sábado. 20.04.2024
Isla de Robinson Crusoe

Después de inspeccionar la isla, el náufrago Robinson Crusoe comprendió que se hallaba en una isla desierta.

Pasó mucho sufrimiento hasta que aceptó que probablemente iba a pasar el resto de su vida alejado de la civilización y completamente solo.

Sin embargo, la cosa todavía podía ponerse peor, puesto que pronto descubriría que la isla era visitada a menudo por una tribu caníbal que la utilizaba para sus festines y rituales. Entonces, un día observó algo que dicho de una manera suave era una flagrante violación de los derechos humanos.

En otras palabras, los caníbales se disponían a comerse vivo a un miembro de color de otra tribu. Robinson lo logra salvar y se convierte en su compañero, a partir de entonces lo convertirá al cristianismo y lo llamará Viernes.

Hasta el momento el náufrago ha logrado mantener su fe en Dios. Por supuesto Robinson echaba de menos mucho la civilización y todas sus comodidades. Hasta entonces, todo sucedió tal como lo cuenta en su novela en gran escritor Daniel Dafoe, no obstante, aquel día ocurrió un incidente disruptivo que a todas luces lo cambiará todo.

En el horizonte, apareció la silueta de un enorme carguero de gas licuado. Naturalmente Robinson al principio no conseguía salir de su asombro, pero cuando recuperó el control de sí mismo se dispuso a encender una hoguera en el promontorio más alto de la isla. No era necesario. De hecho, el asombro fue a más cuando un gran helicóptero fue descendiendo desde el cielo hasta posarse con mucha destreza justo en un claro del promontorio.

Del aparato descendieron inmediatamente ataviados con una especie de túnica llamada: thawb, thobe o traud. Por supuesto que en sus cabezas llevaban una tela llamada gutra. Uno de ellos en sus manos portaba un enorme maletín.

―Salam aleikum ―dijo uno de ellos.

Va-aleikum As-salaam―respondió Robinson.

Señor Crusoe, hemos venido a amenizarte un poco la estancia en esta isla desierta―añadió el otro entregándole un móvil de última generación.

―¿Quiénes son ustedes?

―Formamos parte del Departamento de Asimilación Cultural del Gobierno de Qatar. Usted ha sido seleccionado para hacer más fácil a los occidentales el inevitable proceso más amplio, en el que se incluye el nuevo imperialismo ruso y la nueva democracia china. El resultado será la orientalización de la economía. En otras palabras, les vamos a colonizar con vuestra propia cultura.

―¿En serio?

―Tiene que pasar cuanto antes una revisión médica. A partir de ahora dispone de seguro privado. El viernes vendrán los dentistas, los cirujanos de medicina estética y los nutricionistas .

―¿Y los sacerdotes? Necesito urgentemente hablar con un sacerdote para que me oriente en este momento de dolor y duda.

―Tome este maletín hay aproximadamente un millón de euros. Ahora nuestros operarios van descargar un todoterreno para que se mueva por las partes llanas de la isla. Mañana vendrán nuestros obreros de Indonesia y en una semana te habrán hecho un gran Loft con todas las comodidades para que puedan vivir mejor hasta que finalice el mundial de fútbol.

―Eso es un soborno.

―Este otro maletín es para su compañero Viernes.

―¿Y qué vamos a hacer con tanto dinero en mitad de una isla desierta?

―No lo sabemos. Los políticos suelen aceptarlos y como son un reflejo de la sociedad hemos pensado que ustedes también deben ser corruptos.

―¿Y qué tenemos que hacer?―preguntó Crusoe.

―A cambio solo tenéis que ver en el móvil la final de fútbol del mundial de Qatar y cuando os rescatemos, escribir en una página web para contar las bondades de nuestro país.

―¿Por qué os centráis en la política, en la economía y en el deporte, y no en otros aspectos más críticos de nuestra cultura, como la literatura?―preguntó Robinson Crusoe

―Nos interesa el poder y el fútbol no tiene pensamiento crítico. Por fortuna llega a mucho más público que los libros.

―Entonces no veré ningún partido. Todos los que vean el mundial, en cierto modo estarán siendo manipulados por ustedes ―dijo Viernes.

―Recuerden que tienen que estar veintiocho años aquí.

―¿Veintiocho años?―dijeron ambos al unísono.

―Queremos cambiar el argumentos de vuestra novela. Si aceptan nuestra propuesta, cuando acabe el mundial serán trasladados de forma secreta a uno de nuestros complejos de lujo en Loja.

Entonces los dos hombres se subieron de nuevo en el helicóptero y el aparato se elevó en el cielo con la misma destreza que había descendido. Hay que señalar que mientras tanto, disfrutaron de algunas impresionantes fiestas privadas que tuvieron lugar entonces en la isla. En ella tocaron para diferentes personalidades, grandes personalidades de moda, e incluso fue visitada por miembros de parlamento europeo.

Sin embargo, cuando llegó el día señalado, ambos decidieron declinar la oferta y continuar los veintiocho años de rigor en aquella isla desierta. No obstante, cuando volvieron a la civilización tuvieron que ir a un psicólogo especializado en adicciones de políticos y reyes, para aprender a vivir sin una tarjeta Black. ¿Por qué? Aquellos personajes de ficción en el fondo eran insobornables, pero sus tentaciones habían estado a punto de cambar el sentido moral de su novela.

Por fortuna, en la primera entrevista literaria que le hicieron los periodistas occidentales, ambos dijeron que preferían volver al aislamiento ético de su isla desierta, esta vez en mitad de una democracia occidental que se asomaba al abismo, pero contar la verdad: Qatar es una rica dictadura que ha comprado diferentes instituciones para organizar el mundial.

Sin embargo, apenas nadie habla de lo que hace con el dinero que obtiene al ser uno de los principales beneficiarios de la guerra de Ucrania.

Pacto en la sombra: el poder blando de Qatar en contra de las democracias occidentales