viernes. 26.04.2024
ogino-knaus
Kyusako Ogino y Hermann Knaus.

“El uso de la esterilidad temporal natural, según el método Ogino-Knaus, no viola el orden natural, como la práctica más arriba descrita (el uso del preservativo), puesto que las relaciones conyugales responden a la voluntad del Creador. Cuando este método de Ogino-Knaus es utilizado por motivos seriamente proporcionados (y las indicaciones de tipo eugenésico pueden tener un carácter grave), se justifica moralmente”.

(Discurso de Pío XII al VII congreso de la sociedad internacional de Hematología,12 de septiembre de 1958).


OGINO-KNAUS- FERTIL NO FERTIL

Método de Ogino en España

lucenay control natalidad 2Lo habitual es señalar que las mujeres españolas tuvieron escaso conocimiento de los posibles métodos anticonceptivos. Menos mal que conocieron el preservativo. Y que, como decía el republicano doctor Ángel Martin de Lucenay en su libro/folleto El control de natalidad, en el capítulo dedicado al empleo de los contraceptivos, “indudablemente, es el medio más seguro y cómodo de evitar el embarazo y el que se emplea en todo el mundo por los anticoncepcionistas” (Temas sexuales, El control de natalidad, Editorial Fénix, Madrid 1932).

Pero, como se ha dicho, no era un pensamiento con el que estuvieran de acuerdo la mayoría de los médicos, ni muchos matrimonios, pues su uso se asociaba con la prostitución.

El método Ogino fue desarrollado en 1924 por Kyusako Ogino y perfeccionado en 1928 por el austríaco Hermann Knaus. Para el médico japonés, el periodo de concepción se encontraba entre los días doce y diecinueve antes de la menstruación y, según Knaus, la ovulación tenía lugar quince días antes de la aparición de la menstruación, de forma que el período fértil correspondía a este mismo período de ovulación. En principio, porque luego vendrían los desacuerdos entre quienes eran partidarios del método, demostrándose así la inexactitud a la hora de fijar días fértiles e infecundos.

Si se tiene en cuenta que en la década de 1920-1930 se produce por parte de los eugenistas una gran movilización social en pro de la Educación e Higiene Sexual, reivindicando el control de natalidad con el fin de evitar la tasa de mortalidad infantil, el aborto y el infanticidio, resulta increíble que la prensa española tardase tantos años en dar cuenta periodística y científica de la propuesta de Ogino.

doctor oguinoFue en 1926 cuando la revista nada pacata Mundo Gráfico (22.12.1926) insertó la publicidad telegráfica de un libro de un tal doctor Ogino, apremiando a leerlo a “matrimonios, médicos, abogados y moralistas”. Llevaba por título Matrimonio. Embarazo. Parto Feliz, editado por R. Duran i Alsina, Barcelona,1926.

A pesar de ello, los libros sobre el método Ogino ni se prodigaron como las setas, ni se debatió su oferta, a pesar de que para algunos fue la mayor propuesta de revolución sexual. En 1930, el único libro que hemos constatado en la publicidad de los periódicos fue el del holandés Raoul de Guchteneere titulado La limitación de la natalidad, cuya edición coincidió con la encíclica Casti Connubii de Pío XI, favorable al método de Ogino, por razones morales compatibles con el dogma católico.

MUNDO GRAFICO. 22.12.1926. OGINO

LIMITACION NATALIDAD.RAOUL COLOREn España, Ogino comenzó a divulgarse gracias a la revista libertaria Estudios a partir de 1934, que discutió y describió el método, y fue al año siguiente, en 1935, cuando, entonces, los libros y artículos se divulgaron. Su boom editorial se debió, en parte, al hecho de que dicho método naturista no era incompatible con la moral católica, lo que para gran cantidad de personas, creyentes sobre todo, pero no solo, era un serio aval.

Los periódicos conservadores e integristas se volcaron en alabar estas publicaciones, basándose más en su aspecto moral que en el científico, pues, a pesar de lo que se afirmaba, el método oginista dejaba muchos agujeros por taponar. En cambio, cuando el movimiento libertario describa el método Ogino y algunos de sus miembros lo defiendan, no todos, no lo harán basándose en criterios de moralidad, sino en datos objetivos proporcionados por el conocimiento científico.

CARAS Y CARETAS. 2.2.1935, OGINO

En febrero de 1935, la revista argentina Caras y Caretas se hizo eco del libro El problema de los hijos, del argentino Armando Zavala Sáenz. Fue subtitulado como “Método moral y científico para evitar la fecundación”. Moral y científico, ¡qué más se podía pedir! Observaba el crítico que en “este interesantísimo libro se expone por vez primera entre nosotros, con la debida amplitud que requiere la difusión popular, el interesante método de Ogino y la comprobación del doctor Smulders. Un problema de palpitante actualidad encarando con valentía, conocimiento y loable deseo de atenuar los padecimientos y también las preocupaciones materiales del hombre” (2.2.1935).

Del hombre. Todo un detalle.

Veamos, ahora, cómo afrontó la derecha española el método de Ogino.

Luis Araujo Costa

Luis-Araujo-CostaAraujo fue un publicista antisemita furibundo, en cuyas publicaciones utilizó muchos de los argumentos falsarios de los Protocolos de Sion, acentuando el carácter hipócrita y farisaico de la raza judía. A pesar de su racismo notable, tuvo la consideración de “hombre comprensivo y caballeroso”, según la necrológica que le dedicó ABC en 1956. Fue colaborador habitual del periódico La Época, órgano del Partido Conservador. También de la revista Acción Española, de ideología católica monárquica. Entre los que financiaban la publicación figuraba el empresario balear Juan March.

Ya en 1925 se había estrenado escribiendo contra la eugenesia, cuestionando el contenido del libro de Eugenio Tarragato y Contreras, titulado El divorcio en las legislaciones comparados.

tarragatoAraujo decía que convenía conocer las teorías del exterior, pero “guardémonos mucho del veneno que el volumen encierra para el bienestar social. No respiremos los miasmas que el autor ha traído de Alemania y que chocan y son ajenos a nuestra condición del pueblo latino. La iglesia ha condenado el pragmatismo y el modernismo en la encíclica Pascendi. La doctrina tradicional del matrimonio indisoluble es indiscutible. Hay que cerrar de golpe y para siempre esa caja de Pandora que llaman el divorcio en cuanto al vínculo y que algunos quieren abrir en nuestra patria”. Concluía su alegato contra el divorcio de este modo: “Cuanto más fuertes y robustas sean la sociedad y la familia, mejor se combatirán los motivos patológicos que se oponen a la eugenesia, y más sanas en lo moral y en lo físico han de producirse las generaciones” (La Época, 31.1.1925).

Poco le importó a Araujo que el método Ogino viniera del lejano Oriente de manos de un japonés para aceptarlo con suma complacencia, pues, según sus palabras, “satisfacía la conciliación de médicos y las exigencias económicas de ciertos matrimonios con la más pura moral católica y un criterio sobre el caso en perfecta armonía con la ortodoxia”.

En un artículo titulado La limitación de la natalidad, bajo el epígrafe general de Ortodoxia y Moral (La Época, 9.4.1935), Araujo recordaba que la Iglesia condenaba todo método derivado del neo maltusianismo. ¿Por qué? Porque “los casados tienen la obligación de conservar el mundo de los vivientes racionales cooperando por vía de generación y a través de los tiempos a la obra creada, que sin cesar se renueva en lo que llaman los filósofos movimiento metafísico”. Y el hombre tan feliz por haberlo descubierto.

Afortunadamente, “este principio absoluto y fundamental de la moral católica, única verdadera, no queda burlado en ninguno de sus alcances con las doctrinas que admiten la limitación de la natalidad sin ofensa a la ortodoxia, a la reglas morales más seguras en la recta conciencia de los casados en su verdad y en su certeza”.

mayrandA continuación, Araujo se referirá a un folleto de 95 páginas titulado Un problème moral. La continence périodique dans le mariage suivant la méthode Ogino, del fraile dominico francés P. Mayrand que “reside y vende su libro en el convento de Santo Domingo de Coublevien para Voiron (Isère)”. “Explicando” el método Ogino, dirá Araujo que así “se llama un médico y ginecólogo japonés que continuando las investigaciones de Capellmann, Antonelli y Knaus, ha podido fijar de una manera precisa cuáles son en la mujer los días que fecundos y los días estériles.”

Añadirá que el holandés doctor Smulders ha desarrollado y justificado los descubrimientos del profesor japonés Ogino, pero sin indicar ninguno de esos desarrollos y justificaciones científicas. Pero no importaba. Lo que interesaba era recalcar que el método respetaba “la más pura ortodoxia y la moral del más exigente” -sin duda alguna- y, sobre todo, acentuar la tesis capital que Araujo formulaba de este modo: “no es pecado la continencia matrimonial en los días fecundos; tampoco puede ser pecado, ni alcanza la menor sombra de neomaltusianismo, el uso del matrimonio en los días estériles”.

A ello añadía, como garantía doctrinal del producto -entiéndase desde el lado moral-, los permisos de la orden de santo Domingo, el nihil obstat del censor diocesano Brunet; el imprimatur del obispo de Grenoble, Monseñor Alexandre Caillot y, por si fuera poco. la encíclica de su santidad el Papa reinante Pío XI Casti Connubii, según el texto citado en la página 76; y las opiniones favorables de los moralistas católicos. Solo faltaba el visto bueno de la Santísima Trinidad. Además, Araujo se preguntaba: “¿No es asimismo una seguridad, por si fueran pocas las anotadas, el hecho de vender la obra en un convento de Santo Domingo?”. Sin lugar a dudas. ¿Qué hubiera sucedido caso de vender el folleto en los burdeles del país? Una hecatombe.

onanismiComo se ve, autoridades religiosas por todos los flancos. ¿Y científicas? Ni una. Solo una fraseología que solo los muy creyentes podían aceptar sin pestañear, porque “la verdadera ciencia marcha siempre de acuerdo con la fe católica, que es verdad absoluta en cualesquiera de sus aspectos, formas disciplina, órdenes y distinciones, ya en lo especulativo, ya en lo práctico” (La Época, 9.4.1935).

Eran las mismas afirmaciones que defendía el jesuita Jaime Pujiula, quien no perdió la ocasión para defender el método Ogino Knaus entre los sacerdotes. En 1940, publicó Onanismi conjugalis remedia (Remedios conyugales del onanismo), obrita de 87 pp., escrita en latín, destinada a sus homólogos con bonete con la finalidad de alertar a sus feligreses sobre métodos anticonceptivos y la defensa del método Ogino-Knaus.

Juan Laguía Lliteras

LAGUIAEn julio, saldría a la palestra otro periodista, colaborador de La Nación, tan beligerante, integrista o más que Araujo. Juan Laguía Lliteras, carlista y cofundador de los Sindicatos Libres conocidos como los violentos. Para su desgracia, nada más empezar la guerra civil fue hecho prisionero por los republicados y asesinado en paradero desconocido.

Bajo el epígrafe “Temas de Gran Trascendencia, y el título “¡No seáis Parricidas!”, advertía de que “su información era de verdadero valor”. Pues, en su opinión, “las dificultades económicas estaban llevando a las familias a las abominables prácticas del maltusianismo con estragos morales que ponen espanto acerca del futuro de nuestra sociedad”. Nada se decía acerca del origen de esas dificultades monetarias. Seguro que la culpa la tenía el pecado original, el cual, según un conspicuo periodista navarro llamado Fradúe, “explicaba maravillosamente bien las desigualdades sociales”.

LA NACION, 2.7.1935. LAGUIA-MAYRAND

Y, menos mal, que “la Providencia divina tuvo en cuenta desde la eternidad todas las vicisitudes por las que había de pasar la sociedad humana para que nadie tuviera que caer en la aberración y en el crimen”. Una conclusión que no casaba muy bien con la premisa establecida, pues si Dios, dada su sapiencia, evitaba caer en esas lamentables aberraciones, ¿a qué quejarse de lo que no podía suceder?

A Laguía el método Ogino le parecía una de esas vicisitudes que la Providencia contemplaba en su omnisciente sabiduría, método divino sin par, porque, por fin, el matrimonio “en vez de los repugnantes y nefandos homicidios del maltusianismo, disponía de ¡la honesta, pulcra y digna continencia periódica durante los días de la ovulación mensual!”.

El hombre pretendía informar a los lectores sobre “el descubrimiento importantísimo del doctor Ogino, japonés y que defendían los doctores Smulders, en Holanda, el doctor Knaus en Austria, y el doctor de Guchtneere, en Bélgica, “sobre la carencia total de vitalidad genésica en los días que preceden y siguen a la ovulación. ¡Se echa de ver su importancia!”. Y, como quiera que el descubrimiento era avalado por la teología moral católica, tenía, por tanto, su aval científico. En definitiva, más importante que la base científica del método era la constatación de que este había sido tamizado por autoridades morales y teológicas, como las del jesuita José Reimer, el doctor católico Latz; el canónigo Coucke, este con la aprobación del cardenal Hayes. Así cualquiera.

No cabía, por tanto, más que regocijarse. La obra del sabio teólogo dominico P. Mayrand, impresa en veinte idiomas, era digna de que “se le dediquen unos cuantos reportajes pulcros”. Tan pulcros como transparentes de información científica. Laguía, como la mayoría de los comentaristas de derechas del citado método, era un mar de palabras en un desierto de ideas, pues sus conocimientos científicos de la materia eran nulos. O podía suceder que hablar del ciclo ovular era un asunto pornográfico, que no podía permitirse un periódico consagrado a alabar a Dios y a su sagrada familia.

Hay que decir que la presencia de estos libros en los escaparates de las librerías españolas tampoco movilizó a los médicos españoles, pues serán raras avis quienes afronten críticamente el método Ogino. Desde luego, no hubo ningún congreso, organizado por las más altas instancias, dedicado a desentrañar el meollo de la metodología de Ogino y compañía, como así lo había sido la eugenesia.

En el año 1935, solo he constatado un conferencia “oginista”, organizada por la Academia Médico Quirúrgica, bajo la presidencia del doctor Arredondo y dictada por el doctor Vital Aza, titulada “Método Ogino Smulders y fecundidad” (La Voz, 26.4.1935).

Idéntica noticia la proporcionaba el periódico El Sol. Título de la conferencia: “El método Ogino Smulders y fecundabilidad y la formación del almanaque y los días peligrosos para llegar a establecer la pertinencia periódica en relación con la esterilidad fisiológica femenina”. Luego añadía: “Este trabajo muestra el reverso de la continencia periódica en relación con la esterilidad ginecológica, esterilidad que en muchos casos se debe a causas modificables con la limitación de relaciones, sobre todo con la práctica de estas en los días que la mujer es fecunda” (El Sol, 9.5.1935). Palabras que, a buen seguro, necesitarían un traductor simultáneo para su comprensión.

Cabe destacar que el ginecólogo y tocólogo Vital Aza venía experimentando en su Clínica el método Ogino con distintas mujeres con el meritorio fin de comprobar su fiabilidad. Confesó que entre los diez casos de su clientela privada el método falló en dos casos, “mostrándose pesimista de sus resultados, a pesar de las rígidas normas de exactitud en que se funda” (Revista Médica Hondureña, “El Método Ogino Knaus”. Dr. Blanco Herrrera, 1935). Con el tiempo, los resultados confirmarían la visión pesimista del doctor Aza.  

El caso del libro Grave caso de conciencia

La derecha no cedió un ápice en su defensa del método Ogino y no desperdició cualquier ocasión para publicitar aquellos libros que lo ponderasen. Uno de estos fue el titulado: “Amor, matrimonio, familia. Grave caso de conciencia en el matrimonio Su solución por la continencia periódica conforme al método Ogino, escrito por el Rvdo. Dr. J. Mañá, Pbro., ex profesor de Teología y el Dr. E. Terrades, médico, ginecólogo (Ahora, 17.5.1935).

Periódicos netamente de derechas e integristas, como El Siglo Futuro y La Vanguardia, respectivamente, así como el centrista Ahora, no perdieron ocasión para hacer publicidad en sus páginas.

EL SIGLO FUTURO. 30.5.1935. OGINO

El Siglo Futuro

LAVANGUARDIA. 9.6.1935. MAÑA

La Vanguardia

Sin embargo, en el mes de octubre, aquel libro que tantos elogios había recibido de los periódicos anteriormente nombrados, sufriría un varapalo crítico como no se había visto hasta la fecha. Apareció en la Revista Ibero Americana que publicó un análisis crítico del citado libro -“Grave caso de conciencia en el matrimonio…”, debido al doctor Ogelidnam y con el título El Método de Ogino.

Lo más extraordinario del caso es que el doctor Ogelidnam, argentino, no era un ateo, ni un radical neomalthusiano como se verá, sino todo lo contrario.

REVISTA IBERO AMERICANA.

Primero, afirmaba que el estudio de las fases de esterilidad era antiquísimo, pero “nunca se había llegado a tanta exactitud matemática”, a pesar de que su autor había dicho: “yo no digo que mi teoría puede ser aplicada con certeza absoluta para prevenir todo embarazo”. A pesar de eso, y de lo que el propio doctor Terrades había dicho, el reverendo Mañá Alcoverro presentaba “el método Ogino como la solución que tiene el grave caso de conciencia en el matrimonio”.

El crítico argentino no se andaba con chiquitas y criticaba el hecho de otorgar la categoría siquiera de método al invento y “fundar en él el grandioso problema de la limitación o evitación de hijos dentro del dogma y de la moral católicos”, era una exageración sin fundamento. Era un oferta que estaba todavía muy lejos de haberse constituido en ciencia.

El crítico apoyaba al doctor Terrades cuando este decía: “Si bien es verdad que, no estando de acuerdo los diferentes investigadores, por carecer de actos objetivos sobre los tres puntos capitales en que se basa la teoría de Ogino, toda conclusión puede ser prematura”. Y matizando más esta declaración observará: “En el fututo, los días de esterilidad fisiológica de la mujeres es posible conocerlos. Y será un problema distinto en cada pareja, que solo después de un estudio detallado de ambos cónyuges podremos resolver, y aun así nosotros no nos atreveríamos a darle una seguridad absoluta”.

De forma sorprendente, calificará el libro de Mañá y de Terrades de “inmoral y de anticristiano”. Añadiendo: “Para los soviets puede constituir un ideal, pero dentro de la Iglesia no es tolerable y no son los presbíteros los encargados de divulgar esta enseñanza. Incita al placer sensual evitando las naturales consecuencias. Y es anticristiano porque se opone al principio fundamental para cuyo cumplimento el supremo Hacedor instituyó el matrimonio. Es una ofensa al dogma católico”. No solo eso. El libro puede ser un peligro social arriesgadísimo, toda vez que “su aplicación traerá la disminución en el número de hijos y seres útiles a la sociedad influyendo en el descenso de la natalidad y moralidad cristianas”.

Luego añadirá que no se entiende “cómo un teólogo moral se mete a tratar temas esencialmente médicos. Ningún penitente solicitará de un confesor que le instruya acerca de medios anticoncepcionales; irá al médico. Los médicos que no publicamos los medios de evitar la concepción más que de un modo secreto en cada caso particular y eligiendo el que nos parezca más seguro cuando existe una verdadera necesidad, porque peligra una vida o dos”. El ramalazo crítico final sería demoledor: “El libro tiene poca consistencia científica y puede resultar altamente perjudicial y determinar efectos totalmente opuestos a los que se han propuesto editor y autores”.

Ni el Opus Dei.

no matarásEn este mismo año, en la Revista Médica Hondureña, el doctor Blanco Herrera compartirá el fondo de la anterior crítica sin meterse a discutir la mermelada escurridiza de la moral. Más en concreto, su estudio se referirá al doctor Araya, también argentino, estudioso de la ovulación y menstruación, quien negaba certeza al método Ogino-Knaus. Araya, en su trabajo aparecido en 1935, afirmaba que “la conclusión de Ogino era errónea porque lo son las bases en que descansa”. Y ya vimos la opinión de Vital Aza en esta misma revista (Revista Médica Hondureña, “El Método Ogino Knaus”. Dr. Blanco Herrera, 1935).

La revista madrileña Contemporánea, correspondiente a enero junio de 1936, anunciaría en sus páginas el libro titulado Continencia periódica voluntaria en el matrimonio, del Dr. A. de Soroa y Pineda. Según la revista, “es un estudio concienzudo y atinado sobre la licitud de Método de Ogino”. Porque era “congruente con la moralidad católica”, no por razones científicas. En 1973, la editorial de Fuerza Nueva publicaría el “mismo libro” con el título bíblico No matarás. Anticoncepción. Aborto Criminal. Eutanasia. El prólogo iba a cuenta del Eminentísimo Señor Don Marcelo González Martín, cardenal arzobispo de Toledo, costumbre, esta de prologar libros sobre el aborto por parte de eminencias apostólicas, que se haría viral.

Sigue la racha de libros

En 1950, se publicaría el libro de Agenesia y fecundidad en el matrimonio, de J. E. Georg y una segunda edición en 1951 con el mismo título y un añadido, a saber, El control de los nacimientos mediante la continencia periódica, según el método Ogino Knaus, y cómo no, traducido por el presbítero José Zahonero Vivó.

Este sacerdote también publicaría en 1951 Sacerdotes Mártires. Archidiócesis Valentina 1936-199 (Editorial Marfil), prologado en este caso por el Obispo Marcelino Olaechea, que sabía mucho de esta materia, pues, cuando fue obispo de Pamplona, sería de los que justificase como pocos casquetes obispales la insurrección golpista elevándola a categoría de santa Cruzada en un memorable artículo: “No es una guerra, es una Cruzada” y prohibiendo a los sacerdotes -“Non licet”-, poyar al gobierno legítimo de la República.

Ya en 1959, la editorial Gustavo Gili Gaya, publicaría de Ulrico de Alchelburg, Método Ogino-Kanus (Esterilidad y fecundidad).

montaje ogino

Todo ello en consonancia con la Iglesia Católica, que básicamente había hecho de Ogino un invento particular de su cosecha. Ya lo dijo Pío XII: “Cuando este método es utilizado por motivos seriamente proporcionados (y las indicaciones de tipo eugenésico pueden tener un carácter grave), se justifica moralmente”.

Para cerrar esta enumeración de libros de la “derechona”, recordaré que en 1952 se publicó La natalidad dirigida, obra del doctor César Fernández Ruiz, quien ya había firmado El Aborto criminal. Hay que decir que lo mejor del libro será otro prólogo, escrito en esta ocasión por el obispo de Oviedo, Francisco Javier Lauzurica, y que este refrendaba así, no solo la Casti Connubii, sino, sobre todo, su ideología netamente franquista.

natalidad dirigida

Este jerarca eclesiástico fue quien sustituyó a Mateo Múgica como Administrador Apostólico de la Diócesis tras ser este desterrado de la diócesis de Vitoria por los golpistas. En su primera pastoral, Lauzurica dedicó a los diocesanos estas palabras: “Así mismo deseamos vuestra total incorporación al movimiento nacional, por ser defensor de los derechos de Dios, de la Iglesia Católica y de la Patria, que no es otra cosa que nuestra madre España”.

Y no dudó en afirmar: “Soy un general más a las órdenes del Generalísimo para aplastar al nacionalismo. Ya que no podemos vengarnos de los rojos huidos, nos vengaremos en las personas de sus familiares, de forma ejemplar”.

Lo que, retorciendo un tanto el significado del obispo, se podía decir que su consejo se podía entender como una manera ejemplar de aplicar el aborto con carácter retroactivo a todos aquellos que no comulgasen con la hostia consagrada del divino… caudillo de mierda. Un poco o un mucho en la línea de la eugenesia positiva a la española propuesta por el psiquiatra militar Vallejo Nájera, de infeliz memoria.

Y por fin, los Ovulistáticos

El primer anticonceptivo oral sintético se descubrió en 1951, gracias al estudiante de química, el mexicano Luis Miramontes, que trabajaba bajo las órdenes del austrohúngaro estadounidense Carl Djerassi y del húngaro mexicano George Rosenkrank.

La píldora se comercializó en el mercado norteamericano en 1960.

En España aterrizó en 1964 con el nombre de Anovial 21.

Mientras los laboratorios que lo distribuían en distintos países no se andaban con ambigüedades y eufemismos y trataban al Anovial como lo que era, un anticonceptivo, en España se anunciaba a los médicos como un producto que servía “para la terapéutica mediante el reposo transitorio del ovario”. Toda una delicia sintagmática para provocar insomnios metafóricos. Reposo transitorio del ovario. Ni un crucigrama de Fortuny.

Junto con estas indicaciones, se recomendaba la píldora en casos de “dismenorrea, esterilidad funcional, endometriosis e irregularidades del ciclo”. Toda una delicia farmacológica.

El porqué de tanto eufemismo estaba claro. La ley del 24 de enero de 1941 protegía de aquella manera la natalidad en contra del aborto y cualquier tipo de propaganda anticoncepcionista. Más todavía, la ley no se andaba con tapujos y castigaba la venta, divulgación y publicidad de “medios o procedimientos para evitar la procreación”.

anovial 21. 1En octubre de 1978, dos meses antes de la aprobación de la nueva Constitución, se autorizó oficialmente la venta del Anovial 21.

Para entonces, un millón de mujeres ya se habían acostumbrado a dicha píldora.

En el ínterin, las farmacéuticas burlaron, o lo intentaron, la legislación franquista, que prohibía expresamente el uso de la palabra anticonceptivo y, por supuesto, “evitar embarazos no deseados”. Para ello, se vieron obligados a ser más metafóricos que Flaubert utilizando expresiones como “estabilizador ovárico natural” o “normalizador del ciclo”, “anovulatorio” e “inhibidor de la ovulación”.

Lo más curioso es que las dos principales laboratorios que comercializaron anticonceptivos en esa época, la alemana Schering y la holandesa Organon, no utilizaron la palabra píldora anticonceptiva, sino las de Ovulistático y Ovulostático, respectivamente.

A pesar de nombres tan aerodinámicos y tan esdrújulos ninguno de los dos sobrevivió a la liberalización de la píldora, en 1979.

Método Ogino y las derechas españolas