jueves. 28.03.2024

La mayoría de la gente tiene una idea bastante aproximada de qué es la economía sumergida y qué implica. Todos sabemos que supone no pagar impuestos en algún momento o realizar un trabajo sin cotizar por él a la Seguridad Social. Estos son dos de los ejemplos más famosos, amén del famoso “con IVA o sin IVA” que todos hemos vivido en alguna ocasión.

Pero, para definir a grandes rasgos qué compone la economía sumergida, basta con saber que la sustentan dos grandes patas: el fraude fiscal y el laboral. El primero de ellos es el que engloba el impago de impuestos, desde el IVA hasta el de la Renta, pasando por Sociedades. Es decir, el fraude fiscal se puede canalizar a través del consumo, de las nóminas o de los beneficios empresariales, por poner tres ejemplos muy claros. Por tanto, tiene múltiples vías y, de hecho, supone cerca del 70% de la pérdida recaudatoria de la Administración por la economía sumergida.

Por otro lado está el fraude laboral. Como su nombre indica, está relacionado con el mercado de trabajo y supone dejar de pagar las cotizaciones a la Seguridad Social o, lo que es lo mismo, pagar toda o parte de la nómina del trabajador en dinero negro para minimizar el coste empresarial. Representa en torno a un tercio del fraude y ha ganado protagonismo con el espectacular aumento del desempleo a raíz de la crisis económica. Sin ir más lejos, la semana pasada conocimos los últimos datos de la EPA, que revelaban un aumento de la temporalidad en los contratos y la friolera de más de 1,8 millones de familias con todos sus miembros en paro. Sin duda, y desgraciadamente, son infalibles aliados para la economía sumergida.

Contesta Carlos Cruzado

Presidente de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA)

¿Cuáles son las dos grandes patas de la economía sumergida?