viernes. 29.03.2024
casado rivera

Si los debates electorales tienen la finalidad de captar el voto de las y los indecisos, hay que constatar que no parecen cumplir su objetivo

Si los debates electorales tienen la finalidad de captar el voto de las y los indecisos, hay que constatar que no parecen cumplir su objetivo.

De nuevo las descalificaciones, las mentiras, la impostada puesta en escena y el mensaje populista, ocupan los minutos televisivos de buena parte de las intervenciones, sin que la ciudadanía tenga la información sobre las propuestas y programas políticos que inclinen el ejercicio del derecho a voto hacia un lado u otro. Somos testigos y oyentes privilegiados, de un vacío de medidas reales y aplicables a todas las necesidades y prioridades que las personas de a pie esperamos tener como respuesta de un aspirante a presidente de Gobierno.

Durante estas dos batallas televisivas hemos escuchado hablar de “dolor de país”, de corrupción, de silencio, de diversidad, de feminismo, de jóvenes, de mayores, de demografía, de pensiones, de empleo, etc.;  pero poco de estrategias y herramientas precisas para reducir la desigualdad, mejorar la calidad del empleo, acabar con la discriminación, erradicar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones y reconocer que los españoles y españolas somos, en definitiva, mucho mejores de como nos están bosquejando.

El ruido generado en estos debates, no puede, ni debe, alejarnos de lo verdaderamente importante y, salvo excepciones con las intervenciones de Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez, he de decir que los “cantos de sirena” de esa derecha presente y la ultraderecha latente en el escenario televisivo no han aportado nada a la lucha contra la injusticia social, la devaluación salarial, los recortes en derechos y libertades, la desigualdad creciente ni el abandono y pobreza extrema que padece el conjunto de la ciudadanía de este país. 

Tal vez, los debates podrían reformularse y, ante la incapacidad manifiesta de los candidatos en quien debemos confiar nuestro voto, resultaría mucho mas interesante que estos mismos figurantes se situaran frente a esos jóvenes a quienes se les obliga a ser falsos autónomos, a esos jubilados y no pensionistas que carecen de ayuda para pagar las facturas o los medicamentos, a esas mujeres que sufren cada día el odio y el dolor del silencio generado tras un golpe por el simple hecho de existir, a esas vidas temerosas de mostrar quienes son, como viven, con quien, como aman, como se sienten y que quieren ser; o a esas personas trabajadoras que acuden cada día a su puesto de trabajo a pesar de saber que no reciben salario alguno, que están infravaloradas sus capacidades o que se juegan la vida realizando su tarea cotidiana  sin seguridad alguna.

Si así fueran los debates

Si así fueran los debates, es muy posible que se dejaran de “fakes”, de fotitos intimidatorias, de gráficos absurdos que nadie entiende, de insultos y descalificaciones, de metáforas, de palabrejas como feminazis, perroflautas y de otros apelativos como golpistas, proetarras, comunistas, independentistas...

Si así fueran los debates, tendrían que mirarles a los ojos a quienes tienen que darles su respaldo y mantener ante ellas y ellos sus mentiras, enfrenándose cara a cara y exponiéndose al mayor de los ridículos hablándoles de colores, banderas, costumbres y siglas, intentando ocultar la incapacidad manifiesta de tener en sus manos la solución válida o, al menos, la intención de evitarles la desesperación, el miedo, la inseguridad y el dolor que causa un duro día de trabajo y sobrevivir en la vida real.

Si fueran así los debates, sabrían cómo las mujeres decimos “NO”, como duele el ser apartada e insultada por tu origen, nacionalidad, religión, orientación y expresión sexual, como cuesta levantarte cada mañana para dejarte la vida en tu puesto de trabajo, cuanta desesperación existe en la imposibilidad de hacer frente a las facturas, que abandono experimentas al pensar que no tendrás ni edad ni capacidad de jubilarte, que decepcionante resulta un derecho constitucional como el voto, cuando a quien lo cedes, finalmente te olvida, te abandona, te utiliza.

La decidida voluntad de involución social y política en las manifestaciones publicas de buena parte de aquellas y aquellos que pretenden ocupar la derecha y centro político de este país, hacen que la participación masiva de la ciudadanía en las elecciones, comience a ser, tan necesaria “como el comer”.

Este 28 de abril, dejemos de pensar que podrán con nuestras esperanzas; las mujeres y los hombres de este país, somos más y mejores de lo que quieren hacernos ver. El derecho constitucional a una vida digna, a un empleo de calidad, a ser libres, a tener y defender nuestros derechos, a una vivienda, a una sanidad publica, a una educación en igualdad, a ser lo que queramos ser, sentir y amar a quien queramos amar, es incuestionable es intocable. Hagamos de nuestro voto, de nuestra esperanza, una realidad.  


elena blasco

Elena Blasco Martín

Secretaria Confederal de Mujeres e Igualdad de CCOO

No podrán con nuestras esperanzas