jueves. 28.03.2024

Francisco Camps ha leído hoy durante su juicio "La ruta antigua de los hombres perversos", un ensayo de René Girard sobre la figura del chivo expiatorio, y hallado en sus páginas un reflejo que describe su percepción: es una víctima de su propio pueblo, como le sucede a Job en los pasajes de la Biblia.

Es la vigesimotercera jornada del proceso contra el expresident de la Generalitat y el ex secretario regional del PP Ricardo Costa, la tercera consecutiva en la que la Fiscalía embarca al jurado en un milimétrico análisis de la prueba documental.

Vence el silencio en la Sala, los que visten toga revisan la causa y el resto busca un provecho a tantas horas de espera. "Ya sé que es muy tedioso y hay que tener paciencia", admite el juez.

Camps encuentra este provecho en las teorías de este antropólogo francés. Lee sus propuestas concentrado, subraya algunos párrafos y le traslada el libro a su abogado, quien estoicamente toma nota de lo que pretende decirle su cliente.

"La ruta antigua de los hombres perversos" (Anagrama, Barcelona, 1989), analiza la historia de Job narrada por la Biblia -entre otros muchos postulados- y traza una hipótesis sobre la figura del "chivo expiatorio", un mecanismo que ubica en los orígenes de cada cultura.

Girard sitúa el sufrimiento del santo Job en el ostracismo de los seres que le rodean; no ha hecho nada malo, pero todo el mundo se aleja de él, es una víctima de su propio pueblo.

También habla de una tendencia universal por la que todos los hombres descargan su violencia sobre una víctima de recambio.

Desde que se descubrió su relación con la trama Gürtel, a principios de 2009, el discurso público de Camps se ha sustentado en esta teoría.

Según ha defendido siempre, su único delito ha sido trabajar "365 días al año" por la comunidad valenciana. El resto es una confabulación de medios de comunicación, partidos, jueces y fiscales empeñados en acabar con su carrera y convertirle en la figura más notable de un linchamiento público.

Camps ha encontrado en el ensayo de Girard un apoyo histórico, religioso y filosófico a su particular calvario; lo lee a conciencia durante la vista oral, lo comenta con Costa y con sus procuradores, y hace una ostensible exhibición del mismo.

Ante sus ojos tiene el espejo del santo Job, un hombre abandonado por Dios, repudiado por sus allegados y obligado a soportar toda clase de calamidades que, según relata el Antiguo Testamento, finalmente fue recompensado con el doble de lo que poseía por su entereza.

Camps se mira en el espejo del Santo Job