sábado. 20.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES / PILAR GASSENT - 28.7.2009

La dimisión de Bárcenas, con ser el titular de las últimas horas, no puede decirse que haya pillado a alguien desprevenido. El propio ex tesorero del PP anunció, a raiz de su declaración en el Tribunal Supremo, el pasado miércoles, que se marcharía “de forma transitoria” si el alto tribunal solicitaba su suplicatorio al Senado, donde también ocupa un escaño. Con esas declaraciones, LB desactivaba en parte el efecto de “bombazo informativo” de una decisión que ya presumía inevitable. Al tomarla incluso antes de que el Supremo haga pública su resolución, puede parapetarse en el argumento de que lo hace “por el bien del partido” y no forzado por una instancia judicial. De hecho, en los dos comunicados difundidos en la tarde del martes, el de Bárcenas y el del PP, se repite el término “lealtad” para definir la actitud del dimisionario. Aparte del escueto texto entregado por el gabinete de prensa, sólo hay que reseñar unas palabras previas de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, reiterando su confianza en la inocencia del imputado.

Llama la atención que tanta lealtad y los “más de 28 años de servicios” -según reza el comunicado del PP- no se hayan visto recompensados por alguna declaración más de apoyo de otros miembros de la cúpula "popular". La soledad de Luis Bárcenas desde que se le empezó a investigar por su presunta implicación en el caso Gürtel ha sido clamorosa, sobre todo si se compara con la fanfarria que ha acompañado a otro ilustre imputado, el presidente de la Generalitat valenciana. Cuando el todavía tesorero tuvo que traspasar la puerta del Supremo para declarar ante el juez Monterde, lo hizo completamente solo. Ningún otro cargo del PP se dignó a acompañarle. Su imagen estaba en las antípodas de esa otra que captaron todos los medios de Francisco Camps entrando en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, arropado por la plana mayor del partido regional y en medio de un nutrido grupo de admiradores que a punto estuvieron de llegar a las manos con sus detractores, que también acudieron a la cita.

De Camps se puede encontrar abundante material gráfico obtenido después de su imputación junto a Rajoy, sonriéndole, animándole, jaleándole y sosteniéndole el brazo en alto en señal de victoria. De Bárcenas, es difícil encontrar una instantánea junto al líder nacional. Mucho más desde que las sospechas de corrupción empezaron a filtrarse por las grietas de Génova.

El PP siempre ha quitado importancia al asunto de los trajes de Camps. La doctrina oficial es que apenas levanta un palmo de la simple categoría de anécdota. Lo cierto es que siendo muy grave que un cargo electo acepte regalos a cambio de favores que suponen cuantiosas inversiones de dinero público, si se demostraran las acusaciones contra el presidente regional la explosión podría ser controlada. El escándalo se llevaría por delante a todo el aparato valenciano. Y punto. Si se demuestran las que pesan sobre Bárcenas, no sólo quedarían al descubierto los cauces para su prodigioso enriquecimiento desde que se hizo cargo de la tesorería. Toda la financiación del principal partido de la oposición se vería comprometida. Y probablemente ahí reside uno de los principales motivos del distanciamiento de los "jefes".

¿Por qué, entonces, se ha tardado tanto en prescindir del tesorero? Hay una regla no escrita que siguen al pie de la letra todos los políticos: no hacer nunca lo que les demandan partidos de otro signo, no vaya a ser que su respuesta se confunda con asentimiento a las críticas. En este caso, además, hay quien ha aludido a la posibilidad de que Bárcenas, habida cuenta del cargo que ha desempeñado, tenga suficiente información en su poder como para comprometer a medio PP. Un arma tan poderosa justificaría la remolonería del presidente nacional para actuar como por fin lo ha hecho.

Bárcenas destaca en su comunicado que ha tomado la decisión de renunciar al cargo que ocupaba “de común acuerdo“ con Mariano Rajoy”. Un fórmula diplomática que pude significar cualquier cosa: desde que el líder le ha pedido que se marche sin darle otra opción, hasta que ha habido de por medio una negociación para que ambas partes resulten lo menos dañadas dentro de lo posible. Cabe pensar que si es la "prudencia" de la que Rajoy habló por la mañana ante el Comité Ejecutivo Nacional la que ha guiado sus últimas acciones, es porque las expectativas sobre Bárcenas no son buenas. Ahora, le toca al Supremo.

Bárcenas, solo en la despedida