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Tuve ocasión de ver ‘Cinco lobitos’ en la Berlinale y me conquistó el estilo suave de un relato agridulce. Aula Ruiz de Azúa ha presentado en el 72. Zinemaldi ‘Querer’, una serie con cuatro capítulo producida por Movistar. Cada una de las entregas presenta una dimensión del tema tratado y su desarrollo es impecable. Los personajes van delineándose con suma claridad y el reparto no puede ser más atinado. El conjunto cuenta lo que quiere narrar con suma eficacia y mete de lleno al espectador en la historia.
Las actuaciones no pueden tener mayor contención. Los histrionismos brillan por su ausencia, incluso cuando los hay, pero sin embargo la tensión de una violencia doméstica sostenida en el tiempo y disculpada socialmente deviene abrumadora. La víctima juega con malas cartas para interponer una denuncia. No hay pruebas materiales de violencia física o lesiones que respalden la denuncia, porque se trata de algo tan sutil como arraigado en el ambiente. Los testimonios tampoco son fáciles de allegar.
Se retrata las vivencias de un matrimonio chapado a la antigua, que sigue las convenciones de su época. Un buen sueldo hace que la mujer deje de trabajar para ocuparse únicamente del ámbito doméstico y el cuidado de los hijos. Esta dependencia económica genera una sumisión en la mujer, que opta por dejarse hacer para evitar mayores dosis de maltrato psicológico y preservar a los vástagos de la cólera paterna.
El abanico de reacciones que se manifiestan en el propio seno familiar y el entorno social supone un magnífico catálogo de posturas que resultan perfectamente reconocibles. La violencia de género se sufre también así, en círculos familiares que no tienen problemas económicos y que asumen los roles bendecidos por el patriarcado. No suelen aflorar porque no resulta nada fácil romper las inercias, al no disponerse de ingresos, domicilio ni trabajo.
¿Cabe sentirse violada por tu propio marido en el transcurso de tres décadas? Esta es la cuestión que se plantea en ‘Querer’, poniendo el foco sobre las relaciones de poder totalmente asimétricas que se dan dentro del ámbito doméstico y pueden hacer de la esfera privada un verdadero infierno. Sin advertirlo, se va socavando implacablemente la propia imagen de autoestima y se anula con ello cualquier conato de resistencia. Este maltrato psicológico y chantajista puede perdurar mucho en el tiempo sin que nadie lo advierte.