viernes. 29.03.2024

Zapatero no rectifica, al contrario acelera, con progresión exponencial, sus políticas regresivas e improvisa más cuanto más se acercan las elecciones.

La reforma “express” de la Constitución es el último y más profundo desaguisado. Y lo es en muchos sentidos. No sólo por lo que significa para el país, sino como ejemplo de cómo funciona la política de los grandes partidos.

ZP ha enterrado de golpe, como debido a una calentura de agosto, el consenso constitucional. Ha demostrado que se trata, bajo su inicial imagen de reformador de izquierdas, de un político de vuelo gallináceo. Ya hace un tiempo dio un giro inexplicable rindiéndose a los mercados y poniendo a nuestra política económica y social al dictado de la Sra. Merkel.

Ahora ha hecho el triple salto mortal hacia la derecha. Repentinamente, de forma improvisada propone una reforma de la Constitución que de golpe la traslada,  desde un espacio de neutralidad política, al espacio político de la derecha.

No está de más el revuelo que se ha alzado. Las múltiples voces de gente demócrata progresista, no especialmente izquierdista, que se han alzado, en contra de la medida, lo demuestra. Desde Iñaki Gabilondo, hasta Antonio Gutiérrez, pasando por Josep Borrell, Jordi Sevilla, Martín Pallín, Millás y tantos otros.

Es evidente que la repercusión política institucional ha sido diferente, la pequeña minoría de izquierdas ha dado sentido a su existencia, con un sublime Gaspar Llamazares, en su oposición a la medida. El maquiavelismo de los nacionalistas de derechas que pese a estar de acuerdo deseaban sacar réditos propios. El aplauso unánime del PP, y es que “así se las ponían a Fernando VII”, ZP les hace lo que ellos no se hubieran atrevido a proponer jamás. Y por último el “pesebrismo” del PSOE y sus parlamentarios, con una actitud de vergüenza ajena, y que hace más real que nunca la frase de Alfonso Guerra “el que se mueve no sale en la foto”. El voto unánime de los diputados del PSOE, sólo roto por la gallarda independencia de Antonio Gutiérrez, ha sido el aspecto más bochornoso de toda la representación.

ZP ha llevado al PSOE, y éste se ha dejado, a su suicidio político por décadas, como mínimo como partido de izquierdas. Esperemos que sus numerosos electores de izquierdas sepan extraer consecuencias y no vuelvan a tropezar en la misma piedra de creerse lo de “votar al PSOE que sino vendrá el monstruo de la derecha”. Es que el PSOE en esta legislatura, podemos decir que ha hecho mucho más daño que el que se hubiera atrevido a hacer la derecha, como mínimo no habríamos llegado a una reforma que constitucionaliza conceptos ideológicos de la derecha. Como decía muy gráficamente Juan José Millás en El País del día 2 de setiembre, ZP “le va a hacer a Rajoy el programa de siete legislaturas...”

Y ZP lo ha hecho a la brava. Sin ni siquiera consultar a la almohada. Que decir de alguien que sin encomendarse a ningún órgano de dirección de su partido decide algo tan nimio como es “una Reforma de la Constitución” (?). Lo pacta con el líder de la derecha y lo propone ante el desconcierto de propios y extraños. Pero después de la sorpresa inicial, todos los corderos del PSOE, con más o menos alegría, entran en el redil y dicen “beeee”, es decir si. Toda una lección de democracia interna y de vida política intensa en el PSOE. Digámosle ya “adiós PSOE adiós” desde la orilla izquierda, que te den la bienvenida en la isla del centro o en la orilla de la derecha.

ZP ha despeñado al PSOE y nadie en su partido, con honrosas excepciones, ha sido capaz de indignarse y plantarse, y menos los excelsos fariseos de Izquierda Socialista, que siempre parecen indignarse pero que nunca se concreta en nada.

ZP no sólo gira a la derecha sino que reniega de la propia política independiente de España como Estado. Estamos a lo que dictamine Alemania y Merkel. Y nosotros a obedecer. Todo por miedo a los mercados, pero es que los mercados continuarán siendo insaciables y no se conformarán con una reforma Constitucional. Y mientras, hemos hipotecado la salida futura de nuestro país ligándola constitucionalmente a priorizar la limitación del déficit y la deuda y por tanto a prolongar “sine die” la salida de la crisis.

Y Zapatero no sólo suicida a su partido, sino que con la anticipación de las elecciones dificulta la concreción de una amplia alternativa de las fuerzas de izquierda, ecologista y de progreso, que necesita hoy nuestro país. Con la ayuda y complacencia de algunos de los actores de esta alternativa que anteponen objetivos de partido, como es el caso de EQUO que bajo la presión de los Verdes europeos prefiere ir en solitario, a las necesidades de la ciudadanía de izquierdas que ante la actual situación de excepcionalidad democrática demanda un amplio frente democrático político y social de izquierdas.

Zapatero asesina al PSOE y lo intenta con la izquierda