miércoles. 01.05.2024

Extractos del libro “Rostros en el fuego” de Juan Manuel Tasada, prologada por el premio Pulitzer Rodrigo Abd, una historia ambientada en Israel luego de acaecida la Primavera Árabe, una trama de conflicto internacional Palestino-israelí que busca llegar a un punto medio entre facciones que parecen en la actualidad no encontrarlo.

Extracto 1

Siempre supuse que la biblia era una especie de bisagra de dos mundos distintos vistos bajo la lupa de un mismo Dios; por un lado se encontraban los buenos intentando llegar a salvo al amanecer, y por el otro se hallaban los malos apagando las lunas de la noche para poder manejarse con total libertad e impunidad. Pero hete aquí que cada facción llevaba su cien por ciento de realidad. Algo similar estaba ocurriendo con los pueblos judíos y los pueblos árabes que discutían sus tierras y sus mesetas detrás de un mismo pentateuco. El sol aunque fuera nuevo irradiaba el mismo fuego de antaño y eso era lo que más me preocupaba, esa psicosis colectiva de pertenencia. Intentaba leer con claridad cada suceso, no quería caer en la ilusión de una sola verdad concebida por un sector determinado, creía que la palabra iba más allá de eso, creía que la biblia inculcaba en cada uno de los que la vivían la contemplación de comprender al otro bajo cualquier circunstancia. Mis abuelos siempre hicieron hincapié en que seríamos medidos con la misma vara con la que nosotros mediamos a nuestro prójimo. Ver el ensañamiento de las autoridades reflejadas en todos los medios no hacía más que generar un efecto contrario al deseado, escuchar las declaraciones del primer ministro israelí alentando el segmentarismo y la expulsión, promovía un sentimiento de odio que difícilmente encontraría el bálsamo de paz y tranquilidad requerido.

Ya no hay vidas aquí, solo bombas

Amnesty International hace ya varios meses que venía advirtiendo a la comunidad internacional del conflicto, no sé si realmente había en el ambiente una sincera intranquilidad, podría decir que solo había preocupación en los papeles, eso realmente me preocupaba. Leí varios informes de Amnesty International sobre excesos del Ejercito Israelí en la Franja de Gaza y los números que arrojaba daban pavor, zonas civiles completamente devastadas, el informe hablaba sobre un Viernes Negro pero podría decirse que ya todos los días de la semana se habían convertido a esta altura en días tan lúgubres y oscuros que se dificultaba el caminar sin topar con cadáveres por doquier en los asentamientos de refugiados, Rafa, Cisjordania, la misma Franja de Gaza; todo era oscuridad y muerte fuera del domo de hierro, la sangre se convirtió en una devolución de gentilezas fuera de los muros de la sociedad europea, y mucho pero mucho más lejos de la comunidad global. De este lado de la línea verde todavía había quietud, todavía se mecía en el ambiente un dejo de humanidad, sin embargo, más allá de nuestros ojos, en cercanías de Los Altos del Golán, la sangre se mimetiza con el paisaje, se entremezcla con el gran caudal de agua que a la misma vez sirve de fuente a los afluentes del Río Jordán; el vaho de esa sangre es traído por el viento que viene del sudeste como un remolino que golpea fuertemente las costas de nuestras entrañas. Las migraciones no son en realidad el trasfondo del conflicto que desencadenó una masacre sin precedentes, en ambas filas se busca una especie de equilibrio entre democracia y oligarquía, ya no hay vidas aquí, solo bombas.

Extracto 2

Un camión del ejército ingresaba en retroceso luego de pasar el cerco perimetral, ya no había tiempo de despedidas, el dolor también era algo pasajero en este lugar, todos parecían serlo, las manos sobresalían de las ventanas como queriendo encontrar en el aire los restos de Aaminah. La pequeña Aaminah emprendía su último viaje, Abdel Ali, su padre había visto en Uriel los ojos de la tristeza, una tristeza muy parecida a la de él, sabía de sus pérdidas, de sus llantos nocturnos, pero también sabía que nunca faltó la sonrisa de su rostro cada vez que se cruzaba con Aaminah. Uriel intentó darle el pésame antes de que cerraran las puertas, entre sollozos y antes que subieran el ataúd al camión Abdel pudo decirle a Uriel que luego hablarían, que este no era el momento. Uriel entendió en su mirada que el sol de la mañana siguiente sería un buen momento, hoy no lo era, esta luna necesitaba el tiempo necesario de luto, todos necesitaban oír el silencio en sus almohadas, aunque esto implicara que la vida ya no sería la misma para muchos en el campamento. Se acercaba la medianoche y la brisa nocturna comenzaba a sacudir las tiendas de Beit Ilma, cada uno volvía a su lugar en el tablero mientras los bombardeos seguían a lo lejos iluminando gran parte del desierto. Una de las últimas apariciones del ejército en el campamento había servido para abastecer de suministros a ambas facciones, compartían el cautiverio, Sunitas y Chiitas bajo una misma bandera, bajo una misma lucha de supervivencia. A pesar de sus diferencias intentaban permanecer en la historia, poco a poco el asentamiento tomaba nuevamente forma, el ejército israelí cercaba a cada paso los sueños de los palestinos, de aquella sangre árabe que comenzaba a mojar las paredes del Oriente Medio. Un grifo que esparcía hacia las adyacencias del estado sionista a todo hombre, mujer y niño, una guerra dispar bajo la atenta mirada de una comunidad internacional que prefería callar.

Ezequiel 20:46-47: Hijo de hombre, pon tu rostro hacia el sur, derrama tu palabra hacia la parte austral, profetiza contra el bosque del Neguev. Y dirás al bosque del Neguev: Oye la palabra de Jehová: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que yo enciendo en ti fuego, el cual consumirá en ti todo árbol verde y todo árbol seco; no se apagará la llama del fuego; y serán quemados en ella todos los rostros, desde el sur hasta el norte".

Rostros en el fuego