martes. 16.04.2024
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Por cuatro puntos de margen (52%-48%), ha triunfado el ‘Brexit’. Siete de cada diez británicos ha votado, un porcentaje estimable, pero no abrumador, lo que indica un desinterés no despreciable de la población y añade amargura a los partidarios de la permanencia. Éstas son las consideraciones más urgentes.

1. AMAGOS DE PÁNICO.

El escenario del ‘día después’ del ‘Brexit’ se completa por horas e incluso por minutos. Cierto pánico bursátil, desplome del mercado petrolero, el mayor descenso de la cotización de la libra esterlina frente al euro en veinte años y perspectivas de un nuevo frenazo de la recuperación económica continental.

La tentación del catastrofismo es grande. Conviene huir de ella. Pero tampoco sería responsable actuar como si lo ocurrido fuera ‘business usual’. El resultado del referéndum británico supone una crisis sin precedentes en Europa, con alcance planetario, Y exige análisis, respuestas y acciones a la altura del desafío.

Las turbulencias económicas provocadas por el ‘Brexit’, en Gran Bretaña, en Europa y en el resto de este mundo globalizado, serán inevitables y no menores. Pero mucho más inquietantes serán los efectos políticos, porque el resultado del referéndum abre un periodo de inestabilidad, de desconfianza, de incertidumbre.

2. RIESGO DE DISGREGACIONES INTERNAS EN GRAN BRETAÑA.

El divorcio británico de Europa desencadena riesgos de otras separaciones internas, que serían más dolorosas, más desestabilizadoras. El voto antieuropeo de ayer no es británico: es inglés. Escocia e Irlanda del Norte han votado a favor de permanecer en la UE.

Será muy difícil que la separación británica de Europa no precipite movimientos políticos en favor del mantenimiento en la Unión por parte de los territorios que no desean marcharse. La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, ya ha dicho esta madrugada que Escocia ve su futuro dentro de la UE. ¿Habrá otro referéndum sobre la secesión? Y el Sinn Feinn, fuerza pujante en el Ulster, ha relanzado la idea de una consulta para unirse a la República de Irlanda, su razón de ser. 

3. EL FRACASO DE CAMERON, EL DESGARRO TORY

Cada cual debe asumir sus responsabilidades en momentos como éste. El primer ministro Cameron ya lo hecho, al anunciar su dimisión para el próximo mes de octubre, cuando se celebre la Conferencia anual tory. La idea del referéndum fue suya. Una idea pésima, como muchos le advirtieron, en Europa y en su país. Prometió la consulta cuando ni siquiera sabía si podía repetir victoria electoral. Atrapado por el compromiso, y por las expectativas generadas, dentro y fuera de su partido, decidió no rectificar y seguir adelante con el riesgo.

Cameron aspira a controlar el proceso de divorcio, previsto en principio por el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Pero no le dará tiempo a completarlo. Dos años es el plazo regulado. Una ampliación necesitaría del consenso completo en la UE. No parece probable. Por tanto, todas las acciones del caducado jefe del gobierno británicos están sometidas a presión, a partir de ahora mismo. Habrá quienes, en su partido, pidan un relevo inmediato, lo más rápido posible. Otros, entre los que se cuentan sus “amigos” defensores del ‘Brexit’ le apoyarán en el incierto calendario que ha propuesto. Nada puede anticiparse ahora. Debe recordarse la liquidación política de Thatcher. Sus seguidores, que hasta hace días o semanas antes todavía la empachaban con adulaciones, favorecieron su caída. Sin contemplaciones mayores.

4. LA RESPUESTA ALEMANA

El otro punto de interés es externo. Las miradas se dirigen a Berlín y París, sobre todo. A los alemanes los sobresaltos les perturban especialmente. Y éste no es de los habituales. Lo más probable es que Alemania combine su habitual discurso de conciliación y firmeza; es decir, tendremos a Merkel desplegando un mensaje moderado, sin estridencias, comprensivo incluso con “la voluntad del pueblo británico”, y a su número dos real y patrón de la Hacienda, Schäuble, sosteniendo el discurso ya deslizado durante la campaña (“dentro es dentro, fuera es fuera”, dijo), y negociando con mano de hierro el proceso de separación y, sobre todo, las condiciones de la nueva relación de Gran Bretaña con la UE, en materia comercial, económica, migratoria, etc.

5. LUCES ROJAS EN FRANCIA

En Francia, los efectos pueden ser más preocupantes. Hollande tratará de asumir la iniciativa política y diplomática, si es posible con la complicidad de Berlín, presentando la semana que viene, ante el Consejo Europeo, un plan de relanzamiento del proceso de construcción europea. Confíenos en que no sea uno de esos megaproyectos a los que son tan aficionados los franceses, generalmente desdeñosos con los detalles prácticos. A falta de capacidad de liderazgo en Francia, el presidente tratará de erigirse en abanderado de una refundación europea liberada del freno británico: más unión, más ambición.

Esa estrategia puede representar una huida hacia adelante y entraña riesgos mayores aún que el ‘Brexit’. A nadie se le oculta que la separación británica va a dar alas al Frente Nacional, que proclama abiertamente la ruptura con esta Europa que considera burocratizada, antidemocrática e incapaz de atender las necesidades de la mayoría de la población francesa. Si el partido de Marine Le Pen, a rebufo de estos acontecimientos se consolida como acción real de gobierno la primavera que viene, el impacto del ‘Brexit’ quedará empalidecido por la amenaza de un ‘Frexit’.  Ni siquiera, en un escenario menos catastrófico, haría falta tal cosa: bastaría con una reconsideración general del proyecto europeo, es decir, la renacionalización de Europa: el final del sueño de Monet y Schuman.

6. IMPULSO NACIONALISTA EN EUROPA.

El nacionalismo, llevado al límite, concita otros nacionalismos de signo opuesto. Europa ha experimentado estas pulsiones políticas en numerosas ocasiones a lo largo de la historia. O mejor dicho, Europa se ha disgregado, enfrentado, batallado y sufrido cuando el discurso nacionalista extremo se ha impuesto en el relato político y en las pasiones populares, más o menos orientadas, dirigidas, manipuladas.

Otros movimientos nacionalistas se van a sentir reivindicados en Europa por el resultado de ayer en Gran Bretaña. En Alemania, sin ir más lejos, donde despiertan, aunque suavizados, viejos demonios; en los países de más reciente incorporación, de manera más intensa, más virulenta (Polonia, Chequia, Eslovaquia); incluso en los suaves y razonables nórdicos (Dinamarca, Suecia…); hasta en el núcleo de fundadores (Bélgica, desde hace años en el filo de la disgregación, u Holanda, precursora del malestar originado por la inmigración).

7. EL DESAFÍO DE LA RECTIFICACIÓN

En definitiva, un auténtico desafío para los ciudadanos que comprenden la necesidad de una Europa unida, más justa, solidaria, liberada de prejuicios nacionalistas y xenófobos. La responsabilidad principal recae, sin embargo, en unos líderes que han demostrado escasa capacidad desde hace años. Es hora de superar la absurda, fracasada e injusta estrategia de la austeridad como respuesta obstinada a la macro-depresión. La salida a esta crisis del ‘Brexit’ no pasa por invocaciones grandilocuentes sino por medidas concretas que estimulen el crecimiento, favorezcan la generación de empleo, desacrediten el victimismo nacionalista y recuperen la confianza ciudadana.

Algunos tendrán la tentación de proclamar Good ridance (o sea, ¡ya era hora! o ¡adiós, con viento fresco!). El desafío exige más templanza. En todo caso, Europa debe tomar otro camino. Quizás, si se abren pasos rectificaciones acertadas, dentro de una generación puedan volver a darse las condiciones para un reencuentro.

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