jueves. 25.04.2024
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El conde de Rodezno y el ministerio de educación

Los últimos cuatro meses de Rodezno en el gobierno estuvieron marcados por una doble labor, al tener que hacerse cargo del Ministerio de Educación Nacional en sustitución de Pedro Sainz.

A pesar de ser pocas sus iniciativas en esos meses, especialmente en el ámbito educativo, sí utilizó el ministerio para dos tareas que llevó a cabo repetidamente:

  1. Colocar en buenos puestos a algunos de sus amigos.
  2. Fomentar una y otra vez la presencia religiosa, esta vez en escuelas e institutos y decía “En vista de que ya llevaba dos meses encargado de la cartera de Educación Nacional y no se veía el fin de aquella interinidad, me decidí a salir un poco de la pasividad en que me desenvolvía, y me decidí a algunos nombramientos, de algunos amigos, para Patronatos de algunos Museos”.
  3. Se permitió a los Prelados para designar libremente a los profesores de Religión en los institutos, considerando que la Religión no era una asignatura sino una enseñanza cuyo magisterio corresponde a la Iglesia.

En agosto de 1939, concluida la guerra y a punto de empezar en Europa la II Guerra Mundial, el dictador remodeló su primer gobierno para reforzar a Serrano Suñer y cesar a otros ministros, como el conde de Rodezno, sustituido en el ministerio de Justicia por otro carlista.

Este esperaba con ganas ese momento, del que tuvo noticia por vías oficiales y dice “Franco no nos dijo nada pero salimos todos con la impresión de que no volveríamos a reunirnos”.

Los problemas más serios que tuvo como ministro de Justicia no fueron consecuencia de la vulneración continua de los derechos humanos, sino del distanciamiento de las filas carlistas y de su legitimación del franquismo, una acusación que fue constante en su vida política.

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SU ACTUACIÓN EN LA DIPUTACIÓN FORAL

El Consejo Foral de Navarra le designó diputado por Tudela el nueve de mayo del año 1940, lo que provocó que llegue a ser vicepresidente de la Diputación al ser el diputado de mayor edad, pues la presidencia de la Diputación la ostentaba el gobernador civil, puesto que ocupó hasta su retirada en 1948.

Ser vicepresidente le hizo ocupar un papel clave para mediar entre las diferentes corrientes del carlismo, y entre éste y el propio régimen. Tuvo una gran influencia en las élites políticas provinciales, por el reparto de cargos públicos y determinados puestos de trabajo, actitud que se le reprochó desde su entorno político.


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Hubo fuertes tensiones en el carlismo que se agravaron, entre otras razones, por la incógnita y disparidad de opiniones sobre la línea de sucesión dinástica, pues a la incertidumbre de la regencia se le unió en el año 1943 la aparición de un nuevo pretendiente, Carlos VIII, que dio inicio a la nueva corriente de los llamados carlos-octavistas.

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Entre todos ellos, intentando una postura conciliadora, encontramos de nuevo al conde de Rodezno, que abandonó en otoño de 1942 su cargo en el Consejo de FET y de las JONS, molesto por el trato dispensado al tradicionalismo y lo justifica diciendo “ante sucesos recientes en cuya referencia y enjuiciamiento no he de entrar, y ante la cada vez más acusada fractura del partido, que tan poco rima con mis sentimientos, concepciones y conductas”.

Surgió la amenaza de los maquis en el año 1944 y desde el Estado vieron conveniente crear milicias de civiles armados para hacerles frente y el franquismo pensó en las milicias carlistas.

A. Lizarza se negó a dirigir esa misión. El conde de Rodezno intercedió ante él y los dirigentes carlistas navarros. Como relata Lizarza “No le fue fácil al Conde su labor de persuasión. Contaba para ello con nuestra vieja amistad, me conocía bien, supo tocar mis sentimientos de español y de carlista, y me empujó de nuevo a la empresa. Me prometió todo su apoyo…”.

Creadas estas partidas de civiles, finalmente no llegaron a intervenir en el año 1944. El carlismo estaba en un proceso de descomposición interna, acelerado por la consolidación de los llamados carlo-octavistas, más cercanos políticamente al régimen.

Estas desavenencias entre carlistas provocó el estallido de incidentes entre carlistas y falangistas, el tres de diciembre del año 1945, en Pamplona, con motivo de los festejos organizados por grupos falcondistas para celebrar la liberación del regente, Javier de Borbón-Parma. La fiesta acabó con enfrentamientos armados y la consiguiente clausura del Círculo Carlista de la Plaza del Castillo. 

f10La división interna del carlismo se acrecentó con el paso del tiempo, sin que tampoco cesaran las tensiones con los gobernadores civiles cuando estuvo al frente de la Diputación, e incluso cuando abandonó su cargo de vicepresidente de la Diputación, en el año 1948, al no haber acuerdo para la renovación de los cargos.

A pesar de todo, el espíritu de colaboración de Rodezno, de fidelidad a quien garantizara el espíritu del 18 de julio, se volvió a ver en las elecciones municipales de 1951, en las que debía renovarse el tercio familiar del ayuntamiento de Pamplona, siguiendo el principio de la llamada democracia orgánica.

El carlismo falcondista formó una candidatura para esas elecciones, a la que se le enfrentó otra, también oficialista, impulsada por el régimen a través del gobernador civil y por los sectores más colaboracionistas del carlismo, entre los que se encontraba el conde de Rodezno.

Este apoyo al franquismo en la que seguramente fue su última maniobra política de cierto alcance. Sus maniobras sirvieron para asegurar que buena parte del carlismo colaborara en la consolidación de la dictadura.


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El conde de Rodezno desarrolló una gestión económica muy conservadora y de poca actividad. Fue una figura clave del carlismo navarro de posguerra. Jugó un papel importante como vicepresidente de la Diputación en una época caracterizada por el estancamiento económico, a nivel estatal y provincial.

LA DIPUTACIÓN FORAL Y LA ECONOMIA

Entre los años 1936 y 1948, la economía española y la navarra se sumieron en un profundo estancamiento cuyas causas no deben valorarse como consecuencia de la guerra o a la situación internacional, sino a los criterios y a las prioridades de las políticas económicas llevadas a cabo. No ayudó una política fiscal que, hasta entrados los años sesenta, mantuvo el gasto público por debajo de los años de la República.

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Navarra tenía un gasto superior a la media estatal. Sin embargo, sigue la misma tendencia nacional, sin capacidad para superar las dificultades económicas del momento.

La diputación foral dirigida por el conde de Rodezno consiguió del franquismo el reconocimiento oficial del régimen foral de Álava y Navarra, al tiempo que se suprimía el de Vizcaya y Guipúzcoa.

La consolidación de la autonomía fiscal supuso una menor presión fiscal que en el conjunto del Estado, al tiempo que se mantenía un gasto público por habitante muy bajo.

Se observa un descenso en el porcentaje destinado a los servicios económicos, entre los cuales destacaba el gasto en carreteras, no consignándose ningún tipo de partida al fomento de la industria hasta la década de los cincuenta.

Los gastos en carreteras ocupaban la mayor parte del presupuesto dedicado a actividades económicas y fue esta partida la que sufrió el descenso más importante durante los años cuarenta. Esto no significó un descenso de la inversión pública, pues se ve compensado este descenso por los 8.797 prisioneros que trabajaron en la apertura de cuatro carreteras de montaña entre los años de 1939 y 1945.

f8La otra partida importante en la que la política de la diputación podía incidir en el desarrollo económico de la provincia fue la de agricultura, ganadería y montes, que también vio mermar su gasto respecto a los años treinta.

La agricultura navarra estuvo sumida en el estancamiento durante la década de los cuarenta, con niveles de producción inferiores a los de antes de la guerra.

Tuvieron un impacto negativo las políticas públicas agrarias. Sin embargo se siguió favorecieron claramente los intereses de los grandes propietarios con un descenso de los jornales, empeoramiento de las condiciones de trabajo, reformas legales que posibilitaron una oleada de desahucios de arrendatarios y una puerta abierta para importantes ganancias en el mercado negro, que se constituyó en una poderosa herramienta de enriquecimiento y control social.

La Diputación desarrolló una política de legalización de las usurpaciones de comunales, que siguieron en los años sucesivos, por un proceso de desamortización foral franquista, con un nuevo proceso de ventas de comunales.

Estas medidas claramente favorables a los grandes propietarios, las quisieron contrarrestar con un discurso pretendidamente reformista y con la colonización del antiguo señorío de Sartaguda, realizada entre los años de 1942 a 1945.

Entre los años 1936 a 1947, se produjo una caída del 20% del presupuesto del gasto social. La Diputación desarrollo un escaso gasto educativo, reflejado en los comentarios de Rodezno ante las propuestas de impulsar la presencia universitaria en Navarra.

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Jaime Ignacio del Burgo dice del conde de Rodezno “Su gestión al frente de la Diputación Foral de Navarra fue del más puro quietismo conservador. El problema de la universidad lo enfocaba así: Creo que con una carrerita como la de Perito mercantil es suficiente para Pamplona…”.

Los nuevos tiempos y cambios políticos no llegó a verlos el conde de Rodezno. Toda innovación le parecía inmensa, para un dirigente que seguía entusiasmado por las viejas monarquías hispánicas y navarras. Su obsesión había sido mantener el orden social, mantener Navarra limpia de doctrinas liberadoras o igualitaristas.

EL PENSAMIENTO DEL CONDE DE RODEZNO

El conde de Rodezno se quejaba de la cárcel que había en el fuerte de San Cristóbal y la presencia de muchos de sus familiares en Pamplona. En una carta dirigida al ministro de Justicia, Esteban Bilbao decía:

“Gran número de estos penados, al ser libertados y por causas análogas a las que se han indicado, se instalaron con sus familiares en esta ciudad, produciendo un sedimento morboso, un núcleo posiblemente perturbador que de día en día va aumentando y hoy en día va aumentando con los que al salir del sanatorio quedan aquí, en iguales condiciones, y abundando en la ideología extremista de aquellos, con todo lo cual se constituye un foco de posibles alteraciones político sociales, si las circunstancias fueran para ello propicias, pero que de todos modos puede llegar a desfigurar por completo nuestra secular ideología, torciéndola y maleándola, por una actuación constante y persistente derivada de su residencia fija en la población”.

El problema del conde de Rodezno por la presencia de la cárcel era las enfermedades que afectaran, afearan o contaminaran a Pamplona y a Navarra y de la limpieza de costumbres y actitudes políticas de la ciudad y de la provincia.

f6El conde de Rodezno quería la restauración de una monarquía de corte tradicionalista, sin ser consciente de que el mundo iba evolucionando a gran rapidez mientras que él permanecía anclado en el siglo XIX.

Para el conde de Rodezno todo se solucionaba con una vuelta a las monarquías del Antiguo Régimen, alternativa que se refleja en un texto que puede considerarse como su ideario político.

Piensa en un régimen católico, organicista y regionalista, cuya figura clave es el monarca, que encarga la soberanía, y cuya autoridad proviene de Dios. Existirían también unas Cortes unicamerales, elegidas por sufragio orgánico, para asegurar la participación auténtica, libre y efectiva de los ciudadanos en el régimen y gobierno del Estado.

Estas Cortes recuerdan también en sus funciones a las del Antiguo Régimen. No tendrían capacidad legislativa y se limitarían a recibir el juramento del Monarca, a ejercer ante el mismo el derecho de petición y a fiscalizar el presupuesto y la política impositiva.

Vive anclado en los inicios del siglo XX, anclado en la defensa de un sufragio inorgánico en el que estuviera prohibido todo tipo de partido político, y dependiente, por los siglos de los siglos, de la voluntad regia y divina. Este pensamiento político estuvo muy activo en la destrucción del orden republicano y en la construcción de la dictadura franquista.

Nada tan ínfimo en sentido y carácter representativo como esto que llaman Consejo Nacional, y sin embargo, en sus dos únicas actuaciones, la del Fuero del Trabajo y esta de la Ley Sindical, fueron acertadas. Tal vez a este concepto mío de la representación es a lo que Franco llama liberalismo.

f5El conde de Rodezno publica un artículo en El Pensamiento Navarro, titulado “Fuerismo y secesionismo”, defendiendo los fueros en contestación al discurso de Giménez Caballero, en el que se solicitaba a Navarra “generosidad y renuncia a particularismos.

El artículo es una crítica del nacionalismo vasco, pero al mismo tiempo también se dirige contra el centralismo liberal, siguiendo un discurso tradicionalista en el que se defienden “las legítimas libertades regionales y municipales, las autarquías naturales de fines propios que vigorizaron la unidad intangible de la Patria”.

EL CONDE DE RODEZNO Y LA MONARQUÍA TRADICIONALISTA

La monarquía tradicional es lo que defenderá en los primeros años de posguerra, cuando se discute sobre la forma del Estado franquista y se plantea también la posibilidad de una vuelta a la monarquía con la opción de D. Juan.

Defiende el orden social nacido de la guerra más que la adopción de una nueva forma de gobierno. La posibilidad de una victoria aliada alimenta también las esperanzas de las fuerzas antifascistas en España. Se plantea cada vez con más fuerza como debe ser el futuro del régimen, abriéndose un abanico de oportunidades entre las que cobra fuerza la figura de Juan de Borbón, muy cercano políticamente a José María Gil Robles, y a través de éste en contacto con parte de las fuerzas de izquierda.

f4Era fundamental la unidad de las fuerzas monárquicas. Plantea un acuerdo entre los monárquicos alfonsinos y los carlistas y ahí estaba el conde de Rodezno en el centro del debate y en una carta que le dirige Juan de Borbón en abril del año 1943, donde le plantea la posibilidad de una colaboración destinada a restaurar el sentido político y social de nuestra Monarquía tradicional.

Gil Robles escribe en su diario personal lo siguiente “Los tradicionalistas y algunos monárquicos creen que Rodezno debe ser el delegado del rey, el jefe político de esta restauración, y aún el presidente del primer gobierno de la monarquía. ¡Qué ceguera, pensar que la marcha que lleva el mundo va a permitir ensayos de una monarquía tradicionalista!”.

Como si nada ocurriera en el mundo, el bueno de Rodezno da largas a la pluma para exponer el punto de vista tradicionalista, no según la doctrina histórica, que soy el primero en compartir, sino nutrido de las utopías acostumbradas. ¡Malo será que con tanto tiempo perdido en quimeras de esta especie no nos encontremos un día con un gobierno izquierdista!”.

El Conde de Rodezno escribió a don Juan advirtiéndole de los peligros de confiar en una caída de Franco, propiciada por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial o por una maniobra dentro del ejército español, pudiera ser favorable a las tesis monárquicas, ya que un desmoronamiento del régimen de Franco “no sería más que una revolución de signo contrario a todo lo nuestro”.

Se firman las llamadas Bases de Estoril, el veintiocho de febrero de 1946, impulsadas fundamentalmente por Gil Robles, que pensaba que con ellas podría ganarse la confianza de Franco y que contaría con el apoyo del conde de Rodezno pero sabía que contaría con la oposición de buena parte del carlismo.

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Las bases del acuerdo de Estoril tenían un contenido claramente tradicionalista y Gil Robles dice “Por desgracia, Rodezno y los que le rodean vienen imbuidos de la indiferencia altanera, lindante con la incomprensión cerril, respecto al ambiente exterior. Toda su preocupación es que el rey apruebe no sólo unas bases políticas, sino al mismo tiempo un preámbulo o llamamiento entusiasta, en el que vuelvan a manejarse los tópicos del glorioso movimiento, de la cruzada, de la sangre de los mártires…

Es decir, que el rey se convierta en un requeté y que declare ante el mundo que viene a prorrogar un verdadero régimen de guerra civil”.

El conde de Rodezno en carta mandada a Juan de Borbón el veinticinco de febrero de 1946 decía “El espíritu del 18 de julio, iniciación del inolvidable episodio nacional, ha de ser forzosamente hito inconmovible para lo porvenir. Será en vano que nadie sueñe con desconocerlo […]. Esto será mejor o peor comprendido en los medios extranjeros, pero, en definitiva, lo esencial será siempre la opinión nacional, y lo sagradamente imperativo la fidelidad a los fundamentos de la victoria.

La monarquía, única solución salvadora para España y garantizadora de su continuidad, sólo podrá encajar en el alma nacional con la declaración clara, terminante y categórica de que con la más diáfana sinceridad viene a proseguir el espíritu que floreció el 18 de julio, a recobrar su amplitud nacional, hoy achicada por el torpe empeño de encerrarlo en el marco estrecho de un coto partidista y a proclamar intangibles los principios por los que se luchó, y que, como resultado de la victoria, tienen que tener asegurada su defensa y realización”.

Esto le ha conquistado en su historia política dos notas características de su personalidad: para el gusto de los liberales es el conde de Rodezno modelo de tolerancia; para el sentir de los carlistas es el conde de Rodezno exponente de flaqueza y falta de fe.

f2El propio Rodezno, que fue a visitar a Franco a instancias del ministro monárquico Martín Artajo, para explicar el contenido de las Bases de Estoril, le recordaba a éste en una conversación entre amigos celebrada años después la fría acogida que le dispensó el jefe del Estado, “Usted me instó a que visitara al general creyendo que las bases y mi propia presencia podrían despertar su confianza. No me negué a hacerlo, y el resultado fue plenamente estéril”.

El propio Gil Robles describe de nuevo a Rodezno en marzo del año 1947 como “empapado del espíritu intransigente y cerril de la mayor parte de las derechas españolas”.

El conde de Rodezno con una dura y dolida carta en la que dejaba clara su imposibilidad de cooperar en esa tesitura, dado que las inclinaciones políticas del Borbón derivaban hacia “un régimen liberal, parlamentario, progresivo y europeo…Supongo que habrán llevado a V.M. suficientes testimonios que me eximen del penoso deber de manifestarle con mayor insistencia el efecto producido”.

Lo importante para el conde de Rodezno, era mantener los principios del tradicionalismo, unos principios que cristalizaron en el espíritu del dieciocho de julio, al que siempre fue fiel, y que se basaban, fundamentalmente, en el respeto del orden socio-económico y los derechos de los propietarios y en la supresión de cualquier tipo de libertades políticas, culturales o sexuales.

Esto lo garantizó el franquismo, y por eso fue franquista, lo mismo que antes fue carlista o que incluso estuvo dispuesto a ser de Juan de Borbón si la nueva opción monárquica hubiera asegurado esos principios.

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El conde de Rodezno murió en Villafranca de Ebro el diez de agosto del año 1952. El día uno de octubre del año 1952, Franco firmó la siguiente orden:

“La vida y la obra de don Tomas Domínguez Arévalo, Conde de Rodezno, personalidad relevante del pensamiento tradicionalista español, eximio colaborador en la gesta del Movimiento Nacional y de la restauración del sentido católico en la vida española; Ministro de Justicia del primer Gobierno Nacional y exponente de las más preciadas virtudes de patriotismo, hidalguía y de fe en los postulados de la Victoria, se hacen acreedoras al testimonio de la gratitud nacional; perpetuando en Su descendencia la memoria de Su Grandeza, y al enaltecer su nombre preclaro se honran también los ideales a los que hizo dedicación de su vida ejemplar. En mérito de lo expuesto, de acuerdo con el Consejo de Ministros, dispongo: Artículo primero. Se hace merced de la dignidad de Grande de España, para unir al título de Conde de Rodezno, a don Tomás Domínguez Arévalo, para sí, sus hijos y sucesores legítimos por el orden regular de sucesión y con carácter perpetuo”.

El conde de Rodezno fue uno de los sumergió al Estado español en el infierno de la guerra moderna, en la antesala de la II Guerra Mundial, quien puso en marcha una operación de exterminio político sin precedentes en nuestra historia contemporánea.

Rodezno estaba dispuesto a sacrificar las personas en aras de los ideales, del mismo modo que se lanzó a sacrificar a miles de jóvenes en una guerra santa, igual que no le tembló el pulso, como ministro de Justicia, en ser responsable de decenas de miles de ejecuciones.


Lee aquí la primera parte del artículo 


BIBLIOGRAFíA

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Tomás Domínguez Arévalo, el conde de Rodezno. ¿Era un fascista?