viernes. 19.04.2024
alberto fernandez
El presidente Alberto Fernández en la votación del domingo 14 de noviembre.

@jgonzalezok / Las elecciones de este domingo en Argentina, que renovaron la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, se saldó con cierto gusto amargo para la oposición que, aún venciendo, no pudo mantener los resultados de las primarias de hace dos meses en el principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires. A falta de los datos definitivos, sin embargo, destacan dos datos fundamentales.

El primero es que el peronismo deja de tener mayoría propia en el Senado, circunstancia inédita desde 1983, cuando el país recuperó la democracia. Esto supone una derrota personal para la vicepresidente, Cristina Kirchner, que es también la presidente de la cámara alta. Esta circunstancia la obligará a negociar con la oposición, algo a lo que nunca estuvo dispuesta.

El segundo dato importante es que en la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral, el gobierno logró reducir la ventaja que había logrado la oposición en las primarias, de casi cinco puntos. La diferencia este domingo se redujo a un punto y medio. Hay dos explicaciones para esto. En primer lugar, tuvo éxito lo que en Argentina se llamó “plan platita”, es decir, una gigantesca operación de clientelismo de compra de voluntades y votos a cambio de bolsas de comida, bicicletas y hasta dinero en efectivo, además del aumento significativo del presupuesto destinado a planes sociales y jubilaciones. En segundo lugar, el gobierno utilizó -ilegalmente- el padrón electoral, fue a buscar a los miles de personas que no votaron en las primarias y les convenció de que debían acudir a las urnas. Fueron votantes que antes habían votado al peronismo, pero que en las primarias se mostraron desilusionados con el gobierno. Y el día de las elecciones se movilizó todo tipo de transportes para llevar a estos votantes remisos a las urnas.

Si en la provincia de Buenos Aires el gobierno logró recuperar muchos votos, su derrota en otras provincias fue contundente. Es el caso de Córdoba, el segundo distrito más numeroso, donde el kirchnerismo quedó tercero, y en Santa Cruz, cuna y bastión de los Kirchner, donde también sus candidatos fueron relegados al tercer lugar.

Aunque la derrota del gobierno fue menor de la que se preveía, la debilidad del presidente, Alberto Fernández, sigue siendo evidente

Aunque la derrota del gobierno fue menor de la que se preveía, la debilidad del presidente, Alberto Fernández, sigue siendo evidente. Y la gran incógnita es cómo reaccionará su vicepresidente, Cristina Kirchner, que en la noche electoral estuvo ausente del bunker oficialista. Alegó motivos de salud -fue operada recientemente-, aunque eso no le impidió hace dos días acudir al cierre de la campaña.

Cabe recordar que días después de las elecciones primarias, la vicepresidente provocó un terremoto político al instrumentar un golpe palaciego contra Alberto Fernández. A pesar de que éste no quería renovar el gabinete, como le exigía su socia en el gobierno, le impuso los cambios, al hacer que los cinco ministros que le responden presentaran su dimisión. El episodio se resolvió cuando el presidente aceptó renovar su gabinete, manteniendo en el mismo a los rebeldes.

A partir de ese momento prácticamente desapareció de la campaña y su autoridad, que venía siendo desafiada por la vicepresidente y por otros sectores del kirchnerismo, prácticamente se esfumó.

La reacción del presidente al resultado de las urnas se conoció mediante un mensaje grabado y leído poco después de confirmarse los resultados. En el mismo anunció que convocará un diálogo con la oposición para consensuar una agenda de trabajo, apelando a su patriotismo. Y el envío al Congreso de un plan para negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con un plan económico para los próximos dos años. La fecha que mencionó es la primera semana de diciembre, que es cuando asumirán los nuevos diputados y senadores.

En su mensaje, el presidente afirmó que ésta era una decisión política que contaba con el aval del Frente de Todos, la coalición gobernante. Y aseguró que era el fruto del trabajo conjunto con la vicepresidenta, el presidente de la Cámara de Diputados -Sergio Massa- y sus ministros.

El peronismo, como movimiento hegemónico, nunca negocia con la oposición, lo que demuestra el grado de impotencia en que ahora se encuentra

El peronismo, como movimiento hegemónico, nunca negocia con la oposición, lo que demuestra el grado de impotencia en que ahora se encuentra. Pero los dos años que le quedan por delante a Alberto Fernández están llenos de desafíos. No puede demorar más las negociaciones con el FMI, dado que en los próximos meses deberá hacer frente a varios pagos al organismo, y las arcas están vacías. Para el cristinismo o kirchnerismo, el solo hecho de negociar con el Fondo era casi un tema tabú, y desde este sector se alentó en distintos momentos la ruptura.

El anuncio del envío al Congreso del proyecto para negociar con el FMI, que necesariamente tiene que ir acompañado de un plan económico, supone una novedad. Alberto Fernández asumió hace dos años afirmando que no tenía un plan económico y, lo que es peor, mostrándose satisfecho con ello. Durante dos años puso en marcha el plan “vamos viendo”.

En la oposición no le van a facilitar las cosas. Primero, porque va a esperar a ver cómo se acomodan los distintos grupos dentro de la coalición gobernante. Específicamente, qué actitud tomará Cristina Kirchner, si finalmente ocupa el poder total, dejando a Alberto Fernández como figura meramente figurativa, o acepta la realidad. No es previsible que el kirchnerismo deje solo a Alberto Fernández, porque estando en el gobierno tiene cargos y, sobre todo, acceso a sustanciosas cajas con las que seguir haciendo política.

A pesar de que estos resultados electorales no son para festejar, el gobierno convocó para el próximo miércoles una manifestación de apoyo en la Plaza de Mayo, impulsada por los sindicatos de la CGT y los movimientos sociales.

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