viernes. 29.03.2024
Jacinda Ardern, Elisabeth Borne y  Dina Boluarte
Jacinda Ardern, Elisabeth Borne y Dina Boluarte

Tres mujeres gobernantes han ocupados estos días el centro de la atención mediática: las primeras ministras de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, y de Francia, Elisabeth Borne, y la presidenta interina de Perú, Dina Boluarte. Tres mujeres pertenecientes a tres países muy diferentes entre sí, de tres culturas políticas distintas.

  1. JACINDA ARDERN, O CÓMO SABER RENUNCIAR
  2. ELISABETH BORNE, EL PODER COMO EJERCICIO DE TENACIDAD
  3. DINA BOLUARTE: LA TRÁGICA IMPOTENCIA DEL PODER POR EL PODER

JACINDA ARDERN, O CÓMO SABER RENUNCIAR

Jacinda Ardern ha dimitido de su cargo de jefa del gobierno y del liderazgo del Partido Laborista. Para relativa sorpresa de la mayoría de los observadores, una de las políticas con más carisma de la escena internacional dice adiós, y todo parece que será para siempre, o para mucho tiempo al menos. En su despedida, y como razón fundamental, dejó una frase que a buen seguro pasará al acervo político en lo sucesivo: “I have no enough in the tank” (que podría ser traducido como “me he quedado sin energía en el depósito”. 

Ardern es un caso fabuloso de ascenso, crisis y derrumbe. Fue alabada por la prensa liberal y reconocida por la progresista debido a la entereza que demostró tras el doble atentado xenófobo de 2019 contra unas mezquitas en la ciudad de Christchurch, su empatía natural con las familias de las víctimas musulmanas, su coraje frente al racismosubyacente en su sociedad (asimilable al de cualquier otra) y su agilidad en la toma de decisiones para controlar la disponibilidad del uso privado de armas de fuego. Quiso aplicar un programa ambicioso de reducción de la pobreza y avance social. Apenas lo ha logrado. Pero no es exagerado decir de ella que se convirtió en un icono no ya del buen gobierno, sino del gobierno cercano pero a la vez comprometido, de un gobierno de valores por encima de las conveniencias inmediatas.

Jacinda Arden no ha querido aferrarse al poder. Declara su vulnerabilidad, enseña su depósito vacío o insuficiente y hace de la derrota un gesto desdramatizado de la vida

Jacinda Ardern ha sido víctimas de las secuelas políticas y sociales del COVID. Ejerció un liderazgo valiente, sin contemplaciones ni concesiones, adoptando decisiones difíciles, dolorosas y sacrificadas, pero muy alejada de cualquier pedestal, desde el salón de su casa, dando ejemplo y con una seriedad envuelta en comprensión y sensibilidad. Paradójicamente, la misma ciudadanía que presumía de jefa de gobierno fue sintiéndose cada vez más incómoda. La cotidianidad de la pandemia, primero, y los efectos económicos, a continuación, fueron desgastando el crédito de Ardern hasta invertir la percepción pública. En apenas unos meses, una de las gobernantes más populares del mundo pasó a ser una política desgastada más.

En tales condiciones, el instinto político invita a la resistencia. Incluso es razonable sostener que frente a la adversidad, la altura política exige coraje. Jacinda ha tomado otro camino. No por abandonismo, sino por convicción. No ha querido aferrarse al poder y se ha confesado. Vuelve a la vida privada, a su familia. El manido recurso de la “dimisión por razones personales”, que suele esconder otras motivaciones reales, toma carácter de autenticidad en el caso de la dirigente socialista neozelandesa. No culpa a nadie, ni se victimiza. Declara su vulnerabilidad, enseña su depósito vacío o insuficiente y hace de la derrota un gesto desdramatizado de la vida. Se va con la misma modestia con la que gobernó (1).

ELISABETH BORNE, EL PODER COMO EJERCICIO DE TENACIDAD

Elisabeth Borne comparte con Jacinda Ardern una cierta proximidad ideológica. O compartía, porque la francesa ha ido pasando de un socialismo democrático más bien tibio y tecnócrata a un liberalismo con cierta retórica social. Es una exponente bastante significativa de la deriva socialista francesa, de su confusión, del oscurecimiento de sus principios. Borne, al menos, puede hacer gala de su capacidad de trabajo, de su tenacidad en la labor de gobierno. Macron eligió calculadamente a su capataz ejecutiva, un complemento perfecto para combinar la grandilocuencia de sus gestos con la eficacia de la tarea diaria. 

La reforma de las pensiones será la gran prueba para la pareja Macron-Borne. El presidente se reserva las alocuciones que proyectan el futuro, el gran diseño del cambio de modelo social. La primera ministra correrá con el desgaste de la brega diaria, en los salones, pero sobre todo en la calle. Las negociaciones políticas se desarrollan con cierta discreción, terreno en el que la jefa del gobierno se mueve como pez en el agua. 

Como alguien ha escrito, la primera ministra [Elisabeth Borne] parece dispuesta, preparada y hasta deseosa de hacer el “trabajo sucio”

La agitación social es otro cantar, más bronco y menos manejable. Las protestas ya han comenzado y amenazan con arreciar. Se agita el espectro de los gillets jaunes, la revuelta que amargó el primer mandato de Júpiter, como se moteja al ambicioso Presidente francés. El perfil tecno-burocrático de Borne parece idóneo para desviar hacia ella parte de la munición contestataria. Como alguien ha escrito, la primera ministra parece dispuesta, preparada y hasta deseosa de hacer el “trabajo sucio”, de erigirse, si es necesario, en el “fusible” de Macron, para impedir un apagón en el Eliseo (2).

DINA BOLUARTE: LA TRÁGICA IMPOTENCIA DEL PODER POR EL PODER

Dina Boluarte es el caso más trágico de esta triada femenina. La presidente interina del Perú es casi un zombi político. Puede afirmarse, sin exagerar, que es el contra modelo de Jacinda Ardern. A falta de principios sólidos, maniobrerismo puro y duro. Pero torpe. Su trayectoria política no puede ser más errática. Se subió al carro de la candidatura del depuesto Presidente Castillo sin compartir programa ni estrategia, poco o nada contribuyó a frenar el vacilante mandato de su jefe, aislado y preso de unas débiles (debilitadas) estructuras políticas, y finalmente se convirtió en una suerte de Bruto ficticio, porque en realidad nunca hubo un Julio César al que frenar. Boluarte aparece, cada día que pasa, más una usurpadora que una restituyente. 

La presidente interina del Perú [Dina Boluarte] es casi un zombi político. A falta de principios sólidos, maniobrerismo puro y duro. Pero torpe

El mísero sur del Perú se levanta contra la manera en que la oligarquía acabó con un vacilante y dubitativo Presidente, pero hijo del pueblo al fin y al cabo. El Congreso difícilmente representa a la mayoría de la nación. La orquestada pretensión de institucionalización, de defensa de normas huecas no engañó a casi nadie desde el principio. Pero, a medida que se amontonan los muertos en las calles de las zonas más pobres (medio centenar, ya) y los grupos más activos ponen cerco a los centros simbólicos de poder, la farsa adopta tintes de tragedia. 

A pesar de la firmeza un tanto impostada de los primeros días, dicen que ahora Dina habría querido dimitir, tras fracasar sus intentos de apaciguar a los revoltosos. Se lo habría desaconsejado el primer ministro Otárola, un personaje gris, sin legitimidad popular alguna, que emerge quién sabe si como líder alternativo, en caso de que la Presidenta termine desmoronándose.

Predominio de la ética política (Ardern), dialéctica pragmática y desapasionada (Borne) e impostura en la preservación de los privilegios (Boluarte)

Ardern, Borne y Boluarte representan tres estilos divergentes de gobernar y de hacer política. Pero no se trata, al menos en lo fundamental, de ejemplos o de empeños personales. Las tres son producto de sus fundamentos sociales y su cultura del poder, de la manera de representar la democracia como sistema liberal de gobierno. En éste cohabitan tendencias muy dispares cuando se trata de aplicar los principios a la gestión de la realidad: predominio de la ética política (Ardern), dialéctica pragmática y desapasionada (Borne) e impostura en la preservación de los privilegios (Boluarte). En la mayoría de los lugares estos tres estilos se solapan y conviven en función de las necesidades de cada momento.


REFERENCIAS

(1) “Jacinda Ardern’s graceful departure is the personification of modern democratic ideals”. VAD BADHAM. THE GUARDIAN, 19 de enero; “The many legacies of Jacinda Ardern”. ISHAAN THAROOR, THE WASHINGTON POST, 23 de enero; “How Covid’s bitter divisions tarnished a liberal icon”. DAMIEN CAVE, THE NEW YORK TIMES, 19 de enero.
(2) “Élisabeth Borne en première ligne de bataille des retraites”. MATTHIEU GOAR. LE MONDE, 24 de enero;“Réforme des retraites: Élisabeth Borne saura-t-elle faire le ‘salaud boulot’? WALTER ELLIS. REACTION, 5 de enero (reproducido en COURRIER INTERNATIONAL, 10 de enero).
(3) “Pérou, de l’instabilité politique aux brutalités policières. GONZALO BANDA. AMERICAS QUARTERLY, 12 de enero (reproducido en COURRIER INTERNATIONAL, 19 de enero); “Reflexiones sobre la crisis política y social en Perú. MARCELO SOLERVICENS. OTHER NEWS, 16 de enero

Tres mujeres, tres estilos de gobierno