viernes. 26.04.2024

Cuando a comienzos de la actual legislatura Mariano Rajoy adoptó la estrategia de pintar un panorama general aun más sombrío del que ofrecían los datos sobre el presente y el futuro de la economía española, lo hacía con una doble intención, por una parte deprimir aún más el ánimo de los ciudadanos para que su plan de ajuste no encontrara ninguna resistencia social en la calle, por otra, la burda maniobra política de hacer catastrofismo para poder capitalizar con rapidez cualquier síntoma de mejoría que pudiera producirse, por insignificante que fuera. Digamos que Rajoy ha practicado desde que llegó al poder, una suerte de dumping político para tirar a la baja de derechos y conquistas muy consolidados en el conjunto de la sociedad española, con el objetivo de coste cero.

Pues bien, ni lo uno ni lo otro, parece que los ciudadanos que tienen sobradas razones para el temor y la incertidumbre, no están resignados al pensamiento único y exigen del gobierno una explicación más rigurosa de cual es la meta en esta carrera alocada por el ajuste de la que nadie, ni fuera ni dentro de España, parece tener el control. La sensación de que los gobiernos han dejado de gobernar en interés de sus ciudadanos para satisfacer intereses especulativos sin rostro, se extiende como la pólvora y el desconcierto se suma al temor que produce no saber porqué y sobre todo para quien se están realizando tantos sacrificios.

La fiebre reguladora, por la que cada lunes y cada martes el gobierno del PP anuncia nuevos recortes en derechos básicos y en prestaciones sociales, sin orden ni concierto, sin objetivo alguno, casi clandestinamente, solamente con el argumento inaceptable de que hay que calmar a los mercados, aumenta el desconcierto en el sentido de que se rompen los criterios más elementales de aquello que la mayoría consideraba que era gobernar, establecer una mediación eficaz entre los ciudadanos y el Estado para satisfacer el interés general. Una función que podía realizarse desde parámetros ideológicos diferentes, de ahí el juego de las mayorías y la esencia democrática de la alternancia, pero una función irrenunciable a fin de cuentas.

¿Qué ha sido de esa mediación? Sencillamente ha desaparecido, se ha esfumado, se entierra cada semana cuando los gobiernos democráticamente elegidos actúan como lobbys de presión hacia sus ciudadanos por exigencia de los mercados.

Estamos asistiendo a una verdadera corrupción de la Democracia con el beneplácito de quienes se arrogan la función de representarla. En España y en Europa la voluntad popular está secuestrada. La soberanía nacional, que había iniciado un camino razonable de cesión para la construcción europea, se ha literalmente volatilizado en el mercado secundario de deuda.

Solo a un político tan avezado como Rajoy puede ocurrírsele en medio de la tormenta perfecta contra las soberanías nacionales, enrollarse en la bandera y proclamar que del 4,4% de déficit para 2011 nada, nosotros que para eso somos españoles el 5,8%.

A partir de ese momento, Rajoy ha podido comprobar como la otra pata de su gran estrategia, el escenario imaginario de cuanto peor mejor que pintó nada mas poner un pie en la Moncloa, está siendo superado ampliamente por la realidad.

Ya dio síntomas de desconcierto cuando a finales de marzo celebradas las elecciones andaluzas, intentó forzar una sonrisa en la escalerilla del avión que le llevó a Seúl para una cumbre de la OTAN y de repente se le bloqueó la mandíbula y le arruinó el gesto. Todo un símbolo de que no son tiempos de héroes ni de salvadores, de grandes portadores de confianza.

La salida de la crisis no vendrá por la recuperación de la confianza de los mercados, sino por la recuperación de la credibilidad de los Gobiernos ante sus ciudadanos

Después de ese gesto fallido, por todo mensaje político de alcance lo único que hemos recibido de Rajoy y de todo su gobierno ha sido que había un problema con la herencia. Menuda novedad, siempre hay problemas con las herencias cuando no hay un único heredero universal y por regla general cuando la herencia no es de mucho valor y son muchos los hermanos a repartir suelen buscar una solución que satisfaga a la mayoría, cuando esto no ocurre y uno de ellos pretende imponer su voluntad al resto, la familia queda sensiblemente tocada para mucho tiempo.

Es inútil persistir en el error, cuanto más proclame Rajoy que él sabe lo que necesita España, más leña nos darán los mercados. Porque la salida de la crisis no vendrá por la recuperación de la confianza de los mercados, sino por la recuperación de la credibilidad de los Gobiernos ante sus ciudadanos y, la credibilidad solo es posible recuperarla con un verdadero impulso democrático a través de una verdadera movilización de todos los sectores y actores sociales y políticos, en definitiva “Un gran acuerdo social por la salida de la crisis” que en España y en el conjunto de Europa, pongan fin a este viaje a ninguna parte en el que nos han embarcado.

Del miedo al desconcierto