sábado. 20.04.2024
valls

El fichaje ‘estrella’ del tándem Aznar-Rivera no viene sino a restaurar la vieja ideología neocon, disfrazada de una gestión apartidista y ‘eficiente’ de las instituciones

El 7 de septiembre de 2018, Albert Rivera confirmaba en Els matins de TV3 que Manuel Valls sería su candidato para la alcaldía de Barcelona. La intención de Rivera era presentar esta candidatura no en el marco del partido naranja, sino en una plataforma más amplia contra el bloque independentista, que fue rotundamente rechazada en julio de 2018 tanto por el PSOE como por el PP. A finales de septiembre, Valls presentó su candidatura con la plataforma independiente: Barcelona, capital europea. ¿Por qué Rivera rescata a Valls de su naufragio, a pesar de puntuar como el político más repudiado de Francia, según la encuesta publicada por el Observatorio ELABE? ¿Qué tiene que ver Aznar con todo esto?

José María Aznar fundó en 2015 el Instituto Atlántico de Gobierno (IADG), un centro de enseñanza universitaria superior que imparte en Madrid un máster Iberoamericano de Liderazgo, Gobierno y Gestión Pública. Es harto significativo que en 2017 el propio Albert Rivera fuese el encargado de pronunciar la conferencia de clausura, en este máster, y en 2018 lo hiciera Manuel Valls. Aznar ha demostrado un especial interés por librar sin complejos la batalla por la hegemonía, con el objetivo de definir qué ideas deben orientar el orden mundial. Este interés ha quedado patente tanto en sus colaboraciones con el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), think tank al que elogió en la presentación del libro, ¿Qué piensan los ‘neocon’ españoles? (2007); como en sus funciones de presidente y miembro fundador de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES): think tank actualmente independiente, que originalmente se constituyó como un órgano vinculado al Partido Popular (PP). En el panorama internacional, Aznar ha reconocido su admiración por el International Republican Institute (IRI), think tank estadounidense que estuvo presidido por el exsenador John McCain. El impulsor del IRI fue el expresidente Ronald Reagan, quien junto a Margaret Thatcher forjó la versión canónica de la ideología neocon.

Si en los años ochenta la ideología a combatir era el materialismo dialéctico, en la actualidad el objetivo se redirige hacia el multiculturalismo. El discurso neocon se ha regenerado produciendo un nuevo discurso sobre las amenazas a la seguridad pública, focalizado principalmente en las amenazas vinculadas a la inmigración. Rastreando esta línea, descubrimos la alineación ideológica de una nueva constelación de políticos que representan el populismo neocon: Trump, Bolsonaro, Salvini, Orban o el propio Valls.  

Durante su mandato como primer ministro francés, Valls practicó políticas racistas cuasi idénticas a las de su homólogo italiano de la Lega Norte, Roberto Maroni. El 19 de septiembre de 2013, Valls declaró en Radio France Internationale que «la deportación es la única solución… No es nuestro deber acoger a esta gente. Nuestra misión no es solucionar las miserias del mundo» (refiriéndose a los inmigrantes gitanos, ciudadanos europeos de pleno derecho). En la misma entrevista, Valls argumentó que la integración de los inmigrantes gitanos no es factible dado que «esta población tiene un estilo de vida extremadamente diferente al nuestro». Como respuesta a estas declaraciones, Amnistía Internacional denunció que en menos de un año, la población gitana inmigrante en Francia había sufrido más de 10.000 desalojos y deportaciones forzosas. El portavoz de la Comisión Europea, Olivier Bailly declaró que estos hechos revelaban una falta de respeto a los derechos de libre movimiento y residencia dentro del territorio de la Unión Europea. Recientemente, en declaraciones a La Sexta, Valls reducía la complejidad de la gestión de la seguridad de Barcelona a la persecución de los migrantes africanos que practican el top manta; presentándose como “el alcalde de la recuperación de Barcelona, ya que necesitamos que sea una ciudad más segura, más limpia”.

Cuando en enero de 2017, Valls disputó las primarias socialistas a Benoît Hamon, se presentó a sí mismo como un crítico reformador del Partido Socialista, llegando incluso a proponer un cambio de denominación del partido. En su proyecto de reforma del socialismo, Valls abogó por planteamientos neocon, prometiendo un adelgazamiento del Estado de bienestar y más mano dura contra la inseguridad causada por la falta de control en las fronteras. El resultado: Valls perdió las primarias, el Partido Socialista viró hacia la izquierda y la alternativa liberal al Partido Socialista fue articulada por el actual presidente Emmanuel Macron, a través del nuevo partido, La République en Marche. Macron ha prescindido por completo de Valls y, según filtraciones publicadas en mayo de 2017 por el semanario Le Canard Enchaîné, ante la posibilidad de la candidatura de Valls a la alcaldía de Barcelona, afirmó en privado: “No me fío de Valls. Lo creo capaz de cualquier mala jugada.”

Valls es un príncipe destronado que soñaba con la corona del Rey Sol y se ha visto desterrado por el movimiento antipopulista francés. El fichaje ‘estrella’ del tándem Aznar – Rivera no viene sino a restaurar la vieja ideología neocon, disfrazada de una gestión apartidista y ‘eficiente’ de las instituciones. Podemos inferir qué entiende Valls por ‘eficiencia’, cuando acusa a Colau de gestión ‘ineficiente’ por plantear medidas como un servicio municipal de dentistas para los usuarios de servicios sociales, es decir, para las víctimas que aún no han conseguido recuperarse del golpe a la seguridad ciudadana que asestó en 2008 el seísmo del casino financiero global.

Manuel Valls, el príncipe destronado del populismo neocon