sábado. 20.04.2024

Una de cada dos personas asalariadas de nuestro país es precaria, lo que demuestra que la precariedad no es una situación temporal, transitoria, propia de jóvenes en el inicio de su vida laboral sino una característica central del mercado de trabajo de España

El carácter estructural de la precariedad se refleja en un dato demoledor: la sufre mitad de las personas asalariadas en alguna de sus diferentes formas. Así lo refleja la Seguridad Social en sus informes mensuales -el último disponible es el de junio- porque solo el 47,5% de las personas afiliadas al régimen general de la Seguridad Social -excluidos agrarios y empleados de hogar- tiene un contrato indefinido a tiempo completo. Por lo tanto, el 52,5% restante tiene una relación contractual precaria, bien porque su contrato es temporal, bien porque trabaja a tiempo parcial o  por alguna otra circunstancia.

Los registros de Seguridad Social confirman, mes a mes, que la mitad de la clase trabajadora es precaria. Una situación que se hace evidente cuando se analizan de forma conjunta las tasas que miden las situaciones de  precariedad. Los últimos datos disponibles de la EPA dicen que la tasa de temporalidad es del 26%, la tasa de parcialidad del 15% y la tasa de paro del 17%.

La suma de estos valores elevarían el universo de la precariedad muy por encima del 50%, pero esta operación aritmética no es correcta porque las diferentes tasas no se pueden sumar sin tener en cuenta que en muchos casos se superponen unas sobre otras. Por ejemplo, las personas que además de tener un contrato temporal también trabajan a tiempo parcial. Sin embargo la EPA delimita de forma precisa cada una de las situaciones, lo que permite realizar la radiografía de la precariedad laboral en España.

El mercado de trabajo está conformado por 19,7 millones de personas en el primer trimestre de 2018. Esta es la cifra de las personas asalariadas, la mayoría con empleo pero también hay que incluir a varios millones que no lo tienen pero lo buscan activamente. Obviamente esta definición deja fuera a las personas que trabajan como autónomas aun sabiendo que una parte de ellas son asalariadas pero su relación laboral está encubierta detrás de una relación mercantil.

Dentro de este mercado laboral, las personas que tienen un contrato indefinido y a tiempo completo son 10 millones al comienzo de 2018. Esto es, lo que se puede considerar como el segmento del empleo estable no llega al 51% del total de las personas que participan en el mundo laboral, aunque en este colectivo hay también incertidumbre y bajos salarios. Por ejemplo, los que tienen un contrato de emprendedores que figuran como indefinidos en las estadísticas pero son muy precarios en la realidad.

El resto de las personas asalariadas, 9,7 millones de hombres y mujeres, son precarias. La categoría más numerosa está formada por los más de 4 millones de personas que viven sometidas a la incertidumbre de la renovación o no de un contrato temporal. Pero la temporalidad no es la única fórmula de la precariedad. Porque también son precarias las personas que teniendo un contrato indefinido trabajan a tiempo parcial no deseado: son 1,7 millones de personas, la mayoría mujeres, que trabajan por horas o son fijas/discontinuas. El último colectivo es el más precario de todos: son 3,8 millones de personas que rotan entre el desempleo y el trabajo precario, sufriendo bajos salarios y una muy deficiente protección cuando están en desempleo.

Sumados son casi 10 millones de hombres y mujeres a los que habría que añadir las que se mueven en situaciones laborales difusas, en muchos casos no incluidas en las categorías tradicionales del mercado de trabajo. Son, por poner algunos ejemplos,  las personas que se convierten en autónomos a la fuerza, los falsos autónomos o las que sufren las nuevas fórmulas de empleo vinculadas a las plataformas digitales que sustituyen relaciones laborales colectivas por relaciones mercantiles individualizadas.

Recapitulemos. Una de cada dos personas asalariadas de nuestro país es precaria, lo que demuestra que la precariedad no es una situación temporal, transitoria, propia de jóvenes en el inicio de su vida laboral sino una característica central del mercado de trabajo de España.

La precariedad laboral está generalizada -aunque afecta más a las mujeres y a los jóvenes-, es permanente, tiene un carácter estructural y por eso, para combatirla, no sirven los cambios parciales: hay que cambiar todo el modelo de relaciones laborales instaurado en España en las últimas décadas.


Manuel Lago. Economista. Deputado de En Marea Parlamento de Galicia

La mitad de la clase trabajadora española es precaria