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Nada más empezar la película, el espectador queda informado de cómo se comporta esa higuera que da título a este film iraní. Envuelve otra planta que consume ocupando su lugar. Es lo que ocurre con las ideas fanáticas en general. Van usurpando el espacio de cualesquiera otras y anulan que prenda cualquier otra semilla intelectual.
En realidad la higuera es un árbol sagrado par muchas religiones. Representa el árbol de la sabiduría cuyo fruto estaba prohibido, pero también habría cobijado al príncipe Shiddarta Gautama, quien se convirtió en Buda meditando bajo su sombra. Y los egipcios utilizaban la madera del sicomoro para fabricar el sarcófago de sus momias.
“La semilla de la higuera sagrada” nos presenta una familia medianamente acomodada que habita en Teherán y que lleva una vida sin sobresaltos. La compone un matrimonio bien avenido con sus dos hijas adolescentes. El cabeza de familia se tiene por alguien íntegro y tiene problemas de conciencia cuando un ascenso le hace firmar sentencias que no tiene tiempo para estudiar. Son gente de orden y no se oponen al régimen teocrático que rige su sociedad. Pero de repente la nueva responsabilidad asumida por el flamante juez les hace ser supervisados.
Estamos ante una parábola del totalitarismo presentado a pequeña escala en el seno familiar
Las hijas deben evitar cualquier devaneo en las redes y no juntarse con malas compañías. Pero al morir una chica detenida en comisaría por no llevar su velo, las manifestaciones de protesta son rudamente reprimidas y la nueva generación se cuestiona y no da crédito a las noticias oficiales. La madre intenta mediar y convencer a sus hijas de que algo habrán hecho, pero va entendiendo que las cosas no están bien.
Un incidente dispara la creciente paranoia del padre y, al verse sometido a tanto tensión, aflora una personalidad violenta que antepone su fe a la familia. Las leyes emanan de su dios y por lo tanto no pueden ser erróneas, lo que hace sospechoso a quien pretenda desobedecerlas.
Estamos ante una parábola del totalitarismo presentado a pequeña escala en el seno familiar, cuyos lazos quedan desgarrados por los dogmas fanáticos de una opresora teocracia. El director de la película ha tenido que partir al exilio. Poco más puede añadirse.