martes. 19.03.2024
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La fecha en que se celebrarán las elecciones generales italianas parece ya definida: el 4 de marzo 2018. Menos de tres meses e Italia volverá – a menos de resultados clamorosos e inesperados – a un impasse, tan recurrente en la historia democrática y republicana del “Belpaese”. La campaña electoral pasará por la política económica (en particular, desempleo juvenil y la brecha “Norte-Sur”). También, pasará a través la delicada cuestión de inmigración e integración. Finalmente, otro elemento que puede cambiar los equilibrios, es él del estado de bienestar y su remodelación. En particular, pesarán mucho los hechos (pasados) y los proyectos (futuros) sobre el sistema pensionístico. Jubilación y pensiones siguen siendo  temas portantes de la narrativa electoral de los partidos y, cómo ocurre en la gran mayoría de los países, cada cual echa la culpa al otro de la fragilidad y del peso del sistema pensionistico. El tema es complejo. Por un lado, hay la necesidad de evitar de disparar el gasto pensionistico para no gravar sobre los demás elementos del estado de bienestar (en particular, la sanidad). Por otro, jóvenes y personas de mediana edad (sobre los 50-55 años) no disponen de perspectivas optimistas cómo las de las generaciones anteriores.

Pensiones y jubilación: datos para comprender

En la actualidad, la edad fijada para los hombres para ir en pensión está en 66,6 años, mientras que por las mujeres se fija en 65,6. Sin embargo, la salida efectiva para los hombres rodea los 62 años; para las mujeres, los 61. Una tal diferencia se debe a los incentivos a las posibilidades que grantizan una jubilación anticipada. En la última legislatura (bajo el gobierno Renzi), se introdujo una vía adjuntiva (el APE social) para proceder con una jubilación anticipada a pensión reducida. A pesar de una diferencia tan marcada entre edad establecida por la jubilación ordinaria y la jubilación efectiva, las previsiones para los jovenes no son tan positivas. Se estima que los veinteañeros que han empezado a trabajar el año pasado (en 2016), llegarán a jubilarse, medianamente, a los 71 años. Una perspectiva que abruma jóvenes y sindicatos. Además, otro aspecto central de la lucha por las pensiones, es el mínimo garantizado, actualmente fijado en 501 euros, por un total de aproximadamente 6.524 euros al año. Sin embargo, al neto de los impuestos, la cuantía puede bajar hasta los 400 euros.

A medida que se acerca el fin de la legislatura – el Presidente de la Republica, Sergio Mattarella, disolverá las Cámaras el 29 de diciembre – aumentan las presiones de los sindicatos para llegar a una fructífera reforma del sistema. En poco más de un año (a partir de 2019) la edad fijada por la jubilación alcanzará los 67 años para los hombres y los 66 para las mujeres. Es este – la edad de jubilación – el terreno de batalla principal de los sindicatos.

La batalla dispersa de los sindicatos

Maurizio Landini, el líder del principal sindicato de los obreros (Finmeccanica), aboga para bajar la edad de jubilación por viejez a los 62 años. En la misma línea va Susanna Camusso, Secretaria del mayor sindicato de Italia (CGIL). A pesar de los esfuerzos conjuntos de los dos líderes, ha habido una fractura (la enesima) al interno de las siglas sindicales. CISL y UIL (respectivamente segundo y tercer sindicato del país por número de afiliados) consideran positivos los esfuerzos del Ejecutivo para llegar a un acuerdo con los representantes de una parte de la sociedad civil.

Las fracturas sindicales en Italia no son eventos raros. La des-unión, las luchas separadas e improductivas y la falta de una narrativa moderna - que considere los nuevos medios de protesta y las nuevas formas de participación política – han alejado los ciudadanos de las organizaciones sindicales. Si en 2002, el 72% de los italianos depositaba su confianza en los sindicatos, en 2016 ese porcentaje baja hasta el 18% (según los datos del Instituto demoscópico SWG). La falta de reacciones enérgicas ante las continuas reformas del sistema pensionistico ha marcado a fuego las históricas siglas sindicales, llegando a asociar éstas organizaciones (en particular, CISL y UIL) con los intereses de la casta política.

Un enigma sin solución definitiva

Cómo otros países mediterráneos (la misma España, Portugal, y Grecia), en lo stivale se observa un constante envejecimiento de la población (debido al drástico decrecimiento de la natalidad y la mejora de la expectativa de vida). Un fenómeno que modifica radicalmente el porcentaje de los elementos del gasto social. Pensiones y sanidad son los elementos que más pesan en el estado de bienestar italiano (alrededor de un 80% del gasto del welfare). Datos a la mano, en 2016 las pensiones costaban el 16,4% del PIB (y la sanidad un 6,8%).

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Ilustración 1 - Fonte: www.pagina99.it

Es evidente la directa correlación entre el envejecimiento de la población italiana y el incremento considerable del gasto (tanto en porcentaje como en términos absolutos) para las pensiones. Eso implica que, para otras componentes importantes del gasto social (en particular, las políticas de incentivo al trabajo)  quedan recursos bastante escasos. La repartición de la tarta del welfare es un enigma sin solución definitiva. Por un lado, la necesidad de cuidar de los ancianos que han trabajado y contribuido largamente al crecimiento del país. Por otro, revitalizar un mercado labural estancado y que ofrece muy pocas perspectivas a los jóvenes (en particular en el Sur de Italia). En el medio, una serie de políticas sociales descuidadas, para hacer frente a los dos pilares del estado de bienestar.

La campaña electoral pasa por aquí

Si en verano el tema más caliente fue “inmigración e integración” - que favoreció electoralmente la Lega Nord - en la actualidad vuelve en auge, al centro del debate público, el eterno dilema del sistema pensionístico. La Lega (que recién abogó para perder el Norte) asegura que eliminará la “reforma Fornero”: parte de un paquete de medidas de ajustes de emergencia denominado, por algunos, lacrime e sangue (lagrimas y sangre) que afecta la perspectiva de jubilación de hombres y mujeres de mediana edad sin trabajo (los esodati). También el aliado y, a la vez, competidor al interno de la coalición de centroderecha, el redivivo Silvio Berlusconi, tiene un as en la manga: el Cavaliere ha prometido pensiones mínimas a 1.000 euros. Un retorno a su período más populista que hace un llamamiento directo a hombres y mujeres de la tercera edad. Una táctica que, de momento, parece funcionar: según las últimas medias de sondeos, Forza Italia de Silvio Berlusconi obtiene el 15,7% de los consensos, distanciando la Lega de Matteo Salvini (actualmente al 13,7%).

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Para completar el cuadro de los mayores partidos en juego, la principal formación del Ejecutivo, el Partito Democratico (PD), de centroizquierda (a pesar de una deriva liberal cumplida con el ejecutivo Renzi), busca suavizar sus mismas propuestas para llegar a un acuerdo con los sindicatos. El Movimiento 5 Estrellas (que se define post-ideológico) confía, por otro lado, en su medida estrella: el reddito di cittadinanza (renta ligada a la ciudadanía) que, en alguna medida, evita enfrentar – de manera estricta y específica – el tema de las pensiones. A diferencia de su principal opositor político, el Movimento 5 Stelle de Beppe Grillo no considera los sindicatos como interlocutores privilegiados y capaces de garantizar los derechos de los trabajadores.

Berlusconi y pensiones: ¿un binomio ganador?

En esta ronda, parece que las mejores cartas estén en las manos de Silvio Berlusconi: vuelto a la política activa – a pesar de la interdición de los cargos públicos dispuesta por la Corte de Estrasburgo – el octuagenario sigue teniendo un papel central en el escenario italiano. Su cercanía con el electorado mayor y la afinidad con el tema - jubilaciones y pensiones fueron puntos claves de sus campañas con mayor éxito – le empujan hacia un resultado, hasta hace unos pocos meses, totalmente inesperado.

Alessandro Faggiano, politólogo y redactor jefe del periódico italiano Termometro Politico

Italia: pensiones, un enigma sin solución