Las noticias y las imágenes que las acompañan nos estremecen. Se cuentan por centenares de millares las personas que huyen de la guerra y la miseria, dirigiéndose a otras tierras en las que sueñan encontrar más seguridad y una vida más digna. Centenares de personas muertas en el intento… la imagen de ese niño sin vida en la playa… azuzan nuestra conciencia, ahogan nuestra garganta, hacen que nos salten las lágrimas… Los que llegan, topan con la incapacidad, o con la hostilidad, de los gobiernos europeos, a pesar de la ola de solidaridad que se está desatando en amplios sectores de la población.
Los problemas no acabarán con la distribución por países y acogimientos particulares o públicos. Necesitarán medios de vida, empleo, procesos de integración. Serán precisos compromisos políticos y presupuestarios para dar solución y estabilidad a estas personas, sin generar abandonos y nuevas bolsas de pobreza.
Pero eso no va a ser suficiente. No podemos dar tregua a nuestras conciencias con respuestas limitadas a la calamidad que nos llama a la puerta, nos empuja y se nos mete en casa exhibiendo toda su crudeza. La Unión Europea, cada uno de los países que la conforman, tienen responsabilidades en la dramática situación que se ha generado en los países en llamas. Mueren niños, mueren personas en el camino hacia nuestras casas. Esto sucede, no lo olvidemos, porque huyen de la muerte, que se produce cada día para en sus países de origen, inducida y consentida por las políticas internacionales de nuestros gobiernos, o por su pasividad. Algunos vendieron primaveras y armaron infiernos de sufrimiento. Disfrazaron de filantropía el más puro interés por el control de los recursos y la perpetuación de un mundo profundamente injusto. Mejor que la conmoción de nuestras conciencias se traduzca en exigencias contundentes a nuestros gobiernos de un compromiso serio, sin hipocresías, por la paz y la justicia. Ellos están porque nosotros les votamos. También somos responsables.
Julián Buey Suñen | Secretario General CCOO Aragón