jueves. 28.03.2024
LIBROS

Vázquez Montalbán y el fútbol como una religión en busca de un dios

Vázquez Montalbán supo ver ya a comienzos de este siglo XXI que el fútbol “ha perdido la lógica interna inicial que le acompañó hasta los años 70 y cada vez se acerca más a la condición de droga de diseño”.
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“Yo, que he visto regatear a Kubala con las caderas, driblar de costado a Eulogio Martínez, a Di Stéfano reinventarse el campo de fútbol con la imaginación o disfrazarse de poste, a Cruyff marcar goles con el flequillo…”

Manuel Vázquez Montalbán


mvmfutbolPublicado ya póstumamente, el libro del gran Manuel Vázquez Montalbán Fútbol: una religión en busca de un dios, aparecido en 2005, dos años después del fallecimiento de aquel intelectual total, de aquel escritor total, poeta, novelista, ensayista, tuvo una edición al cuidado de su hijo, Daniel Vázquez Sellés, quien se preocupó de cumplir lo que quiso su padre cuando “empezó a seleccionar los artículos que había escrito a lo largo de su vida periodística dedicados al mundo del fútbol con la intención de publicarlos”.

“Desde sus primeros escritos publicados en la revista Triunfo a los últimos han pasado 35 años, más de tres decenios en los cuales el fútbol ha vagado o errado por múltiples caminos hasta convertirse en lo que parece que es y será en el transcurso de este milenio: una religión en manos de grandes multinacionales”.

El capítulo más largo del volumen ocupa algo más de la mitad de sus páginas y se titula ‘Barcelona-Madrid: enemigos necesarios’.

Para Manuel Vázquez Montalbán, el fútbol es “un deporte que nos permite una vivencia religiosa indispensable para nuestro ecosistema emocional”. Y tal vez convenga recordar, siempre, que de quienes verdaderamente depende el fútbol es de los futbolistas, de ellos y de la afición:

“Nadie se ha hecho aficionado a causa del prestigio de un entrenador o de un presidente del club”.

Como tantos otros deportes, pero por encima de cualquier otro, el fútbol se ha convertido en un fenómeno de masas porque ha ido creando “divinidades prodigiosas capaces de convertirse en mitos contemporáneos que, a diferencia de los mitos clásicos, han sido seres comprobables de los que nos llega su aura, pero también su fotografía”.

Vázquez Montalbán supo ver ya a comienzos de este siglo XXI, incluso algo antes, que el fútbol “ha perdido la lógica interna inicial que le acompañó hasta los años 70 y cada vez se acerca más a la condición de droga de diseño”. El Mundial de 1998 habría cerrado la “era del fútbol espectáculo e iniciado la del fútbol como religión de una parte importante del capitalismo multinacional”.

Hoy, en ese hoy en el que Vázquez Montalbán escribía, “el fútbol es una religión laica en la Europa posmoderna y los feligreses son bombas sociales de explosión retardada en manos de dirigentes que no han superado lo que los psicólogos llaman edad prelógica”. Es también “uno de los pocos mecanismos de participación subcultural activa asumidos por la población”.

mvmfutbolMaradonaEl fútbol fue demonizado durante décadas en Europa por la mayoría de los intelectuales, “que se limitaron a pensar de espaldas al fútbol o a lo sumo lo demonizaban como un moderno opio del pueblo” al mismo tiempo que el fenómeno crecía hasta acabar por convertirse en “objeto de reflexión sobre el signo posmoderno de la participación de las masas y la neurotización de esa participación”. Mientras en Europa el fútbol fue entendido hasta hace relativamente poco tiempo como “un síntoma alarmante de la banalización de la rebelión de las masas”, en América Latina no ha sido raro que acabara por convertirse en un debate filosófico.

Vázquez Montalbán era consciente de aquello en lo que se estaba convirtiendo el fútbol en los años finales del siglo pasado, ya lo hemos visto: en una droga de diseño y en la religión de una parte importante del capitalismo multinacional. Yo soy otro de los muchos que como él somos de aquellos que “dependemos de los instantes mágicos de jugadores como Maradona para seguir creyendo que el fútbol no se ha convertido definitivamente en un acuerdo entre mafiosos”.

“El fútbol, llamado opio del pueblo en tiempos de dictaduras, se ha convertido en la droga dura de las democracias para controlar la falta de proyecto de las masas, la paradójica soledad de las masas”.

Y, como él, yo también creo que el fútbol “es un ritual mágico dependiente de la paciencia y la impaciencia del corazón”.

“El fútbol ha sido el derecho a la épica ejercido, a tontas y a locas, por el pueblo, ha sido, y es, un instrumento de desviación de la agresividad colectiva hacia un cauce no político; pero también ha servido, juzgado desde otra perspectiva, como válvula de escape de las frustraciones del hombre de la calle y, por lo tanto, ha cumplido un papel higiénico sobre la prenormal conciencia social del país”.

Suelo defender que el único ámbito en el que dejo en suspenso mi racionalidad, no del todo, pero sí en una semiinconsciencia consciente, es en el del fútbol cuando me zambullo dentro de su esencia prelógica, casi paranormal. Manuel Vázquez Montalbán lo explica mucho mejor:

“Desde la cuota de irracionalidad que todo ser humano debe autopermitirse, de ese impulso mitológico venimos, en ese impulso mitológico permanecemos”.

La esencia de Fútbol: una religión en busca de un dios reside en el hecho de considerar que este deporte, este espectáculo, “favorece la necesidad de nutrirse de religiosidades menores para evitar religiosidades terribles”, porque “nos merecemos estas creencias pequeñas, sus mínimos catecismos, para evitar las tentaciones fundamentalistas que nos preparan los Jomeinis de este mundo”.

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Ladislao Kubala

En la actualidad, en aquella actualidad en la que Vázquez Montalbán ejercía su magisterio de escritor culto (en el completo sentido de la palabra culto), no tan distinta de esta, parecía a menudo olvidarse que “un club de fútbol no fabrica chorizos ni corchetes, sino ilusiones individuales y sociales, expectativas de derrota y victoria que se identifican con la propia vida”. A mí me ocurre exactamente igual que al gran escritor, que “por encima de este problema me preocupan un centenar: pero el día en que el fútbol se vaya a otra galaxia económica y mediática se quedarán en la tierra las masas que lo han convertido en la principal religión posmoderna europea y ya veremos entonces quién convence a las masas de que el mundo está bien hecho”.

“Muchas veces lo pienso: Manolo, cuando te mueras no sabrás cómo ha acabado la Liga ni si el Barça sigue siendo más que un club, ni si… En fin, no quiero ni pensarlo, y es que desde la infancia parte importante de mi calendario ha sido prefijada por las competiciones futbolísticas nacionales y el papel que en ellas hacía mi equipo favorito. Ya sé que lo peor que le puede ocurrir a un intelectual es que se sepa de qué parte del cerebro cojea, así en el fútbol como en la política. Qué le vamos a hacer. Mi suerte está echada desde hace ya demasiado tiempo”.

Blog de José Luis Ibáñez

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