jueves. 25.04.2024
GESTA
Cuadro Las Lanzas o La rendición de Breda, de Velázquez.
 

No hay que fiarse mucho de la memoria. Ni de la propia, ni de la ajena. Pero sirve para escribir grandes poemas o novelas. O cuentos...

Existen hoy quienes quieren llorar lo que ya fue llorado. También quienes ignoran e incluso pisotean el dolor de aquellos humanos que sufrieron por su culpa.

La memoria es una cosa magnífica: la Historia lo es aún más. La Historia rehúye y demoniza el ytúmás, eso que la memoria (histórica) usa como recurso permanente. La fascinación de la memoria acaba por ser algo enfermizo que abomina de la colaboración humana universal: no es neutral y mucho menos imparcial. La Historia no es tampoco neutral, pero sí es imparcial. Y llegamos a las víctimas del pasado. A las del presente. Como dice el gran intelectual que es Martín Alonso, “conocer los procesos que llevaron a la catástrofe y comprender sus efectos materializados en las víctimas adquiere un profundo alcance moral porque invita a mantener la alerta ante eventuales derivas inciviles y contribuye a sostener sociedades decentes”. Conviene recordar que no permitir la humillación de ninguno de sus miembros es vital para cualquier sociedad civil que se precie.

Existe un lado (oscuro) de las cosas que nos gustan que a menudo olvidamos contar. O bien que desconocemos. En cualquier caso, hay que entender el pasado en su propio contexto: ese es el trabajo de los historiadores, explicar ese contexto, no usar lo que ocurrió como si fuera una antología poética.

La Historia logra siempre sustituir lo que queremos por lo que fue.

Tenemos que tener paciencia con el futuro, eso sí, porque se está estudiando el pasado.

“El estudio de la historia enseña a leer críticamente, no mirar al pasado con los ojos y las actitudes morales del presente. Y a pensar analíticamente, percibir el significado de los hechos desde diferentes perspectivas y apreciar la diversidad de creencias y culturas”.

Julián Casanova

Por cierto, me gusta insistir en que contar cosas que ocurrieran en el pasado no es escribir Historia. Ni siquiera es escribir sobre la historia, porque el pasado, en sí mismo, no es historia: no es el objeto de estudio de la Historia. El objeto de estudio de la Historia es la historia, que es el pasado comprendido para poder ser explicado.

Contar cosas que pasaron en el pasado, aunque le hayan pasado a uno, o se las hayan contado a uno, no ayuda a comprender ni tampoco a conocer el pasado: sin la herramienta cada vez mejor engrasada que es la Historia es imposible comprender el pasado, saber historia, conocer mejor al ser humano.

Las gestas, por ejemplo. Casi todas las gestas del pasado empequeñecen cuando son explicadas por la Historia. Sin embargo, cuando se usan para aleccionar ciudadanos irresponsables resplandecen como lo que fueron para quienes participaron en ellas sin mover un dedo, una corona excelente de la que presumir ante otros como ellos.
 

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La memoria, el pasado y nosotros