viernes. 29.03.2024
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Ha habido muchos beatles, y no me refiero a Brian Epstein mánager prodigioso ni a George Martin verdadero factotum de la parte mágica de la música de los Beatles ni tampoco a varios colaboradores, el más relevante Billy Preston, siempre buscando el inexistente quinto beatle, sino a los primeros tiempos siempre duros y con conflictos difíciles inherentes a todo grupo humano.

Chas Newby bajista en el primer viaje a Hamburgo no quiso volver al segundo y cuando Stuart Sutcliffe, primera alma del grupo junto con Lennon, se quedó en Alemania con su novia la fotógrafa Astrid Kirchherr, creadora del famoso peinado a flequillo Paul McCartney se tuvo que hacer cargo del bajo, cosa que no le hizo ninguna gracia.

Pete Best, batería y beatle por derecho propio, se dice que George Martin estaba insatisfecho con su estilo y Paul McCartney tenia celos por su gran éxito entre las chicas, pero su madre era la propietaria del club Casbah, gracias a lo cual se garantizaban actuaciones mucho antes de The Cavern, pero, así y todo, fue despedido y sustituido por Ringo Starr, que tampoco llegó a tocar en el primer éxito, Love me Do. Posteriormente se hizo panadero y dependiente, y en los últimos tiempos se vuelve a dedicar a la música actuando con varios grupos.

El mismo Pete Best había sustituido a Norman Chapman, un batería anterior que actuaba cuando aún se hacían llamar Silver Beatles.

Era justo el momento de terminar, la herencia es una obra redonda, de haber seguido, posiblemente, la decadencia era inevitable o todo hubiera acabado mucho peor

Parece que la batería fue uno de los problemas iniciales del grupo, que probablemente hubiera continuado de no ser por el éxito fulgurante y mundial, al poco tiempo de la entrada de Ringo Starr, a diferencia de la solidez mostrada desde el principio por el recientemente desaparecido, Charlie Watts en los Rolling Stones.

Por cierto, el primer éxito de los Rolling Stones en Inglaterra es “I Wanna Be Your Man”, canción compuesta y regalada por Lennon y McCartney. Según una versión se paró un coche en medio de la calle, se bajaron y dirigiéndose a unos Stones que estaban paseando, les dijeron “Tomad chavales”, según otra fue compuesta en pocos minutos en el estudio, posteriormente fue grabada por los propios Beatles en la voz de Ringo Starr. La comparativa entre ambas es significativa. Cada quien que opine libremente.

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Aún en 1964, y ante la estancia ineludible de Ringo en un hospital, Jimmie Nicol hace un total de ocho conciertos con los Beatles en Dinamarca Países Bajos y en Oriente en lugares como Hong Kong, no desmereciendo en absoluto del grupo.

Todo ello carece de importancia ante el bagaje histórico aportado, en primer lugar, la fijación del canon, son los Beatles quienes, tras las individualidades del rock y el balbuceo de los primeros grupos, establecen el modelo definitivo de grupo musical y la forma de estar en el escenario, que permanece hasta hoy, y la globalización de la juventud. Por primera y posiblemente única vez, la juventud de todo el mundo y de todos los pases, salvo lógicamente donde todo esto se prohíbe, con muchos resquicios por donde los jóvenes también empujan, tienen los mismos gustos y los mismos anhelos, la misma necesidad de romper con los viejos corsés y de abrir el mundo hacia mayor libertad, en lo cual también cuenta la modernización y generalización de los anticonceptivos que dan un enorme impulso a la libertad de las mujeres, y el hilo conductor son los Beatles, su música y todo lo que se genera alrededor durante los años 60 con un fuerte componente de conflicto intergeneracional.

El proceso de maduración del propio grupo y los avances sociales de la década llamada prodigiosa hace acumular dificultades y contradicciones. Se les exige posicionarse ante la guerra de Vietnam, ante el conflicto de Irlanda del Norte, ante la proliferación nuclear, y más o menos se acobardan. Unos toman el camino de declaraciones pacifistas genéricas, otros el silencio y otros el escepticismo.

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Así se llegan a los últimos años, justo antes de la Azotea, cuando las individualidades y las relaciones exteriores juegan un gran papel, desaparece Jane Asher, lúcida e inteligente, que podía haber jugado un rol similar al de Anita Pallenberg en los Rolling Stones frente al oscuro juego e intereses de Linda Eastman o la propia Yoko Ono, a la que quizá en perspectiva, si es que es verdad, hay que agradecerle la definitiva separación por oportunidad. Era justo el momento de terminar, la herencia es una obra redonda, de haber seguido, posiblemente, la decadencia era inevitable o todo hubiera acabado mucho peor.

Esa obra redonda lleva a Paul McCartney después de renegar muchos años, a basar ahora sus conciertos en las canciones de los Beatles con vídeos de sus componentes y una reproducción fidedigna de las melodías, que es lo que el público quiere escuchar a diferencia por ejemplo de un Bob Dylan, que distorsiona sus canciones haciéndolas irreconocibles en una especia de búsqueda en la que, por supuesto, no se encuentra y sus seguidores tampoco. Larga vida al Ayer (Yesterday).

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La pretenciosidad, el egocentrismo y la arrogancia siempre han sido malas consejeras. Por eso el gran éxito posterior a los Beatles no es el de ninguna de las supuestas genialidades, si no el de George Harrison con su disco, All Thing Must Pass, y su canción My Sweet Lord, premiando la prudencia y la paciencia, la creatividad tranquila y el esfuerzo sin perderse en peleas agotadoras y estériles.

Curiosamente el final, es socialmente igual de accidentado que el principio. Si The Cavern es demolido (gran visión de los promotores), aunque luego reconstruido, el famoso concierto de la Azotea es disuelto por la policía a instancias de varios vecinos (gran visión también para ellos) en fin.

No es fácil, pero una buena manera de captar parte del espíritu de los tiempos, es escuchar a Gianni Morandi “Era un ragazzo que como a mi, amaba Beatles y Rolling Stones”.


Del sótano a la azotea