sábado. 20.04.2024
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Consejo Europeo.

Grecia es como una piedra que cae al agua: mientras se hunde genera ondas. Así la define el escritor, Petros Markaris, en su novela negra Con el agua al cuello. Las ondas helenas pueden alcanzar el corazón de la Unión Europea si no se llega a un acuerdo con el gobierno griego. Las instituciones comunitarias deberían dar una solución a la incertidumbre actual. De lo contrario, la salida de Grecia del euro (Grexit) supondría poner en cuestión no sólo la viabilidad de la moneda única sino la de la propia UE y su futuro político.

Aunque desde la UE no deja de comentarse que la situación es distinta al pánico de 2012; para evitar el Grexit , que Bruselas no contempla, se deben conciliar las posiciones maximalistas.

Eurozona: no a la condonación de la deuda

Por un lado, la Eurozona ha fijado su línea roja en que no puede haber una quita sobre el principal de la deuda griega que, a diferencia de 2012, está en manos de los Estados. En los últimos 3 años, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), del que forman parte los 18 países de la zona euro, ha desembolsado a favor de Grecia 140.000 millones de euros que permiten a Atenas un ahorro de un 4,5% del PIB anual. Es un crédito a pagar en 32 años a bajos tipos de interés. El MEDE es el principal acreedor de Grecia con un 44% de su deuda. Desde Luxemburgo, reconocen que hay margen para la negociación pero sin condonar la deuda. La Eurozona está dispuesta a condiciones más favorables en cuanto a extensión de los plazos y reducción de los tipos de interés. Sin embargo, no quieren ni oir hablar de que eso signifique la relajación en las reformas. Grecia todavía debe andar para crear unas instituciones que permitan generar un crecimiento sostenido en el tiempo, rebajar la deuda, aumentar la productividad y reducir los niveles de pobreza.

Syriza: no a la austeridad

Por otro lado, después de cinco años de austeridad dolorosa la economía griega se ha contraído en más de una quinta parte. Gran parte del dinero de los rescates no ha llegado a la población sino a los bancos alemanes, franceses y asiáticos con los que se tenían préstamos pendientes.

El nuevo gobierno griego no quiere defraudar a sus electores y desea acabar con las políticas de austeridad que la troika representa.

En la gira europea del primer ministro, Alexis Tsipras, y de su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, ambos han podido comprobar que su programa de máximos no es aceptado por los Estados miembros ni por el Banco Central Europeo que ya ha presionado cerrando el grifo del efectivo barato a los bancos griegos. Syriza ya no habla de default sino de un nuevo pacto en el que no pueden poner en duda la devolución del principal de la deuda.

El problema para el gobierno populista griego, cuya política apoya ahora el 72% de sus ciudadanos, es como vender ese nuevo acuerdo a sus electores. Sus votantes quieren salir de la crisis humanitaria, mejorar el nivel de empleo y que aumenten las pensiones. Sin embargo, algunas promesas como la subida del salario mínimo a 751 euros o volver a contratar funcionarios públicos o congelar las privatizaciones de infraestructuras no parecen viables. Y es que aumentar el gasto público sin garantizar ingresos no se ve con buenos ojos desde la Eurozona.

Otras reformas planteadas por el gobierno de extrema izquierda para acabar con problemas endémicos como la lucha contra la evasión fiscal, acabar con el clientelismo y la corrupción con mayor transparencia en las cuentas públicas y en el reclutamiento de funcionarios; serían bien recibidas por Bruselas y los mercados.

Sin vencedores ni vencidos

Pero el tiempo se agota a finales de febrero y el Ejecutivo de Syriza necesita una salida que le permita seguir pagando sus gastos corrientes con reformas pero sin la extrema austeridad a la que se ha sometido a la población. Si son capaces de contenerse algunos de los protagonistas menos diplomáticos de la negociación, como el presidente del Eurogrupo, Jeroen Djisselbloem o el ministro Varoufakis; lo más probable es que las dos partes lleguen a un acuerdo sin que haya un perdón de la deuda aunque sí una reestructuración de la misma. Un pacto que tanto Tsipras como Merkel, el 68% de los alemanes se oponen a un recorte de la deuda griega, puedan vender a sus respectivos electorados sin vencedores ni vencidos. De esa manera no se crea un agravio comparativo con otros países como Irlanda, Portugal, Chipre o España cuyas poblaciones también han sufrido ajustes que deben pagar.

Grexit: el peor escenario

Si no hay acuerdo, estaríamos ante el peor escenario: la salida de Grecia del euro con consecuencias imprevisibles. Una situación que no desea el 76% de los griegos y que sería perniciosa a corto plazo para Atenas y el resto de la UE. El problema ya no solo sería un corralito griego, la caída de los mercados o la falta de confianza inversora sino de calado político a nivel europeo. El fracaso de la moneda única pondría en duda el orden europeo de la postguerra.

Grecia quedaría fuera del euro pero seguiría como Estado miembro de la UE y eso tendría sus consecuencias, por ejemplo, a la hora de aplicar sanciones a Rusia en el seno del Consejo Europeo. Atenas, dada la cercanía de sus ministros de Exteriores y Defensa al Kremlin, podría aliarse con Putin y boicotear la política europea de exteriores en casos como el de Ucrania. Además no hay que olvidar que Grecia es miembro de la OTAN, organización a la que Syriza ha mostrado hostilidad en más de una ocasión. Si cae el euro, los gobiernos europeos mostrarían que son débiles y los populismos rampantes en el Norte y el Sur de Europa, no dejarían pasar el momento.

Europa merece una oportunidad. La UE debe encontrar la virtud en el punto medio entre la mentalidad de Zorba el griego, todo es a lo grande sin que pase nada, y la austeridad antideficitaria y antiinflacionista alemana.


Miguel Angel Benedicto | Secretario General del Movimiento Europeo en España

Europa merece una oportunidad en Grecia