganado abrumadoramente Le Pen. El nacional-populismo que ella defiende se ha impuesto al identitarismo racista del polemista Zemmour (7%). No es previsible que este triunfo le sirva a Le Pen para alcanzar el Eliseo, tampoco en esta ocasión,  pese a su moderación y “des-diabolización” de los últimos años. Pero se consolida como expresión genuina del estado de ánimo permanente de un tercio del electorado, de la Francia popular, perdedora y resentida por el desigual e injusto dividendo de la globalización. Sólo un sistema electoral concebido para blindar el centrismo le priva de disponer de un altavoz parlamentario acorde a su fuerza social. Esa frustración, lejos de debilitar al nacional-populismo, lo fortalece en la calle. Su combate por mejorar el poder adquisitivo de las clases medias y populares ha resultado muy eficaz.

4) La izquierda se volatiliza y dispersa. No hay un nuevo reagrupamiento centrista, como en la derecha, sino una atomización que el buen resultado de Jean-Luc Melenchon (La Francia Insumisa) no consigue mitigar. Aunque el veterano disidente socialista supera la barrera del 20%, mejora su porcentaje de hace cinco años y salva el honor de la izquierda, su figura no será aglutinadora de un electorado confundido y desencantado. Melenchon navega sobre las ruinas de su anterior partido, el fracaso permanente de un ecologista fagocitado y disperso y una izquierda radical testimonial. De nuevo ante el dilema binario de las dos derechas (la liberal y la populista), el líder insumiso se pronuncia contra Le Pen, pero no a favor de Macron. Una opción de renuncia.

5) La debacle socialista alcanza dimensiones de tragedia política, pero difícilmente puede resultar una sorpresa. La “española” Anne Hidalgo, ha obtenido un doloroso 1,74%, resultado más que humillante, que hace ahora increíblemente deseable el logrado por Hamon hace cinco años (6,3%). Para la historia quedará que, por primera vez en la V República, el PSF tiene menos votos que el Partido Comunista (2,3%). La alcaldesa de París nunca obtuvo el apoyo sincero y enérgico de sus compañeros. La campaña ha estado sumida en un ambiente depresivo y amargo, propio de quien conoce de antemano su sentencia. El lento suicidio del socialismo francés se ha consumado en una marmita de chismes, conspiraciones y traiciones rancias. Ya se han producido las primeras recriminaciones, a las que pocos prestarán atención.

El lento suicidio del socialismo francés se ha consumado en una marmita de chismes, conspiraciones y traiciones rancias

6) La catástrofe liberal-conservadora tampoco tiene paliativos. La candidata Valérie Pécresse se ha quedado dos décimas por debajo del 5%, más de quince puntos menor que su candidato de 2017. Su triunfo relativamente sorprendente en las primarias hizo concebir cierta esperanza de duelo más igualitario con Macron, por su aparente moderación. Pero el electorado liberal-conservador ha preferido apostar por la baza más segura. El partido fundado por De Gaulle hace tiempo que se diluyó en un camuflaje ideológico que su aséptico nombre delata (“Los Republicanos”). Los permanentes escándalos de corrupción le han empujado a la irrelevancia.

7) Se confirma de nuevo que Francia, a su pesar, ha dejado de ser el laboratorio político de Europa. El comportamiento de los franceses es cada vez más “nacional”, más específico y proyecta menos su influencia sobre el resto de Europa. En ningún otro país grande o mediano de la Unión el nacional-populismo tiene tanta fuerza, la derecha conservadora se hunde tan sonoramente, o la izquierda toca fondo de manera tan profunda.

8) Cuando dentro de quince días el ciclo presidencial se consume, asistiremos a una tercera vuelta, es decir las legislativas de junio, que seguramente corregirán en parte la radiografía electoral. El Parlamento quedará modelado por un sistema electoral que refuerza la dinámica alterna pero alterada ahora por una realidad política diferente, dominada por el auge de los populismos de derecha e izquierda. Los pactos políticos partidistas serán quizás más difíciles.

Francia: las lecciones de la primera vuelta