jueves. 25.04.2024

Para Romagnoli “cuando la contracción de la economía se convierte automáticamente en contracción de derechos, la emergencia económica no es diferente de la emergencia democrática. Es la misma cosa”.

“Estamos asistiendo a la reapertura de la cuestión social, a un nuevo enfrentamiento entre capital y trabajo, al desplazamiento de la soberanía popular por las irascibles divinidades de los llamados mercados"

Como ha señalado el profesor Romagnoli, “estamos asistiendo a la reapertura de la cuestión social, a un nuevo enfrentamiento entre capital y trabajo, al desplazamiento de la soberanía popular por las irascibles divinidades de los llamados mercados; al vaciamiento de las formas de participación colectiva en la determinación de la política nacional, y a un cambio de las reglas del trabajo, perdiendo la brújula que ha guiado la construcción del derecho social en Europa”.

La crisis actual es desestabilizadora, como consecuencia del uso que de ella hace la clase dominante, que hace saltar la relación de interacción entre economía y democracia sobre la que se ha construido la historia de Occidente en la segunda mitad del siglo XX.

"El derecho del trabajo –recuerda Umberto Romagnoli– se ha hecho mayor sólo cuando su originaria dimensión privado‐social ha podido conjugarse con la dimensión politico‐estatal en un régimen de democracia constitucional. Cuando las garantías de la organización y de la lucha sindical, el principio de tutela del trabajo en la relación contractual y sus condiciones específicas como el salario justo y la protección de la mujer y de los jóvenes el derecho al trabajo y a la Seguridad Social asumen por vez primera rango normativo en el plano constitucional como parte de un compromiso político, del cual los Estados europeos obtendrán desde entonces un decisivo factor de legitimación”.

Recuerda que “cuando la señora Thatcher en Occidente y el presidente Deng en Oriente decretaron que lo “mío” era más importante que lo “nuestro”, la suerte de la cultura de los derechos como instrumento del cambio social de signo progresista, se vio comprometida a favor del individualismo

Sin embargo, la trayectoria que se ha seguido en la mayoría de los procesos nacionales de cambio de de las reglas del trabajo en la Unión Europea parte de la descolectivización del derecho del trabajo; es decir, de la desegulación colectiva de las relaciones de trabajo, y de la marginación del Estado del área de las relaciones laborales; todo ello, frecuentemente acompañado por una legislación invasiva en el ámbito de las relaciones sindicales.

Romagnoli recuerda que “cuando la señora Thatcher en Occidente y el presidente Deng en Oriente decretaron que lo “mío” era más importante que lo “nuestro”, la suerte de la cultura de los derechos, y en particular del derecho del trabajo como instrumento del cambio social de signo progresista, se vio comprometida a favor del individualismo. Desde entonces la ideología neoliberal conservadora, que no conoce fronteras, está presionando para aprovechar el cambio de las estructuras y los desequilibrios mundiales producto de la globalización de la economía y de su financiarización.

El fenómeno más frecuente -advierte Romagnoli- es que las reglas del trabajo sean “normalizadas” bajo la presión del chantaje ejercida por los grupos de poder, las multinacionales. Un chantaje que los juristas complacientes aconsejan disimular con argumentos que consideran el derecho del trabajo demasiado garantista y como un freno al crecimiento del empleo.

El profesor Romagnoli insiste en que no tiene sentido esperar que sea el capitalismo, en su versión de capitalismo de mercado, el guardián más seguro de la democracia constitucional, “pues ya se ha visto lo que es capaz de hacer para que venzan los más fuertes, y entre los más fuertes están quienes dan y quita el trabajo”.

El derecho del trabajo se está debilitando por el continuo goteo de reformas, más o menos profundas, sanguinarias, que están aprobando distintos países europeos y que tienen como objetivo desregular y debilitar el derecho del trabajo; vaciando de contenido la función de la negociación colectiva a nivel nacional; derogando derechos de los trabajadores o creando un enjambre de contratos y empleos precarios y de carácter temporal.

“Teniendo en cuenta que el trabajo es el único recurso del que dispone la mayoría de la población para ganarse la vida”, Romagnoli advierte que habrá que oponerse a su reducción a simple mercancía y reclamar formas de representación social que tienen la tarea de ampliar la noción de democracia en el sentido de que los trabajadores deben ser tratados como ciudadanos.

Por tanto, será culpa nuestra si la dictadura de la economía que está cambiando el mundo no logra mostrarse como un motivo suficiente para movilizarnos, y hacer que el derecho del trabajo mantenga el valor de referencia de un modelo de civilización democrático y alternativo al impuesto por el capital.

“Es evidente, concluye el profesor Romagnoli, que no estamos asistiendo ni al final de la historia ni al final del trabajo, como alguno ha fantaseado. Es sólo un recodo que hay que superar con la inteligencia histórica y la imaginación del futuro que han sostenido la acción sindical en épocas no menos difíciles. Sin la movilización colectiva que el sindicato supo suscitar y guiar, la dimensión social y solidaria de la democracia occidental sería todavía el sueño del socialismo jurídico del siglo XIX “.


Romagnoli: “Será culpa nuestra si la dictadura de la economía no logra movilizarnos”