jueves. 28.03.2024

Emanciparse y tener autonomía personal es una necesidad de la etapa adulta de las personas. Trabajar es el instrumento para lograrlo y, además, el trabajo debe crear riqueza que redunda en el bienestar social. El reparto de esa riqueza, hecha por los trabajadores, es una de las cuestiones que están siempre dirimiéndose y que afecta al bienestar general. Hay un reparto primario, el que fija el precio (diferente al valor) y cómo se distribuye entre los diferentes agentes o propietarios que han intervenido en su realización y otro reparto secundario, pero igual de importante, en cómo, si lo hay, entre todos aquellos y la sociedad para financiar bienes y servicios públicos, mediante los impuestos.

La base de la emancipación es que el trabajo esté remunerado satisfactoriamente, que sea acorde para cubrir las necesidades humanas, cada vez diferentes y mayores (comunicación, movilidad,..), en un entorno donde esa remuneración sea discutida entre todos los que intervienen en la generación de riqueza, en un plano democrático, con libertad de asociación para defender mejor los intereses de cada cual, y que haya un marco de protección social en el trabajo (por accidentes, desempleo, vejez) y en la sociedad, provisión de salud, educación, etc.

Derechos fundamentales del trabajo, empleo, protección social y diálogo social son los cuatro ejes que definen el trabajo decente y que debieran marcar las agendas de acción política.

Por el contrario, hay una globalización económica, darwinista, que prioriza el sector financiero, sobre la economía real; que con sus normas desreguladoras, privilegia el precio sobre la calidad y cualidad del trabajo, al que se desvaloriza porque se intenta reducir una y otra vez el salario (y las cotizaciones y prestaciones sociales) y los impuestos que deben de pagar los que se apropian de un trozo de la tarta, subastando a la baja y haciendo competir a unos trabajadores frente a otros, para mantener y ampliar su parte de riqueza. Desde la década de los 70, en todo el mundo, ha disminuido el porcentaje que ocupaban los salarios en la tarta. Ya sea en países del Norte o del Sur. Este fenómeno ha estado disimulado porque la tarta ha crecido y al aumentar el pastel, ha habido tarta para todos y muchos se han incorporado al banquete. La pobreza ha disminuido globalmente, pero también ha crecido alarmantemente el grupo de los trabajadores pobres, alimentados en muchas ocasiones por contratos precarios e informales, aquellos que aún trabajando y teniendo ingresos, éstos no tienen la suficiencia para alejarlos de la pobreza. En cambio, el 1% de la población mundial y de cada uno de los países ha incrementado exponencialmente su riqueza.

Todos los escándalos de paraísos fiscales, multinacionales que no pagan impuestos, rebajas en las normas sociales y proliferación de precariedad son resultado de una globalización a la que no se quiere reconducir y en cambio se la estimula rebajando diques regulatorios y evitando otras prioridades normativas.

Si se construye la sociedad priorizando los ejes del trabajo decente en lugar de la especulación, la desfiscalización y polarización social, el autoritarismo en las relaciones sociales y laborales, tendríamos un nuevo orden, donde la emancipación y la autonomía personal y social estarían al alcance de todos y todas. Con trabajo decente tendríamos una vida digna.

Y eso es complicado pero no es imposible. La globalización también se puede construir de otra manera y establecer normas regulatorias fiscales, laborales y sociales. Hay propuestas y se están construyendo alianzas mundiales y locales, y es necesario que se fortalezcan aún más, para tener otra agenda de desarrollo más humano, más universal y más digno para todos los habitantes de este planeta.

Emanciparse, autonomía personal y social