sábado. 20.04.2024
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Acueducto de las Ferreras

El regadío ha tenido un proceso histórico de desarrollo que se extiende a lo largo de muchísimos siglos. La regulación y el aprovechamiento del agua conllevan a que esté sujeta a una normativa jurídica.

El destino de los trasvases siempre ha sido el regadío, el abastecimiento y posteriormente aunque ya en época romana, otros usos de tipo minero, industrial o comercial.

La magnitud de las obras ejecutadas ha estado condicionada por la disponibilidad de medios técnicos y económicos, mientras que su proyecto y concepción ha ido en muchos casos con décadas e incluso siglos de adelanto respecto a su materialización.

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Este periodo inicial de las obras hidráulicas en el Prehistoria y en la Edad Antigua, corresponde a una época muy sombría y con muchas peculiaridades. Podemos encontrar pequeñas conducciones de derivación en el yacimiento de los Millares en Almería o las galerías de Gatas en la misma provincia correspondientes a la cultura del Argar en la Edad de Bronce.

El desarrollo de la agricultura durante la colonización de los fenicios y cartagineses hace pensar en un desarrollo hidráulico parejo, pero no hay evidencias del mismo.

El objetico prioritario de los romanos fue el almacenamiento del agua para asegurar la disponibilidad de caudales artificiales de agua.

La colonización romana impulsa tres tipos de acciones:

  • La construcción de importantes obras hidráulicas destinadas al abastecimiento y en menor medida al riego.
  • La ejecución de redes de distribución.
  • La implantación de procedimientos de reparto de agua que requerían unos elementos hidráulicos adecuados.

Hagamos un repaso por las distintas zonas del país y conocer sus obras hidráulicas:

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Valle del Ebro

Las prospecciones arqueológicas permiten asegurar que el regadío en la época romana tuvo una intensidad considerable y estaba basado en la explotación y en la esclavitud siendo sus principales centros, en Calahorra, Tudela y Zaragoza.

  •  En la zona de Tudela nos encontramos con:
  1.  Los datos arqueológicos de esta zona nos señalan la existencia de riegos que se remontan a la época de la colonización romana. En el sudoeste encontramos la acequia de San Salvador, que es una construcción hidráulica romana, que tiene por objeto la fertilización de los campos de Agreda y Cervera.
  2. Se encuentra en la zona norte el dique romano de Cinco Villas, del siglo II d. C., hecho de sillares, presentando una longitud de veintiún metros por tres de altura y con aliviaderos de 1,1 metros. Estos aliviaderos comunican con los canales de riego. Destaca el dique de Sádaba.

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  • En la zona de la provincia de Zaragoza nos encontramos con:
  1.  En el río Jalón en la margen izquierda del río Ebro se encuentran fuentes como la de Pinseque y la de Garrapinillos. Encontramos en el río Huerva el dique de Muel.
  2. En la margen derecha del río Aguas Vivas que es un afluente del río Ebro nos encontramos la presa de Almonacid de Cuba sobre el río Aguas Vivas. De ahí se deriva un canal que se supone para riego, debido a que no había ningún núcleo urbano de importancia.

Dicho canal, sobre el que se asienta hoy la acequia Madre de Belchite, derivaba las aguas para su empleo en una zona regable inmediata a esta población. Discurre paralela al río Aguas Vivas hasta la cercanía de este municipio, momento en que se desvía hacia el norte pasando a irrigar la vega de un arroyo afluente de dicho río por su margen izquierda.

  • En la zona de la provincia de Teruel nos encontramos con:
  1. El canal de Cella, discurría aproximadamente por Albarracín en la cuenca del río Júcar y Cella pertenece a la cuenca del río Ebro. Se trata de un trasvase entre diferentes cuencas. Su finalidad es el riego, puesto que entonces no existía ningún núcleo urbano cercano.

El punto de derivación en el río Turía o Guadaliviar se encontraba a unos tres kilómetros debajo de Albarracín, desde él transcurría paralelamente a su cauce hasta llegar a Gea en Albarracín, donde se desviaba hacia el norte, atravesando la divisoria entre los ríos Júcar y Ebro. Contaba con túneles excavados en roca caliza. Su longitud total es de unos catorce kilómetros aproximadamente.

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Valle del Duero

Los poblados celtíberos se instalan en el llano, dedicándose al cultivo en las zonas cercanas a los ríos, por lo que muy posible que empleasen técnicas de regadío que no exigiera una infraestructura demasiado complicada. Existen noticias indirectas que hace suponer la existencia de la posible práctica del regadío.

Las zonas con mayor fluidez corresponden a la de los ríos Duero y Pisuerga, mientras que en la zona sur del río Duero se propicia el desarrollo ganadero por la abundancia de los montes y los suelos silíceos. La superioridad de la red hidrográfica del norte favorecía la instalación mayoritaria de la población en sus alrededores, facilitando la explotación agrícola mediante el uso de cisternas.

Con el inicio de la llamada paz romana, la cuenca del Duero se vio inmersa en un periodo de estabilidad y desarrollo económico que perduraría hasta el siglo II d.C., con la dinastía Antonina, cuya crisis se mantuvo hasta el siglo III d. C., prevaleciendo una política que favorecía las formas de explotación agrarias según las normas capitalistas.

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No se efectuaron obras hidráulicas de importancia en la cuenca del río Duero, aunque es obvio que los romanos pusieron sus conocimientos técnicos en práctica a través del abastecimiento de aguas y de la producción agrícola, todo ello para garantizar el control de la zona.

Entre los siglos II y V d. C., se extienden las villas rústicas que se convierten en la nueva base de la producción económica, que originó la consolidación del latifundio como la propiedad típica del Bajo Imperio Romano. Estas villae disfrutaban de un sistema de abastecimiento de aguas que funciona parecido al de las ciudades.

La única obra pública asociada a una ciudad romana en la zona de la Submeseta norte es el acueducto de Segovia. Aunque en esta cuenca del Duero no quedan obras hidráulicas de envergadura, es obvio que los romanos pusieron sus conocimientos técnicos en práctica a través del abastecimiento de agua y de la producción agrícola.

La cuenca del río Tajo

Hay indicios de usos hidráulicos en Madrid correspondientes a la época neolítica. En la civilización romana apenas introdujo modificaciones en las técnicas de cultivo o en los instrumentos agrícolas, lo que hace suponer que para la desviación de agua utilizaban un sistema bastante rudimentario de canales y presas.

Se extendieron las villae por el valle del río Tajo a lo largo del siglo III d. C. y se localizan canales y presas para el riego de huertas necesarias para completar el sistema de economía cerrada autoabastecida. Son los antecedentes más claros de un sistema de alquerías y grandes propiedades que permanecerán a lo largo de muchos siglos.

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La cuenca del río Mijares

Los regadíos del río Mijares se extendían por los términos municipales de Villareal y Burriana. La derivación del agua se producía en el río Mijares, aguas arriba de la confluencia con la rambla de la Viuda. Desde ahí, partía perpendicularmente a su cauce una conducción que atravesaba el río Seco y continuaba después algunos kilómetros paralelamente a la costa. El agua se utilizaba tanto en la vega del río Mijares como en la del río Seco, en toda la zona costera.

Otras cuencas

Igualmente se iniciaron en la dominación romana las redes de riego de la huerta de Murcia. Se trataba de derivaciones dentro de la propia Vega del río Segura, que no constituían trasvases, pero que merecen reseñarse por su importancia. Igual sucede con el regadío tradicional romano.

LAS REDES DE ABASTECIMIENTO ROMANAS EN HISPANIA

La ciudad de Toledo

La conducción de abastecimiento a Toledo tenía su origen en la presa de Alcantarilla en el río Guajaraz, afluente del río Tajo por su margen izquierda aguas abajo de Toledo. Las aportaciones de este río se complementaban con las del arroyo de San Martín, afluente del anterior por su margen izquierda. Para ello se construyó un azud de derivación en el arroyo y un canal de trasvase de cinco kilómetros que terminaba en la presa de Alcantarilla, enlazando ambos cauces.

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La traída de aguas a Toledo con acueducto.

A su vez, desde la presa de Alcantarilla partía de un canal de cuarenta kilómetros de longitud aproximadamente, que conducía el agua hasta Toledo, atravesando el río Tajo. Esta conducción suponía también un trasvase entre la cuenca del río Guajaraz y la del río Tajo, puesto que el núcleo de Toledo se ubicaba en la margen derecha del río Tajo.

La ciudad de Mérida

La traída de agua a la ciudad de Mérida se hacía mediante tres conducciones diferentes, dos de ellas con origen en sendos embalses: Porserpina y Cornalvo:

  • El embalse de Proserpina recogía las aportaciones del arroyo de la Albufera, sobre el que se ubica, así como las de su afluente, el arroyo Adelfas, mediante un pequeño canal de 3,5 km de longitud.
  • La conducción que partía del embalse de Cornalvo, situado sobre el río Albarregas, incorporaba en su recorrido las aguas captadas en el vecino valle del Borbollón. Ambas presas llevaban asociados, por tanto, dos pequeños trasvases.
  • Aparece un nuevo acueducto, el de San Lázaro cuya finalidad es el abastecimiento de los barrios extramuros de la ciudad.

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Acueducto de los Milagros en Mérida.

La ciudad de Cádiz

Cádiz se abastecía del manantial de Tempul, en la cuenca del Guadalete, a orillas del actual embalse de Guadalcacín, uno de los que suministra agua al área gaditana. El agua era conducida hasta la población a través de una tubería de 75 km que constituía un trasvase entre dos cuencas integradas dentro del ámbito del río Guadalquivir, la del río Guadalete y la costa noroeste de Cádiz. Se trata de un trasvase de aguas de origen subterráneo a través de la conducción más larga de origen romano en la península Ibérica.

La ciudad de Granada

El abastecimiento de la ciudad de Granada se realiza con el agua que procede de la fuente de Deifontes, en la cuenca del río Cubillas, en el que desembocan las aguas del manantial mencionado. La ciudad se encuentra asentada en la cuenca del río Darro, afluente del Genil, al que también da sus aguas el río Cubillas, aguas abajo de Granada. En consecuencia, se trata de un trasvase que tiene una longitud aproximada de diez kilómetros.

La ciudad de Itálica

La ciudad Itálica, cerca de la ciudad de Sevilla, recibía el agua mediante una conducción que suponía un trasvase en el ámbito del río Guadalquivir. El trazado inicial partía de manantiales próximos a las fuentes del río Guadiamar y concluía en la ciudad, a orillas del río Guadalquivir, donde se bifurcaba en dos ramales.

Esta primera conducción, que era del siglo I d.C., tuvo que ser reforzada con otra que añadía agua de las Fuentes de Tejada. Tenía ésta una longitud de 37 kilómetros salvando numerosos accidentes topográficos, como demuestran los 17 km de obra subterránea o los cuatro km sobre arcadas. Destaca el cruce de los ríos Agrio, del arroyo de los Frailes y del Guadiamar.

El acueducto adicional, el de Baelo, alcanzaba la ciudad por el este y aportaba un volumen de 6.000 m3 al día. Este volumen hace suponer que no se destinaba en exclusiva al consumo humano, sino también a las industrias de salazón de pescado.

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Restos del acueducto de Cádiz.

La ciudad de Córdoba

Se abastecía a través de Valdepuentes, que conducía aguas captadas en fuentes de la sierra que vertían naturalmente al arroyo Bejarano, que fluye hacia el río Guadiato, afluente del Guadalquivir por su margen derecha. Se trata, por tanto, de una transferencia entre la cuenca del río Guadiato y la asociada directamente al cauce principal del río Guadalquivir, río que atraviesa la ciudad.

La captación de aguas se efectuaba mediante un pequeño azud. La conducción se completó con una segunda captación en la vertiente sur de la Sierra, que vierte directamente en el río Guadalquivir. La longitud aproximada era de quince kilómetros, bifurcándose en dos ramales al acercarse a Córdoba.

EL ACUEDUCTO DE SEGOVIA

Su fecha de construcción no se sabe con seguridad, ya que no quedan inscripciones claras ni documentación para certificar el origen de su construcción con seguridad. Se le ha atribuido a la época del emperador Trajano, a Claudio, a Nerva o a Domiciano. Lo que parece seguro es que su construcción es de finales del siglo I d. C. o inicios del siglo II d. C.

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El acueducto captaba el agua en el arroyo de La Acebeda, que se transforma después en el río Frío, situado a dieciocho kilómetros de la Segovia romana. Se traslada el agua a través de un canal de 0,3 m de ancho y 0,3 metros de profundidad, discurriendo a cielo abierto hasta el pinar de Balsaín, donde se entierra hasta llegar a su primer filtro de arena.

Desde ese punto, el cauce se eleva sobre un muro, del que casi no quedan rastro hoy en día, y desemboca en un segundo depósito de decantación. Éste está protegido por una saeta rectangular de 7,7 metros por 4,8 metros de panta con una bóveda de cañón ligeramente apuntada. El estanque interior mide 4,3 metros por 2,2 metros de planta y 2,6 metros de profundidad. Su construcción está formada por seis hileras de sillares.

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De este segundo depósito sale la conducción elevada que es conocida en todo el mundo. Está compuesta de 166 arcos de medio punto, 68 sencillos y 44 dobles superpuestos y su longitud total es de 638 metros.

El trazado de esta sección no es recto, tiene varias partes que varían su dirección.

  •  La primera es de 65 metros y consta de seis arcos de hasta siete metros de altura.
  • La segunda mide 159 metros con 25 arcos de hasta ocho metros.
  • La última es la parte más conocida y está compuesta por 43 arcos dobles y dos sencillos, el primero y el último. Las luces de los superiores son ligeramente más amplios, de unos 5,1 metros. Esta arquería termina en la muralla.

Desde ahí hasta el depósito general existían nueve arcos sencillos, de los cuales solo quedan cuatro. El acueducto mide en la parte más elevada veintinueve metros. Es en este punto donde se encuentra el espacio destinado a la inscripción, que mide dieciséis metros de largo por dos de alto. En su lado occidental se ha inscripto lo siguiente:

“Imp nervae trainus caes age germ p m tr II patriae ivssv p mvmmivs mvmmiannvs et p fabius Taurus IIvIrI mvnic fl segoviesium aquam restitverunt”.

En esta parte del acueducto se aprecia el sistema constructivo de los pilares. En su base, la planta mide tres metros por 2,5 metros pasando a ser de 2,5 metros por 1,8 en su zona final. Los escalones sucesivos miden 3,6 metros de altura, menos el último que es de 5,1 metros. En cada uno de ellos, el pilar disminuye en 0,3 metros y es rematado por una cornisa.

Acueducto de Segovia con la iglesia de El Salvador al fondo y con las plazas de la Artillería a la izquierda y del Azoguejo a la derecha, Castilla León, España.

El trazado de esta sección elevada no es recto y tiene varias partes que varían su dirección. Los pilares de planta rectangular no son uniformes en sus medidas, variando de dos a tres metros por tres a cuatro. Igualmente, las luces de los arcos son variables de cuatro a seis metros.

La construcción es de sillares de granito, la conocida piedra berroqueña, labrados toscamente y colocados en seco, esto es, a hueso, en un número aproximado de 25.000 sillares. El ático es de mampostería y en su interior se encuentra el canal, rodeado de hormigón romano e impermeabilizado con opus signinum.

Hace unos pocos años se han realizado importantes acciones de restauración y conservación de este monumento Patrimonio de la Humanidad.

Segovia y sus arrabales se surten de agua mediante el acueducto romano, y donde se organiza una complicada infraestructura que consta de tres partes:

  • Tiene un canal de quince kilómetros que desemboca en la llamada casa del agua.
  • Una gran arcada de piedra cerrada y cubierta donde el agua se serenaba.
  • El acueducto recoge el agua mediante un canal cubierto y que la deposita en las arquetas.

Los fueros y las ordenanzas de Segovia siguen preocupadas en preservar la integridad de aguas, presas y canales para evitar el deterioro de la actividad molinera.

La escasez de agua obliga a Segovia a establecer un rígido reparto de agua mediante ordenanzas en el siglo XV, que provoca fuertes enfrentamientos debido a los abusos que se daban en el reparto del agua.

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ANDELOS

El yacimiento de Andelos está situado en el término de Mendigorría en Navarra, en las cercanías del río Arga. Situación que le ubica en un cruce de caminos de una vía secundaria que procediendo de la Rioja llega a Jaca.

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Ruinas romanas de Andelos

Es un lugar muy romanizado ya en el siglo I a.C. y consigue su mayor esplendor en los siglos I y II d. C. Como ciudad tiene una estructura similar a las ciudades romanas clásicas. Se encuentra amurallada con torres de vigilancia y trazada sobre dos ejes perpendiculares, el kardo y el decumano. Se completa su urbanización con gran cantidad de insulaes y domus particulares, lo que viene a demostrar el gran desarrollo alcanzado por Andelos.

Lo más característico de Andelos es su sistema de abastecimiento de agua mediante una presa de 102 metros de longitud, siete metros de altura máxima y nueve contrafuertes que contenía un depósito de agua de 85x37 metros con una capacidad de unos 7.500 metros cúbicos, que suministraba agua al castellum aquae de la ciudad a través de un acueducto de más de 700 metros de longitud y del que apenas queda el inicio y los cimientos de sus 52 arcos. Este sistema hidráulico estuvo en uso hasta el siglo IV.

Destaca la presa de Iturrandiz, en el barranco de San Pedro, que es un afluente del río Arga por su margen derecha, de la que partía una conducción que abastecía la ciudad romana de Andelos, y que tenía una longitud de tres kilómetros.

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EL ACUEDUCTO DE LAS FERRERAS EN TARRACO

Este acueducto se construyó para abastecer de agua a la ciudad de Tarraco. Desde el río Gáva, situado a 92 metros de altitud sobre el nivel del mar, se realizaron una serie de canales construidos en trincheras o subterráneos según el terreno.

Descendía por el valle del río Francolí con unos 25 kilómetros de canales y acababan descendiendo hasta Tarraco a la que suministraban agua. Una vez en la ciudad se dividía en dos ramales, uno para la zona vieja de la ciudad y otro para la nueva.

Destaca de esta obra hidráulica el paso por el barranco de las Ferreras. Se realiza un conjunto de arquerías para el soporte de la conducción de agua que medía unos 215 metros de largo por 26 metros de máxima altura. Su fábrica es de opus quadrata, sillares rectangulares ligeramente almohadillados y colocados en seco sin argamasa.

Es una obra de características técnicas notables. Se componía de dos órdenes de arquerías, la superior de 25 arcos y la inferior con once. La distancia entre los ejes de los pilares es de ocho metros dando una luz de arcos entre los 5, 9 y 6,4 metros. Ambas arquerías están culminadas por unas cornisas de la misma anchura que las hiladas de los sillares.

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En la arquería inferior, los pilares de apoyo de los arcos, tienen unas hileras de sillares escalonados que hacen de estas pirámides truncadas, coronadas por cornisas perimetrales de sección rectangular, del ancho del sillar.

Los arcos se forman mediante veintiuna dovelas y produce bóvedas de 1,85 metros, siendo para dar más fortaleza estructural, las dovelas de arranque comunes para los dos arcos consecutivos. En ocasiones, las segundas dovelas se juntan, siendo así, que el tímpano es escaso, de cuatro o cinco filas de sillares.

La construcción de los arcos superiores alineados con los inferiores, es similar a los del primer orden, diferenciándose en que los pilares son prismas rectangulares, no troncos de pirámide.

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Sobre esta última arquería se sitúa la conducción, es specus entre dos paredes de mampostería enlucida, del que nos quedan sectores con su pavimento original de opus signimun.

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LAS MÉDULAS LEONESAS

Situada al sur de la ciudad leonesa de Ponferrada, era una explotación que requería grandes cantidades de agua que se usaba como elemento erosivo.

Las Médulas es un yacimiento aurífero de tipo secundario, que significa que el oro no se encuentra en filones o en las rocas. Se trata de un aluvión de la época del Mioceno, formado por conglomerados a base de cantos rodados y arenas o arcillas.

La cantidad de oro extraído por los romanos ha sido uno de los aspectos más discutidos. Las últimas investigaciones nos dicen que se removieron unos cien millones de metros cúbicos de aluvión, lo que significaría que el oro obtenido no alcanzó cifras muy elevadas. El momento de mayor apogeo de la explotación se habría producido en la época del emperador Trajano, a finales del siglo I e inicios del siglo II d. C.

El declive de la zona comienza en el año 150 d. C. y se termina su explotación a finales del siglo III, coincidiendo con las luchas internas por el poder en Roma. Los últimos estudios relacionan la explotación del oro de las Médulas con la creación por parte de Augusto de un sistema monetario basado en el oro.

La llegada de los romanos significó la introducción de sistemas de explotación más avanzados que la técnica empleada por los satures que consistía en el cribado de las arenas de los ríos.

El método de ruina montiun o arrugia, descrito por Plinio es un sistema de explotación extensivo que fue el empleado de forma mayoritaria en Las Médulas. El agua se canaliza desde el nacimiento de los ríos y arroyos transportándola a depósitos situados en la parte alta de la montaña hasta llenarlos.

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La llegada de los romanos significó la introducción de sistemas de explotación más avanzados que la técnica empleada por los satures que consistía en el cribado de las arenas de los ríos.

El método de ruina montiun o arrugia, descrito por Plinio es un sistema de explotación extensivo que fue el empleado de forma mayoritaria en Las Médulas. El agua se canaliza desde el nacimiento de los ríos y arroyos transportándola a depósitos situados en la parte alta de la montaña hasta llenarlos.

Se trazó una extensa red de canales con más de cien kilómetros y algunos alcanzaban la capacidad de 0,6 m3/s. El caudal se tomaba fundamentalmente del río Cabrera y de sus afluentes en la cuenca del río Sil.

También se trajo agua desde la cuenca del río Duero, desde la cabecera del Ería, afluente del río Lerma por su margen derecha. El sistema de Las Médulas requiere la construcción de túneles como el de Montefurado, con una longitud de cien metros por veinte de alto y catorce de ancho.

En el momento oportuno se soltaba el agua y a su paso por las galerías abiertas en las montañas se conseguía una fuerte erosión y el derrumbamiento de las masas aluviales. La fuerza hidráulica continuaba actuando, tras el derrumbe, arrastrando la masa hacia los canales de lavado, denominado agogae.

Los estériles más gruesos se eliminaban antes de penetrar en los canales, esto explicaría los enormes montones de cantos rodados denominados murias que se dan en todo el entorno, y los estériles más finos se encauzaban por los canales de evacuación hacia los conos de deyección de estériles o colas de lavado.

Los agogae, según Plinio, estaban hechos con gradas y cubiertas de tojo. Decía: “El arbusto es semejante al romero, áspero y capaz de retener el oro. Cierran los laterales con tablas y depositan estos matojos en sus escaleras. Se hallan así masas que pesan más de diez libras. Después el tojo se quema, lavándose su ceniza sobre su césped de hierba abundante para que allí se retenga el oro”.

El paso previo para que la montaña se viniera abajo era la excavación de galerías interiores que requerían técnicos cualificados. Se han estudiado dos galerías interiores que se encontraban en proceso de excavación en el momento de abandonar la explotación.

Tras analizarlas se ve que las dimensiones que presentaban antes de ser sometidas a la erosión continuada del agua variaba entre 1 metro y 1,90 metros de altura y entre un metro y 1,50 de anchura. La forma ovalada de los túneles pretendía conseguir la estabilidad durante la excavación, a la vez que resistencia, para que se produjeran amplías secciones antes de llegar al desplome de los aluviones.

Resulta sorprendente que los romanos ya aplicaran un principio físico que no se enunciaría hasta el siglo XVIII, al trazar las galerías con sucesivos ensanchamientos y estrechamientos conseguían disminuir la velocidad del avance del agua con un inmediato aumento de la presión. El resultado final es la creación de un auténtico laberinto en las entrañas de la montaña.

Se excavaba primero un túnel principal a partir del cual se iban abriendo otras galerías secundarias que desembocaban en el primero. El ruina montium se alternó en otros sectores con sistemas basados simplemente en la fuerza erosiva y de arrastre del agua arrojada desde depósitos situados en lo alto de los frentes de explotación.

En diferentes puntos situados al norte y al oeste del pueblo de Las Médulas se aplicaron sistemas de explotación selectivos, exclusivamente sobre los niveles más ricos del aluvión.

La explotación de Las Médulas tal como se realizó no hubiera sido posible sin agua en abundancia. Los romanos construyeron una infraestructura hidráulica de gran envergadura basada en una red de canales, que captaban el agua en el nacimiento de los ríos y arroyos existentes en las vertientes septentrionales y meridionales de los Montes Aquilianos. Se llegó incluso a trasvasar agua de la cuenca del Duero a la del Sil.

En total hay 325 kilómetros de canalización, excavada en su mayor parte sobre la roca, por la que se conducía el agua hasta los depósitos de distribución y explotación.

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Al norte de la ciudad de Ponferrada se encuentra otro sistema parecido al de Las Médulas como son los canales de Castropodame. Es un sistema hidráulico que data del siglo I d. C. Su finalidad era la explotación de yacimientos de oro en Castropodame.

Los canales enlazaban cuencas diferentes de arroyos que eran afluentes del río Baeza, a su vez afluente del río Sil por su margen izquierda. La longitud total de los canales que conducían agua hasta la explotación era de unos 45 kilómetros.

LAS OBRAS HIDRÁULICAS DE LA CIUDAD DE BILBILIS

Bilbilis fue una ciudad romana de tipo medio y que llegó a tener unos 4.000 habitantes. Las recientes excavaciones nos han permitido conocer como era su sistema de agua, que resulta muy interesante. Me centraré en dos aspectos, sus termas y las cisternas.

Las termas bilbilitanas

Actualmente se encuentran protegidas de las inclemencias del tiempo por una cubierta de estructura metálica y techo de plástico transparente, estando situadas en la parte media alta de la ciudad. Asentadas en una ladera y rodeadas por varias cisternas que las abastecían de agua, junto con los canales de desagüe, las vulgares cloacas, con las que estaban dotadas, conservan la totalidad de sus estancias principales.

Este conjunto pertenece a la época imperial temprana, tuvo al menos tres fases de utilización. Las dos primeras corresponderían al siglo I d. C. al quedar pronto insuficiente la edificación original. Esto originó que las estancias se ampliasen en espacio y que se debiera modificar el recorrido y parte de las instalaciones de calefacción y agua caliente.

Estaban decoradas con conjuntos pictóricos de gran calidad, realizados como sabemos por un equipo de pintores itálicos que recorrieron varios lugares del Valle del Ebro, Bilbilis, Arcóbriga, etc. para luego pasar a la Meseta. Éstos dejaron huella de su paso en conjuntos excelentes, destacando el de Bilbilis tanto por la variedad de sus composiciones como por los materiales empleados.

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La ciudad del Bilbilis.

Las salas de estas termas disponen:

  • Abastecimiento de agua y calefacción.
  • Lugares para dejar la ropa y las pertenencias personales,
  • Dispone de piscinas de agua caliente y fría, una schola labrum junto al caldarium.
  • Letrinas.
  • Otras dependencias, nos muestran las comodidades con que los provinciales supieron dotar de inmediato a sus localidades, así como la capacidad económica para llevar a cabo el esfuerzo.

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Termas de Bilbilis.

El abastecimiento de agua: las cisternas

Parece descartada la existencia de un acueducto, siendo las únicas soluciones posibles el aprovechamiento del agua de lluvia, el acarreo de agua con animales desde el río Jalón y, sobre todo, la explotación de las corrientes o acuíferos subterráneos mediante pozos y su posterior almacenamiento.

La solución empleada fue la utilizada en tantas otras ciudades romanas, como eran las cisternas y se conocen sesenta y dos que presentan diversos tipos, siendo posible la construcción de alguna de ellas después de costosas obras de adaptación del terreno, presentando sólidos muros de opus caementicium, revestidos exteriormente de muros de sillarejo.

Bilbilis resolvió el problema del abastecimiento y distribución del agua mediante la ejecución de una tupida y compleja red de cisternas comunicadas entre sí mediante tuberías de plomo o cerámica, estableciéndose en algunos casos mediante vasos comunicantes.

Se aprecia la existencia de una regularidad en la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad.

Su ubicación en el yacimiento no parece arbitraria ya que su mayor densidad en unos sectores de la ciudad frente a otros, coincide con las zonas de mayor población, y por lo tanto con mayores necesidades, pudiéndose apreciar cómo cada una de ellas se encargaría del suministro de agua a un número concreto y determinado de viviendas.

Hasta época bien reciente, alguna de estas cisternas todavía almacenaban agua, como en el caso del denominado “aljibe de los moros” o “la fuente del pastor”, también conocida como “la fuente del maestro” por ser un punto tradicional de merienda durante las excursiones escolares.

Su construcción en la zona de conexión de las laderas de los cerros de Bámbola y San Paterno la convertían en una pieza importante en la red de abastecimiento de la ciudad.

El elevado número de cisternas construidas generó una amplia variedad tipológica. Podemos encontrar desde las más simples de planta rectangular con cubierta plana o abovedada, hasta las más complejas con compartimentaciones internas de muros o simples columnas, asemejándose a grandes salas subterráneas, presentando otras varios pisos y alturas para facilitar de esta manera la decantación del agua y la deposición de los lodos, etc.

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El resultado final es una serie de edificaciones de gran consistencia y solidez que han perdurado muchas de ellas en pie, al ser empleadas como meras casetas de aperos de los agricultores que explotaban los bancales o bien refugios para los pastores.

La cisterna mejor conservada de todas ellas es la que posteriormente se convirtió en ermita de San Paterno, patrono de Huérmeda, perfectamente visible desde la ciudad.

La ausencia de cisternas por encima de los 660 m de altitud parece indicar la cota que alcanzó el urbanismo de la ciudad, reservándose el resto, como en el caso de la planicie de entre 700 y 711 metros de altitud y que se encuentra situada en la cima del cerro de Bámbola, a recintos artesanales o viviendas marginales y estructuras vinculadas al recinto amurallado, asegurándose el agua mediante depósitos de agua procedentes de lluvia.

En cambio, todo el vértice de la ladera de San Paterno, desde los 610 m hasta los 650 m aparece salpicado de cisternas. Actualmente, se conocen dieciocho, estando entre ellas las de mayor volumen de almacén de cuantas conocemos, lo que indica la densa trama urbana de esta zona de la ciudad que se extendía hasta el denominado Barranco de los Sillares que discurre hasta el río Jalón.

El resto de las cisternas se distribuían en torno a la zona central de la ciudad, adaptándose a las distintas curvas de nivel de la ladera occidental de Bámbola y la oriental de San Paterno, estableciéndose un complejo entramado que aseguraba la distribución del agua a viviendas, fuentes y ninfeos.

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Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad.

Con las informaciones disponibles por el momento podemos determinar cómo fueron las reformas urbanas de Augusto cuando se comienza la construcción de una buena parte de este sistema hidráulico, fundamentalmente las ubicadas en la parte central y media de la ciudad.

Las siguientes obras estarán vinculadas al desarrollo urbano de Bilbilis y a la expansión de la zona urbana durante el siglo I d. C. e inicios del II d. C., especialmente durante la época Flavia en el que la ciudad presenta un segundo desarrollo urbano.

Los datos aportados de la ciudad de Bilbilis se corresponden al trabajo realizado por Manuel Martín-Bueno y J. Carlos Sáenz Preciado.

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