jueves. 25.04.2024

En tanto nadie se atreva a cuestionar la vía de los partidos políticos como el elemento decisivo para asegurar la representación de los ciudadanos en los Parlamentos y en los Gobiernos, no debiera constituir motivo de alarma la aparición de nuevas maneras de articular los procesos de participación y salir al paso del auténtico peligro para la democracia, que no es otro que su descrédito. Estos días están conviviendo en la opinión pública impactos informativos de muy difícil digestión a los que no puede responderse a base de impulsos puramente emocionales, como si se tratará de un cuestionario que exige poner una “x” en una casilla.

Fuera de nuestras fronteras, la intervención del Ejército en la crisis egipcia, ha dividido a los analistas entre quienes la valoran como un claro ejemplo de Golpe de Estado y aquellos otros que llegan a recordar la decisiva actuación de la Fuerzas Armadas en la implantación de la democracia en Portugal. Claro que hay muchas diferencias: la Revolución de los Claveles echó por tierra una dictadura, en Egipto, el Gobierno había salido de las urnas. Ello no obsta para que hoy no leamos, con la firma de intelectuales inequívocamente democráticos consideraciones nada desdeñables sobre las condiciones culturales, históricas, etc, propias de los países musulmanes. El recuerdo de Ataturk sigue vivo.

Volviendo al Portugal de hoy, quienes seguimos con auténtica pasión y cariño su acontecer diario, detectamos una constante apelación al espíritu del 25 de abril ,y acabamos de ver la fuerza de las movilizaciones en la calle, los efectos de las huelgas, como determinantes de un nuevo clima que ha obligado a la fractura de la coalición gubernamental, tras la dimisión del líder del CDS, ministro de Exteriores, y la muy probable convocatoria de elecciones, que puede dar un vuelco al color de la mayoría parlamentaria y propiciar un Ejecutivo de izquierdas, de todas las izquierdas. Sin necesidad del Ejército.

En España, mientras tanto, la política sigue su curso sin esos estruendos, pero cualquier observador que pegue el oído al suelo detecta sin demasiada perspicacia que la demanda de cambios en el juego político es muy fuerte. Tanto da la convocatoria de unas primarias en el Partido Socialista de Andalucía como la articulación de una Plataforma, auspiciada por personalidades que se reconocen en la izquierda, genéricamente, y que recuperan el tono de los manifiestos colectivos. Las primarias andaluzas, entre otros rasgos que no son objeto de este comentario, han servido para alumbrar y materializar la idea de una participación política basada en la interconexión en red: el socialismo “2.0”, y un concepto a estudiar: “la inteligencia colectiva”. La “Convocatoria Cívica” apela, por el contrario, a los métodos tradicionales: firma por parte de personajes reconocibles por su trayectoria de un documento que aspira nada menos que a servir de lugar de encuentro para todas las fuerzas políticas progresistas en un frente común ante la actual hegemonía de la derecha. En estas páginas hay personas que conocen mejor que yo -y pueden explicarlo mejor- el proyecto y su estrategia, tras haber enfatizado que no es su idea crear un partido político ni concurrir a las elecciones europeas.

Todo esto ha trascendido en un plazo de cuarenta y ocho horas. Pero nada se ha improvisado. Los movimientos político-sociales se gestan con dificultad hasta que irrumpen como una sorpresa. Habrá que suponer que la respuesta no se produzca con precipitación ni con posturas justificadas en argumentos “ad hominem”. Algo está cambiando profundamente.

Sistema Digital

Nuevos cauces de participación política