viernes. 26.04.2024
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Indecisión, esperanza y hastío tuvieron su momento durante la campaña electoral. El resultado ofrecido por las urnas ha clarificado el paisaje político y obligará a los partidos políticos a poner los pies sobre la tierra. Es hora de reacomodar su discurso y su posición a la fría realidad de los votos. La ciudadanía griega ha puesto a cada partido en su lugar. Las formaciones políticas que se disputaban la confianza de los electores conocen ahora su tamaño exacto, pueden cuantificar los apoyos que les han concedido las personas que han votado y estimar hasta qué punto habían fantaseado con lo que realmente representan y con lo que están en condiciones de hacer.

Las elecciones de ayer domingo, 20 de septiembre, cierran una etapa marcada por las duras negociaciones entre un intratable y extremadamente poderoso bloque de poder conservador y una inexperta, heterogénea y relativamente débil fuerza política de izquierdas (Syriza había obtenido un 36,3% de los votos en las elecciones de enero de 2015) que pugnó cuanto pudo por defender (en una lamentable situación de aislamiento) el futuro de Grecia y su gente y por encarrilar el proyecto de unidad europeo sobre los principios de cohesión y solidaridad.

Ahí están los resultados. Disponibles para todas las personas que quieran verlos. Así han cristalizado los porcentajes de votos obtenidos en las dos últimas elecciones generales (enero y septiembre de 2015) por las fuerzas políticas que al superar el umbral del 3% del total de votantes consiguen escaños parlamentarios. 

Porcentaje de votos obtenidos en Grecia por los partidos con representación parlamentaria

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Fuente: Ministerio del Interior de Grecia, con el 99,5% de los votos escrutados

La apatía, el desencanto y la indecisión de buena parte del electorado han marcado la campaña electoral

Syriza intentó abrir márgenes de autonomía para una política económica lo más alejada posible de las injustas e ineficaces medidas de austeridad y lo más cercana posible a las necesidades de la mayoría social y de la economía griegas. No pudo. Las instituciones europeas no están dispuestas a permitir que la izquierda de un pequeño país con una economía desequilibrada y exhausta le marque la agenda o rehúse hacer los deberes económicos que les han impuesto.

Syriza fracasó en su intento, pero no ha tirado la toalla. No dejó el terreno franco a las fuerzas políticas del pasado, responsables del desastre ocasionado en Grecia por los dos primeros rescates y partidarias del sí en el pasado referéndum, ni se echó al monte de los puros. Siguió denunciando las condiciones impuestas en el nuevo memorándum y optó por seguir formando parte y representando a la mayoría social que prefiere un mal acuerdo a la aventura y los riesgos de abandonar el euro. El primer ministro Tsipras decidió devolver el poder de decisión a la ciudadanía griega y que ésta juzgase su gestión y las decisiones tomadas. Sometió su actuación y la de todas las demás fuerzas políticas a la valoración de la ciudadanía.

Intentemos observar con realismo lo ocurrido en las elecciones de ayer. Syriza obtiene un 35,5% de los votos y 145 escaños (pierde 9 décimas y 4 escaños), pero su magnífica victoria electoral no está preñada de ilusiones, a diferencia de la conseguida en las elecciones generales del pasado 25 de enero, ni puede contar ya con el impulso que generó el alarde de unidad y dignidad del pueblo griego en el referéndum del 5 de julio. Los tiempos han cambiado. Y a pesar de la pequeña pérdida de votos y escaños, la nueva victoria de Syriza es de tanta o más importancia que la de las anteriores elecciones generales de hace unos meses o la del referéndum de julio. Sin este nuevo triunfo electoral se habrían esfumado o reducido notablemente las posibilidades de mantener la resistencia a las políticas de austeridad, poner las instituciones griegas al servicio de la mayoría social y disputar la hegemonía a un bloque conservador que en Europa tiene como única guía utilizar la crisis para aumentar el poder y los beneficios de una reducida elite. Syriza no ha sido, afortunadamente, un paréntesis. Syriza va a seguir dirigiendo el Gobierno de Grecia, a pesar de todos los poderes que han intentado evitarlo y han puesto conscientemente todo su empeño o su inconsciente granito de arena en ese objetivo.

La apatía, el desencanto y la indecisión de buena parte del electorado han marcado la campaña electoral. La participación electoral del 53,4% de las personas registradas ha caído 10 puntos respecto a las elecciones del pasado mes de enero ¿Podría haber sido de otra manera, tras el fracaso obtenido y el desencanto provocado? Y a esos sentimientos predominantes hay que sumar el extraordinario cabreo que manifiesta una parte reducida, pero no insignificante, de la sociedad griega. Sin embargo, ni la extrema izquierda ni la extrema derecha consiguen avances significativos respecto a las elecciones generales del pasado 25 de enero. Los comunistas del KKE ganan un par de décimas y alcanzan un 5,6% (y mantienen sus 15 parlamentarios). Los escindidos de Unidad Popular (UP) recogen un 2,9% de los votos y se quedan fuera del parlamento al no superar el umbral mínimo del 3%. Los fascistas de Amanecer Dorado (AD) aumentan 7 décimas y rozan el 7,0% de los votos (con 18 parlamentarios obtienen uno más que en enero). Y para que no falte nada, una parte de la ciudadanía irritada ha tirado su voto en una opción basura, Unión de Centristas, que consigue el 3,4% de los votos y 9 escaños. A la fractura y el conflicto social se suman el aumento de la polarización y mayores niveles de tensión política. Mal escenario para resolver nada.

A pesar de su extraordinaria victoria electoral, las heridas sufridas por Syriza y por la sociedad griega son algo más que rasguños. Y no se curan con votos. La situación de la economía y la sociedad griegas sigue siendo tan desesperada como antes. La victoria electoral de Syriza no basta para despejar el camino de las soluciones. Ahora vienen las tareas más complejas. Reforzar la voluntad de resistencia del pueblo griego para encontrar remedio a sus necesidades básicas presentes y defender su futuro. Tejer un sistema de alianzas políticas y una coalición gubernamental que permitan renegociar con la Troyka la deuda soberana griega y aligerar su carga en el gasto público. Y lo más difícil, acompasar la aplicación de las tareas que impone el memorándum, tratando de ocasionar el menor daño posible a la economía y a la mayoría social griegas, con la conquista de una autonomía política que permita cumplir a rajatabla los compromisos de proteger de forma efectiva a los sectores más vulnerables y en riesgo de exclusión, sanear la política y tomar medidas de inversión y modernización de la estructura productiva.

Las elecciones celebradas ayer abren una nueva etapa política marcada por la dura realidad de un gobierno sometido a estricta vigilancia, una economía insolvente y una mayoría social maltrecha que aún no ha hecho la digestión de la vertiginosa sucesión de acontecimientos ocurridos en apenas tres meses, desde la convocatoria del referéndum de 5 de julio hasta la jornada electoral del 20 de septiembre.

Aunque resulta prematuro, algo se puede decir sobre las posibles coaliciones gubernamentales que se disputarán los perfiles, la composición y el programa que adoptará el próximo gobierno de Grecia.

Hay un primer dato incontrovertible, una mayoría social y electoral que ahora podemos cuantificar ha decidido que Syriza siga siendo la primera fuerza política y lidere la formación de una nueva mayoría parlamentaria y un nuevo gobierno de coalición. Los votos y el sistema electoral griego (en especial, la prima de 50 escaños al partido más votado)  han facilitado esta opción.

Los votos han desbaratado otros escenarios posibles. La recuperación de la muy desprestigiada vieja política, con una gran coalición entre Nueva Democracia y Pasok, acompañados por To Potami (las tres fuerzas partidarias de las políticas de austeridad impuestas), ha sido descartada por los votantes. Sumarían el 38,5% de los votos y 103 escaños, muy lejos de la mayoría de 151 escaños. Igual porcentaje que en enero de 2015 (lo que pierde To Potami lo recupera el Pasok) y 3 escaños menos.

La mayoría relativa obtenida por Syriza basta para desbaratar toda posibilidad de una  coalición entre Syriza y Nueva Democracia

La mayoría relativa obtenida por Syriza basta para desbaratar toda posibilidad de una  coalición entre Syriza y Nueva Democracia. Tsipras rechazó de forma rotunda durante la campaña esa opción, pero no podía descartarse del todo hasta que las urnas mostrasen que existía otra salida. Y han demostrado que existe otra salida. La gran coalición entre Syriza y ND hubiera sido muy bien vista y apoyada por los mercados y las instituciones europeas, pero la mayoría parlamentaria así constituida no hubiera podido garantizar las necesarias tareas de despejar incertidumbres, garantizar una mínima estabilidad y gestionar con sensatez el inevitable conflicto político y social en ciernes.

Por mucho que las instituciones europeas presionen a favor de un gobierno de gran coalición vertebrado en la alianza entre Syriza y Nueva Democracia (entre ambos suman cerca del 64% de los votos y un 73% de los escaños) que permitiría ensanchar el campo político y social de apoyo a la austeridad y a las condiciones impuestas por el tercer rescate, Syriza está en condiciones de evitar ese abrazo del oso. Los votos no han concedido la mayoría absoluta a Syriza, pero han sido suficientes para evitar los peores escenarios: una coalición dirigida por Nueva Democracia, que diera el Gobierno a los partidos favorables al memorándum (con el social-liberal Pasok, los centristas ultraliberales de To Potami y algún añadido más) o una gran coalición entre Syriza y Nueva Democracia, que habría cegado el camino del cambio y devolvería la política griega a la casilla de partida, con un bipartidismo en el que la posición de centro-izquierda pasaría a estar ocupada por Syriza en lugar de un Pasok amortizado o en una fase terminal de su vida útil. Los resultados electorales permiten descartar ambas opciones.

Los votos también confirman que algunos de los escenarios barajados durante la campaña eran meras ilusiones. Por mucha imaginación que le echaran sus partidarios, los programas y objetivos de los comunistas del KKE o la izquierda radical de UP no podían aspirar a representar políticamente a una parte significativa de esa extremadamente diversa mayoría social que ha manifestado su oposición a las políticas de austeridad. Era una pretensión imposible. Sus partidarios podían imaginarlo y han tenido ocasión de explicar sus planteamientos a potenciales votantes, pero su intención de representar a esa amplia mayoría social que en el referéndum se manifestó en contra de la austeridad impuesta por las instituciones europeas (61,3% de los votantes) era una ensoñación. Los votos obtenidos (5,6% el KKE y 2,9% la UP) deberían ayudarles a entender tal cosa.

La estrategia y los planteamientos de Syriza son incompatibles con los de un potencial frente de izquierdas entre el KKE y UP encastillado en lo testimonial, el sectarismo y una inclinación hacia el gestualismo heroico que del mismo modo que, en la actual situación de tensión y desencanto, les podría ayudar a ensanchar un poco su espacio político les distancia de la mayoría social. La denuncia contundente del memorándum y de Syriza no es un cemento suficiente para sostener tras su fracaso electoral el heterogéneo conglomerado que constituye Unidad Popular. Mucho menos, para facilitar un acuerdo sostenible con el KKE  de oposición al nuevo Gobierno de Syriza. El KKE es un partido convencido de su carácter infalible, como único depositario de la ciencia marxista-leninista, y de su condición de vanguardia de la clase obrera, etcétera. Encastillado en tales dogmas, difícilmente puede perseverar en ningún tipo de alianza que no lleve su sello o diluya su protagonismo.

En el otro extremo, los neonazis de Amanecer Dorado experimentan un mínimo avance electoral (7,0% de los votos y 18 escaños frente al 6,3% y los 17 escaños de enero) que les permite igualar su mejor resultado en mayo de 2012 (sin llegar a alcanzar los 21 escaños de entonces). El avance en porcentaje de votos de AD, por limitado que sea, añade incertidumbre y preocupación al escenario, tan inestable como complejo, en el que deberá desarrollar su acción política el Gobierno de Syriza. No les van a faltar ocasiones a los fascistas de AD para pescar en las aguas revueltas por el paro, el empobrecimiento, las restricciones a la soberanía nacional, las tensiones políticas y la ausencia de soluciones.

En el paisaje político dibujado por las urnas, sigue siendo necesario conformar una nueva coalición gubernamental que permita obtener la mayoría parlamentaria y gobernar a Syriza y no suponga hipotecas que dificulten el imprescindible saneamiento de la vida política. La renovación de la coalición con los Griegos Independientes (Anel) que finalmente consiguió superar la barrera del 3% (3,7% de los votos y 10 escaños) es posible y suficiente para lograr la mayoría absoluta en el Parlamento. Aunque tiene más opciones, Syriza no tiene necesidad de abrir esa alianza a otras fuerzas para alcanzar los 151 escaños que suponen la mayoría absoluta. Así lo han dispuesto las urnas. En democracia, las restricciones para la acción política surgen del diálogo y la confrontación entre la voluntad de cada partido y la voluntad popular expresada en las urnas. Syriza puede ahora acomodar sus pretensiones a la voluntad popular en la tarea de construir una mayoría parlamentaria. Los votos obtenidos permiten que lo haga en beneficio de Grecia, Europa y las posibilidades del cambio político y social.

Victoria electoral de Syriza. Ganan Grecia, Europa y las posibilidades del cambio en...