viernes. 26.04.2024
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@jgonzalezok | El gobierno de Mauricio Macri emitió un Decreto de Necesidad y Urgencia este domingo, 1 de septiembre, imponiendo limitaciones a la compra de dólares, en lo que supone un cepo cambiario limitado, ya que no afecta a los particulares. La argumentación del gobierno es que se trata de proteger la estabilidad cambiaria y a los ahorristas, así como asegurar el abastecimiento de dólares. “Son medidas incómodas, pero necesarias para evitar males mayores”, dijo el ministro de Economía, Hernán Lacunza. Definió las restricciones como “un control de capitales” y descartó una nueva corrida cambiaria.

La medida supone un gran costo político para el gobierno y ha sido un trago muy amargo para Macri, ya que una de los principales reproches al gobierno anterior, de Cristina Fernández, había sido la imposición del cepo al dólar, que estuvo vigente algo más de cuatro años, desde el final de su primer mandato, en octubre de 2011. Una de las primeras cosas que hizo Macri al llegar al gobierno fue levantar las restricciones.

Las empresas en general, además de los bancos, deberán solicitar permiso al Banco Central para girar dólares al exterior. Y no podrán comprar dólares para atesorar

Si bien las limitaciones ahora son mucho menores, los mercados y la reacción de la gente serán quienes digan al gobierno si se necesita ahondar en estas medidas. De momento, lo que dispone el decreto gubernamental afecta sobre todo a empresas, bancos y exportadores. Las empresas exportadoras deberán liquidar los dólares productos de sus ventas, en un plazo de cinco días hábiles después del cobro, o 180 días después del permiso de embarque. Era usual que las empresas exportadoras, sobre todo las cerealeras, retrasaran la liquidación especulando con la tasa de cambio. Las empresas en general, además de los bancos, deberán solicitar permiso al Banco Central para girar dólares al exterior. Y no podrán comprar dólares para atesorar.

Por el contrario, las personas físicas podrán comprar hasta 10.000 dólares por mes y girar ese mismo monto al exterior, así como retirar sin límite el dinero de que dispongan en sus cuentas en dólares. La historia de la persistente inflación en el país ha hecho que muchos ciudadanos compren dólares para atesorar, como forma de asegurarse mantener el valor de su dinero.

El Fondo Monetario Internacional, que desde mediados del año pasado viene asistiendo a Argentina con préstamos por 57.000 millones de dólares, no se quiso mojar con una opinión sobre las medidas. Dijo que está analizando los detalles de la medida y aseguró que “seguirá al lado de Argentina durante estos tiempos desafiantes”. Del monto total del préstamo acordado queda pendiente la entrega de un tramo de 5.400 millones de dólares, que debería entregar este mes de septiembre. Pero hay dudas de que lo lleguen a hacer efectivo.

En la crisis de finales del 2001 el Fondo le soltó la mano a Argentina y pocos días antes del estallido de la crisis de diciembre, el FMI anunció que no liberaría un desembolso ya pactado, por valor de 1.264 millones de dólares. Esto dejó a Argentina al borde de la suspensión de pagos y fue la puntilla al gobierno de Fernando De la Rúa, que demitiría pocos días después en medio de una crisis social sin precedentes.

Esta última medida del gobierno de Macri significará la vuelta del mercado negro y el dólar blue, eufemismo argentino para designar el cambio paralelo

Esta última medida del gobierno de Macri significará la vuelta del mercado negro y el dólar blue, eufemismo argentino para designar el cambio paralelo. Operaciones que se llevan a cabo en lo que se conoce como cuevas, oscuras oficinas en el microcentro porteño. Y tendrán más trabajo los llamados arbolitos, personas que en determinadas calles del centro de la capital son el gancho para el cambio en las cuevas. La incertidumbre y la desconfianza pueden llevar a muchos ciudadanos a volcarse en este mercado, a pesar del precio diferencial. Y si este fenómeno llevara a una retirada masiva de pesos de los bancos, irremediablemente se iría a un corralito, como en el 2001.

La crisis que vive Argentina se arrastra desde marzo del año pasado. Pero se aceleró de forma imparable desde el 11 de agosto, con el resultado de las elecciones primarias, que anuncian una derrota del actual gobierno de Macri y la vuelta del peronismo/kirchnerismo. La reacción a este resultado fue una corrida cambiaria, una continua devaluación del peso, la elevación del riesgo país a índices que hacía años que no se conocían y la decisión del gobierno de proponer la reprogramación de los vencimientos de la deuda a corto plazo. Y, aunque hay todavía reservas importantes en el Banco Central, se considera que la continua pérdida de las mismas, en un contexto de inestabilidad política y financiera, era insostenible.

La actitud de la oposición, con el candidato Alberto Fernández a la cabeza, no ayudó al gobierno a llevar tranquilidad a los mercados y a infundir confianza. Después de una reunión con representantes del FMI, Alberto Fernández hizo público un comunicado incendiario, culpando de la crisis al organismo internacional y al gobierno, instalando la duda de la voluntad de pago de la deuda en un eventual gobierno peronista. Fernández también le dijo al diario económico norteamericano The Wall Street Journal que Argentina estaba “en un default virtual”.

La perla la puso la ex ministra de Economía durante el gobierno de Néstor Kirchner, Felisa Miceli, que tuvo que dimitir porque se encontró en el baño de su oficina en el ministerio un paquete con dólares cuyo origen no pudo justificar. Para echar leña al fuego de la desconfianza, dijo: “La mayor seguridad hoy por hoy es tener los dólares con uno”.

Al gobierno de Macri, la cuesta hasta las elecciones de octubre se le hace cada vez más empinada. La oposición peronista parece querer repetir la situación del fin del gobierno de Alfonsín, en 1989, que llevó al ministro de Exteriores de entonces, Dante Caputo, a decir: “Quieren que nos vayamos escupiendo sangre”. Y a esta altura parece imposible una iniciativa conjunta, gobierno-oposición, para tratar de llegar a las elecciones y a la entrega del poder, en diciembre, sin un país incendiado. La antipatía personal y la desconfianza entre Macri y Fernández, y no digamos entre el presidente y su antecesora -Cristina Fernández, ahora candidata a vicepresidente de Alberto Fernández- cierra la posibilidad de cualquier colaboración entre ambos sectores.

Argentina vuelve al control de cambios